TUT-ANJ-AMON |
Por. D�a Teresa Bedman. |
Del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. |
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Sin embargo, nada de �sto es indiscutible. Lo cierto es que las numerosas excavaciones realizadas en la ciudad del Horizonte del Disco no han entregado ni un solo objeto o inscripci�n que hagan referencia al pr�ncipe Tut-Anj-At�n, por lo que no se puede afirmar que el ni�o hubiera nacido en dicha ciudad. Por el contrario, s� existe una representaci�n de Tut-Anj-Am�n en las rodillas de su nodriza, la Dama Maia, que fue incluida en la tumba de dicha mujer, en Sakara, lugar bastante alejado de El Amarna. En todo caso, y fueran cuales fueren los antecedentes familiares de Tut-Anj-Am�n, s� parece acertado reconocer en �l al personaje en el que todo el mundo vio al rey con derecho leg�timo para ocupar el trono de Egipto despu�s de la restauraci�n del culto a todos los dioses y la abrogaci�n de las creencias y pr�cticas del mundo am�rnico.
All�, ciertos personajes que hab�an protagonizado el movimiento am�rnico intrigaron, primero para actuar a favor de Aj-en-At�n y, luego, para desmontar el mundo creado por el rey hereje. As�, el Padre Divino Ay, que suceder�a a Tut-Anj-Am�n en el trono de Egipto, fue un hombre que intrig� y, posiblemente, colabor� para provocar la muerte del joven rey. Sin embargo, el gran misterio de Tut-Anj-Am�n residi� en su triste final. Al principio de su reinado, como era normal en el caso de todos los soberanos de Egipto, este rey orden� que se comenzara la excavaci�n de su tumba en el Valle occidental, un Uadi situado algo al oeste del Valle de los Reyes. Tut-Anj-Am�n segu�a, de este modo, la tradici�n instaurada por Amen-Hotep III en esta materia. Los acontecimientos de Palacio condujeron, sin embargo, a otro resultado. Las observaciones llevadas a cabo sobre la momia del rey por diferentes especialistas actuales han determinado que, quiz�s, su muerte pudiera haber estado provocada por un traumatismo en el cr�neo. De ah� en adelante se ha deducido que la causa de la muerte hubiera podido ser provocada, es decir, que el rey podr�a haber sido asesinado. En todo caso, la tumba que ten�a destinada en el Valle occidental nunca fue ocupada por su momia. All� se hizo enterrar su sucesor, el fara�n Ay. Las exequias de Tut-Anj-Am�n se celebraron, por el contrario, en el Valle de los Reyes, en una peque�a tumba, actualmente numerada como KV 62, donde literalmente se amontonaron muebles, objetos rituales y personales, y art�culos de toda clase, junto con la momia del peque�o rey. Lo m�s curioso, y a la vez extra�o, del enterramiento fue constatar que la mayor parte del mobiliario f�nebre del rey hab�a pertenecido antes a Aj-en-At�n y a Se-Menej-Ka-Ra. Sus nombres suprimidos fueron sustituidos por los de Tut-Anj-Am�n. La importancia menor del hipogeo, junto con la ubicaci�n del mismo a pocos metros del lugar donde un rey muy posterior, Rams�s VI, se hizo excavar su tumba, fueron factores determinantes para que se olvidara que Tut-Anj-Am�n existi� alguna vez. La entrada a la tumba qued� borrada bajo las monta�as de fragmentos de caliza provenientes de la excavaci�n del hipogeo de Rams�s VI. As� pasaron cerca de dos mil quinientos a�os, hasta que los destinos de un hombre terco y aferrado a la tierra egipcia y los del joven fara�n se cruzaron en le tiempo: Howard Carter realiz� el mayor descubrimiento arqueol�gico de la historia en noviembre del a�o 1922. De este modo Tut-Anj-Am�n volvi� a vivir.
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