BEGI-ORDEAK:

REMINISCENCIAS DE UN AMULETO EGIPCIO AL SERVICIO DE LOS  NAVEGANTES VASCOS DEL SIGLO XX.

María Begoña del Casal Aretxabaleta

(Artículo publicado en B.A.E.D.E  nº 7 (1997) pp. 267-282; revisado y ampliado por la autora (2002) para el INSTITUTO DE ESTUDIOS DEL ANTIGUO EGIPTO).

CONTINUACIÓN

Un ejemplo oficial, del principio del siglo II d.C., es el que preside el foro de Trajano en la capital del Imperio: la magnífica Columna Trajana que, con meticulosos detalles describe la conquista de Dacia, incluye varias embarcaciones y ninguna de ellas aparece provista de ojos.

 Un ejemplo del siglo III, menos formal que el anterior, es el conocido por "relieve de Neumagen", en el que ocho hombres hacen la proeza de mover los veintidós remos de la nave en la que transporta cuatro barricas de vino; y uno más, contemporáneo del anterior, está en el mosaico tunecino (Sala XXVII del Museo del Bardo, Túnez) que recoge un episodio de La Odisea, donde, debido al tema, la abundancia de barcos es notoria y tampoco estos llevan el talismán.  

 

(L.17). Estela votiva cartaginesa del S. II a. C. En cuya decoración se resume un deseo de protección divina. El círculo de la proa representa un ojo y el símbolo astral superior también lo insinúa. Museo de Túnez

 

Por todo ello cabe pensar que, después de que en el año 146 a.C. Roma eliminara prácticamente el último baluarte fenicio de Cartago, la tradición de proteger las naves mediante un par de ojos en la proa hubiera pasado directamente de los cartagineses hasta algunos de los barcos que, con ojos en sus amuras, navegaron en el Mediterráneo durante la Alta Edad Media, entre los siglos V y IX (L. 18), que por su diseño bien pudieron ser hechos en astilleros chipriotas.  

 

(L.18 ) Paphilios fenicio mostrando el ya clásico ojo

 

Por lo que respecta a los barcos mediterráneos del siglo XI, tenemos el caso de la República de Venecia que, con su poder económico dependiente del comercio marítimo, fue ajena por completo al uso de ojos protectores. En la misma época, Francia mostró igual indiferencia por la milenaria tradición, como demuestran dos ejemplos muy conocidos: el Arca de Noé pintada en Saint Savin sur Gartempe, y el astillero bordado en el tapiz de Bayeux.  

La España balear del siglo XIII nos dejó nuevos testimonios de omisión en los tres navíos y algunos botes representados el retablo de Santa Úrsula del convento franciscano de Palma de Mallorca.  

Sin embrago, en el siglo XIV, Italia nos depara una sorpresa: la nave florentina pintada por Bonaiuto en el techo de la Capilla de los Españoles del claustro de Santa María Novella, esbozando tímidamente un ojo en su proa. 

Un siglo después, ya en pleno Renacimiento, en un dibujo del taller de Mantegna se hace una interpretación libre del reverso de una serie de monedas emitidas por la República romana, que también puede interpretarse como una alegoría de la capacidad del hombre para vencer los problemas planteados en sus proyectos. Una ilustración que muestra a Jano sujetando una plomada o péndulo en las manos, delante de una nave de estilo romano cuya proa está provista de un ojo humano tan realista que podría pertenecer al retrato de cualquier rostro humano (L. 19).  

 

(L.19) Dibujo italiano del Renacimiento recreando un motivo de la Roma republicana. La embarcación que construye Jano tiene un inquietante ojo humano

Siendo tan dura y expuesta al peligro de muerte la vida en la mar, poco puede sorprender que entre los navegantes del sur de Europa y del norte de África se extendiera la sencilla tarea de pintar o clavar un par de grandes ojos en la proa de su nave, constantemente abiertos para atisbar y eludir los peligros que se escapan a la percepción humana.

El variado tapiz étnico que habita el área mediterránea tuvo y tiene sus diferencias religiosas (la udjat procede de una de las más antiguas), pero, por encima de ellas, existe un vínculo común: gozar de la vida sencilla y soñar con un mundo maravilloso que se pueda alcanzar con poco esfuerzo; es decir, mediante la magia.

(L. 20) Embarcación vietnamita  del S. XX, protegida por un par de ojos de claro diseño asiático.

  Los dos mil años de Cristianismo no han podido erradicar la fe que algunos pescadores siguen depositando en el doble amuleto de proa, quizá porque el Catolicismo admita representar lo sagrado; en cambio, la causa del gradual abandono de la peculiar decoración ocular puedo iniciarse por la estricta prohibición islámica de reproducir imágenes reales. 

Ninguna de estas dos grandes religiones afecta a la práctica comprobada en el Lejano Oriente, por sorprendente que parezca, y la udjat, en su versión asiática, está profusamente extendida en las embarcaciones fluviales de Vietnam (L. 20) .

De entre las embarcaciones en desuso conservadas en un museo lisboeta por su belleza, una presenta un par de impresionantes ojos en la proa  (L. 22), indicando que los portugueses, en algún momento de su historia naval, se ampararon también en la antiquísima magia del tiempo de los faraones.

Y confiando en ella, la costumbre de pintar un par de ojos a los barcos sigue vigente en las costas lusitanas (L. 23).  

(L.21) S. XX, barco anclado en un puerto maltés portando un visible ojo mágico en relieve.

 La antiquísima costumbre se diluye rápidamente entre sus directos herederos, los pueblos mediterráneos[11],, quedando como honrosas excepción la Isla de Malta (L. 21) y Cataluña. Sin embargo, las costas de la Península Ibérica no bañadas por el Mediterráneo, se encuentran dos puntos geográficos en los que también se mantiene viva la idea egipcia, aunque puede presagiarse que por poco tiempo: Portugal y el País Vasco.  

El caso vasco encierra las mismas incógnitas que el portugués. Los casi dos milenios que separan los contactos mantenidos entre los pueblos cantábricos y los comerciantes púnicos quedan muy lejanos en el tiempo, haciendo improbable que la idea llegara a las costas occidental y norte de la Península directamente de los cartagineses  y, la lógica, apunte más hacia posibles influencias culturales de pescadores levantinos y andaluces.  

No obstante, sería conveniente hacer una incursión histórica retrospectiva. En el caso de que los vascos hubieran copiado el amuleto directamente de los fenicios, no sería aventurado imaginar a los intrépidos balleneros del siglo XI refugiados bajo el símbolo de los ojos en alerta constante. Ellos que, en ligeras embarcaciones, hubieron de surcar el desconocido y peligroso Atlántico Norte hasta llegar hasta las costas de Terranova, Islandia y Groenlandia, en persecución de un preciado cetáceo[12] que, paulatinamente, se iba retirando del Golfo de Vizcaya[13].  

Igualmente cabe recordar que fueron los navegantes vizcaínos, un pueblo de larga y reconocida trayectoria naval, quienes hacia 1.240 fundaron en Cádiz el Colegio de Pilotos de Vizcaya, abriendo para España la ruta mediterránea. También fueron vizcaínos los remeros de las traineras de alto bordo que en 1.304 llegaron a las costas catalanas, genovesas y venecianas; así como los que después de 1.351 se adentraron más en el Mediterráneo hasta alcanzar el puerto de Alejandría y otros de Asia Menor, enlazando sus naves con la ruta de la seda[14].  Pudiera ser que, gracias a estos contactos con la propia cuna de la udjat, los vascos recibieran el legado egipcio mucho antes de lo que se piensa.     

(L. 22) Barco varado en un museo lisboeta

 

Razones de tipo económico-social hicieron que el negocio de pesca de gran altura decayera entre los vascos y que pocos armadores continúen practicándola actualmente[15] .  

A la pesca de altura le ha ocurrido lo mismo; en cambio, en la de bajura, el descenso ha sido menos marcado y es en las brancas de estos barcos de dos palos donde se mantiene viva la vieja costumbre de asegurar el éxito de las capturas y la protección de las travesías con un par de ojos mágicos, como en Malta, clavados a ambos lados de la proa de un barco de pesca, siguiendo el sistema del ophtalmoi griego, y no pintados como nacieron en Egipto y es más frecuente encontrarlos.

 

 

 

(L.23) Embarcación pesquera portuguesa del S. XXI.

 

En los últimos meses del año 1999, refugiados en el puerto vizcaíno de Ondarroa coincidieron dos pesqueros acogidos al mágico poder del ojo (L. 24). 

 

(L. 24 ) Puerto de Ondarroa (Vizcaya), finales del S. XX. En la imagen se ven dos pesqueros: a la izquierda uno de Girona, el de la derecha es local. Ambos protegidos por diferentes versiones de la antigua udjat.

(L. 25) Begi-ordeak del barco ondarrés visto en la lámina 23.

(L. 26) Detalle de la lámina 23. El pesquero catalán muestra en la parte alta de la roda una original versión de la udjat: la dualidad habitual se ha sustituido por un único un círculo donde se aloja un ojo con forma de pez.

Uno, el local, lucía sus dos sobrias versiones vascas de la udjat (L. 25); mientras que el foráneo, con matrícula de Girona, ostentaba la más original y sorprendente de las transformaciones sufridas por el talismán egipcio: en el centro de la proa un único círculo, quizá mágico, rodeando a un pez esquemático con una pupila en el centro del cuerpo, que le convertía a su vez en un ojo (L. 26).

(L. 27) Ophtalmoi

Son muchas las formas de ojos mágicos que han dado seguridad a los hombres de la mar, pero como ejemplo de apliques superpuestos conocemos el ophotalmoi (L. 27), el modelo maltés (L. 28) y el vasco (L. 29), el cual empieza a ser ya historia en la Sala Naval del Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco[16] de Bilbao, donde se exponen estas placas de hierro fundido, denominadas en euskera begi-ordeak y popularmente cocidas por begijet -"el ojo que todo lo ve"-.  

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(L. 28) Ojo de un barco maltés.

 

(L. 29) Begi-orde

 

Sólo resta asegurar que, en pleno siglo XX y cumpliendo su antiquísima misión, aún pueden verse ojos de hierro atornillados a las brancas de los barcos pesqueros de bajura vascos, cuyas tripulaciones surcan el Cantábrico amparándose, aunque lo ignoren, en la mirada mágica de la udjat: el Ojo de Horus

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