NOTAS PARA LA HISTORIA DE LA EGIPTOLOGÍA EN ESPAÑA (I)

 

Francisco J. Martín Valentín. 

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LA EGIPTOLOGÍA EN ESPAÑA

 

Formular una historia de la egiptología en nuestro país resulta una difícil labor. En primer término, porque esta iniciativa que consideramos imprescindible en el momento actual, aún no se ha abordado por nadie, con lo que todos los vacíos o los éxitos del intento son, en principio, posibles; en segundo lugar, porque de modo lamentable España ha estado casi totalmente ausente de este proceso cultural (como de otros muchos), que arrancó lo mejor de los esfuerzos científicos, políticos y económicos de las naciones europeas que encabezaron esta exploración a lo largo del siglo XIX. Por tal motivo sería fácil obviar esta cuestión, alegando que en nuestro país, tan sólo existe algo parecido a la moderna egiptología desde hace menos de treinta años. Y puede que en un riguroso planteamiento, esto pudiera ser así, pero no me resigno a dejar de rastrear en nuestra historia cultural para localizar lo poco o mucho que se haya hecho en esta materia en España y por autores e investigadores españoles.

 

A estos efectos hemos de considerar el análisis propuesto en dos claras fases: la primera abarcaría hasta el año 1960, fecha en que se crea a nivel gubernamental el “Comité español para el salvamento de los templos de Nubia”; la segunda, a partir de dicho acontecimiento, contemplaría los últimos treinta años de trabajo y progreso en esta disciplina.

 

 

LOS INICIOS

 

Existe la noticia (1) en nuestros archivos históricos de un proyecto de anexión de los países del Mar Rojo y del Alto Egipto a la Corona de España, aprobado por Felipe V el 16 de Marzo de 1743. Dicho proyecto, intentado oficialmente, fracasó por razones que no son de exponer en este lugar, pero su mención  nos es útil por cuanto deja de manifiesto que, en principio, España pudiera haber sido la precursora en el contacto directo con Egipto para revelarlo al mundo occidental y ello a pesar de lo realmente descabellado del plan (2).

 

Las inmediatas referencias a un español en Egipto nos las proporciona la personalidad y vida de Domingo Badía y Leblich (Ali Bey el Abbasí), Domingo Badía fue, al parecer, un espía profesional, primero al servicio de Godoy, (favorito de Carlos IV), más tarde de Napoleón, y por fin, del rey Luis Felipe de Francia; su estancia en Egipto se produce durante 1806, desde mediados del mes de abril hasta el 26 de diciembre de dicho año. Los resultados de su viaje y observaciones nos son conocidos por su obra “Viajes del Príncipe Ali Bey El Abbassí en Marruecos, Trípoli, Chipre, Egipto, Arabia, Siria y Turquía, escritos por él mismo e ilustrados con mapas y numerosos grabados” Valencia, 1836, (3).

 

Badía nos previene en la parte de su libro dedicado a Egipto (4) que: “No sería difícil formar una biblioteca entera de viajes a Egipto y descripciones de aquél país. Siendo ya bastante conocido, lo es mucho más desde que lo ha visitado un ejército francés acompañado de un cuerpo de sabios, cuyas luces y esfuerzos reunidos durante tres años han apurado sin duda cuanto podía llamar la atención del observador... Yo hablaré aquí brevemente, y si el lector halla que no hago sino repetir lo ya dicho, podrá pasar adelante...” (5). De este modo tan sincero y claro elabora él mismo el juicio que podrían merecer sus observaciones a propósito de lo que aquí nos interesa.

 

Hace referencia, en la ciudad de Alejandría a los obeliscos, llamados, dice él, Agujas de Cleopatra (6), que hoy se encuentran situados en El Central Park de Nueva York y en el Embarnkment de Londres; estas piezas que nada tenían que ver con Cleopatra, son obras datables en el reinado de Thutmosis III (7) quien los mandó erigir en Heliópolis, siendo trasladados a Alejandría en el año 13 a. De C.

 

A este propósito cuenta: “...Son dos, uno en pie y otro caído: ambos de granito rojo color de teja y cubiertos de jeroglíficos bien conservados en algunas caras, y casi enteramente borrados en otras. Hánse practicado excavaciones para descubrirlos enteramente. La base del obelisco que queda en pie se apoya sobre tres gradas de mármol blanco de conchas (sic) (8). Opina que, dada la situación de los obeliscos, estaban en un embarcadero y su finalidad sería servir de límites para la celebración de naumaquias.

 

Badía tiene la intuición de creer que, aunque el nombre que reciben es el de Cleopatra, “...no puede considerarse sino como denominación moderna: porque indudablemente son monumentos muy anteriores a los personajes cuyos nombres llevan” (9). También hace algunas observaciones a propósito de la llamada “Columna de Pompeyo”, resto de una construcción del tiempo del Emperador Diocleciano, erigida por el Prefecto Pompeyo, y por fin, habla de las catacumbas de Kom el Shugafa, aunque no nos da el nombre, refiriéndose tan solo a: “...Las catacumbas o grutas que componían la antigua Necrópolis o ciudad de los muertos... junto a la habitación de un morabito llamado Sidi El Pabbari”. Aquí interpreta al respecto de las grutas más grandes situadas a dos millas al Suroeste de la ciudad que “...Parece que sirvieron de sepulcro a los reyes de Egipto..” (10). En realidad se trataba de una necrópolis cristiana de los siglos I y II que recoge en sus decoraciones temas típicos del Egipto faraónico, aunque totalmente romanizados. En El Cairo se limitará a ver las Pirámides de lejos: “...Aunque las pirámides de Djizé estaban a la sazón rodeadas de los árabes rebeldes, y hubiere peligro en acercarse a ellas, quise, no obstante, aventurarme a ver aquellos colosos elevados por la mano del hombre...; escoltado de mis gentes con las armas en la mano, hasta un punto de donde fuera imprudencia pasar... Había llevado conmigo mi telescopio acromático y mi anteojo militar de Dollond...” (11). Conforme a estas confesiones, poco más se puede afirmar respecto a las observaciones de Badía. Su testimonio concluye con la anécdota de que a la Esfinge, la llamaban los árabes Abu-el-Hul, es decir, Padre del Terror.

 

Nuestros viajeros en Egipto no dan mucho más de sí.

 

Hasta la inauguración del Canal de Suez (1869-1870), no se harán públicos otros viajes, llevados a cabo por gentes de la burguesía, que en cierto modo, tenían como cuestión de prestigio social relatar y publicar sus experiencias en el Oriente. Hablamos a título de ejemplo de los relatos de D. José de Castro y Serrano o de D. Gregorio Andrés Espalá, entre otros de la época. Nada aportan a la historia de la egiptología en nuestro país, pero indican el nivel de desinterés cultural en esta materia de la España de la primera y casi segunda mitades del siglo XIX.

 

Sin embargo, el decenio de los años ochenta representa en la historia de nuestra egiptología una etapa de claro despertar hacia un positivo movimiento científico. El año 1869 conoció con la apertura del Canal de Suez, la aventura de la fragata de guerra “Arapiles”, que en una misión de exploración, llevó hasta Alejandría una comisión científica bajo la dirección de D. Juan de Dios de la Rada y Delgado. Allí, se adquirieron diversas piezas arqueológicas que hoy forman parte de los fondos del Museo Arqueológico Nacional (12). Estos acontecimientos que pusieron de moda a Egipto en el mundo entero parece que produjeron en España el efecto de sensibilización necesario para que en el año 1883 se editase el que, creemos, es el primer manual moderno de historia de Egipto escrito por un español; se trata del Volumen I del llamado “COMPENDIO DE HISTORIA UNIVERSAL- Edad Prehistórica y Período Oriental” de D. Manuel Sales y Ferré, Catedrático de la Universidad de Sevilla: “...El Oriente ha sido durante mucho tiempo para los historiadores lo que el Africa  fue para los geógrafos, la tierra de las maravillas. Todos los ídolos, con tanta labor forjados, se han desvanecido cual sombras a la luz de los descubrimientos. Hoy el período oriental nos es tan conocido como el griego o el romano, y presenta dos fases sucesivas, o sea dos épocas, perfectamente distintas; una, que tiene por carácter el origen de la cultura; la otra, su propagación” (13).  Otro catedrático de historia, ésta vez, de la Universidad Central de Madrid, D. Miguel Morayta, redacta y lee su “Discurso....de la Solemne Inauguración del Curso Académico de 1884 a 1885” ; cuyo tema monográfico es la historia y civilización faraónicas (14); el 6 de mayo del mismo año de 1884, será D. José Ramón Mélida quien de lectura a su brillante conferencia sobre “la Religión Egipcia” en el Ateneo de Madrid (15).

 

El sentimiento general de estos pioneros españoles en la historiografía egipcia se resume en la siguiente grase de la Rada y Delgado con la que concluye su “Catálogo de las estatuas de divinidades egipcias (bronce) que se conservan en el Museo Arqueológico Nacional”:.. “tal es la descripción y juicio que nos merecen las figuras egipcias, reproducidas en las tres láminas que acompañan a esta monografía, estudio que presentamos con temor, por estar muy poco generalizados los de esta clase en nuestra patria, al mejor criterio de los doctos” (16). Esta sensación de prudencia es la primera señal del buen camino en el que se encontraban las personas realmente interesadas en la promoción y estudio de la Egiptología en España.

 

 

EDUARDO TODA: EL PRIMER EGIPTOLOGO ESPAÑOL.

 

Entre estas personas se encuentra D. Eduardo Toda y Güell. Este diplomático español se despertará al mundo de la egiptología como consecuencia de su destino como Cónsul General de España en El Cairo. Toda es un hombre que, procediendo del mundo del Derecho, se convierte en el primer español que ejerce una actividad egiptológica de campo. Llega a Alejandría el 17 de abril de 1884 (17), y permanecerá en Egipto durante dos años, es decir, hasta 1886. Durante su estancia en el valle del Nilo, Toda trabará buenas relaciones con Gaston Maspero, en aquel momento Director del Servicio de Antigüedades; y estas relaciones le serán de gran utilidad para desarrollar su actividad egiptológica.

 

Toda escribió y publicó diversas monografías sobre diferentes cuestiones de egiptología. La principal obra que salió de su pluma es “A través del Egipto” editada en Madrid y publicada en 1889. En ella relata un amplio cúmulo de experiencias y observaciones realizadas durante su estancia en Egipto de gran interés en los aspectos egiptológicos que contempla y sobre los que volveremos más despacio.

 

La otra iniciativa de Eduardo Toda será la creación de una serie de publicaciones, sus “ESTUDIOS EGIPTOLÓGICOS”, probablemente nacida con la intención de crear en España una publicación permanente que albergase en su seno las futuras actividades de investigación en egiptología en nuestro país. Esta serie tan sólo recogió tres títulos, todos ellos de Toda, a saber: “Sesostris”, Madrid, 1886: “La muerte en el Antiguo Egipto”, Madrid 1887 y “Son Notem en Tebas: inventario y textos de un sepulcro egipcio de la XX dinastía”, Madrid, 1887.

 

La existencia de esta publicación permanente denota, tanto por las fechas en que se inicia (puesto que Toda está recientemente vuelto a España de su estancia en Egipto), como por sus propias afirmaciones en la Conferencia que imparte en Villanueva y la Geltrú el 16 de mayo de 1886, (con motivo de la inauguración de la exhibición  de la recién creada entonces “Colección Egipcia del Museo Balaguer”) (18), la voluntad de crear una escuela egiptológica para tratar de situar en esta materia a España a la altura que en este momento esta ciencia vivía en otros lugares de Europa. Es de lamentar muy profundamente que sus esfuerzos resultasen inútiles, puesto que nadie se benefició de sus conocimientos para poder proseguir esta labor.

 

Sus obras se completan con la elaboración del “Catálogo de la Colección Egipcia de la Biblioteca-Museo Balaguer”. Madrid, 1887, comprensivo de las piezas egipcias traídas a España y entregadas a dicha institución para su exhibición, y su monografía sobre “Las Momias Reales de Bulaq” (Madrid, 1889) (19), en la que describe y analiza todo el proceso del descubrimiento de las momias de los faraones del Imperio Nuevo en la Cachette de Deir el Bahari que él debió conocer bien dada su especial relación con Maspero durante su estancia en Egipto.

 

Toda nos dice, recorrió los más importantes lugares arqueológicos del Delta, tales como Tanis y Canope; también visitó Sais, Mendes, Bubastis y Atribis. En las inmediaciones de El Cairo, las ruinas de Heliópolis donde vio el obelisco de Sesostris I. También exploró las zonas de Guiza y Sakara. Cerca de la pirámide de Kheops, presencia el descubrimiento de una tumba perteneciente a un personaje cuyo nombre transcribe Toda como Kemkaf, y data en la dinastía IV.

 

Hace mención, a propósito de la Esfinge de Guiza, de una estela existente en el Museo de Bulak que contiene una inscripción (20) que hace referencia al momento en que se construyó la gran pirámide, en tiempos de Kheops, y a la orden dada por este rey de restaurar la Esfinge, lo que le indujo a pensar que este monumento era anterior al período del Imperio Antiguo, fechándolo en época Tinita; es una lástima que no nos haya transmitido más datos acerca de dicha estela que pudieran facilitar la comprobación de su tesis. En Sakara, hará calcos de los relieves de las mastabas de Ti y Ptah-hotep (21). En dirección sur, llega hasta Médium donde visita la pirámide de Snefru, y se acerca hasta las pirámides de Lisht.

 

Al llegar a esta altura del relato de sus viajes, Eduardo Toda incurre en una inexplicable falta, pues al referirse a los hipogeos de Beni Hassan, nos habla del que llama “cuadro del arpista” (22), reproduciendo un dibujo, en la misma página del libro, que representa a uno de los arpistas de la tumba del faraón Ramsés III en el Valle de los Reyes; dicho dibujo, parece tomado de otro análogo incluido en el volumen II (plancha 51) de la Descripción del Egipto. Este detalle hace pensar si Toda visitó realmente los hipogeos de Beni Hassan.

 

Es muy interesante su visita a lo que él llama “una cueva de una serie de ellas” situadas en una montaña en las cercanías de Asiut y respecto de la que nos cuenta lo siguiente: “...Visité una de esas cuevas, mucho mayor que las restantes, cubierta de jeroglíficos medio destruidos y apenas legibles, situada frente del estribo de un dique que contiene las aguas del Nilo. La tradición le llama la cuadra de Antar...” (23). Tal y como describe el monumento en cuestión, parece  referirse a la tumba de Hapi-Dyefa, Príncipe de Asiut en la Dinastía XII, que recibe efectivamente, el nombre árabe de Stabl Antar (El Establo de Antar); en dicha tumba se encuentran unos importantes textos jurídicos, en aquella época aún inéditos.

 

Remontando el río, ya en el barco, llega a Akhmin, de donde destaca una gran necrópolis existente en las cercanías, que todavía hoy no ha sido sistemáticamente explorada. Visita Abidos haciendo referencia a la lista de Reyes existentes en el Templo de Sethy I. Hace unos comentarios sobre el Templo de Osiris que, a juzgar por la ilustración que ofrece del mismo(24) nos indica claramente estar hablando en realidad del Templo de Ramsés II, aunque él lo ignore.

 

Su estancia en Luxor es más pausada, de manera que detalla con más rigor y veracidad el resultado de sus paseos y exploraciones. No obstante lo expuesto, conviene en este punto hacer referencia a la realidad de su viaje de exploración por Egipto, que él mismo nos desentraña (25): “...Para atender el cumplimiento de estas obligaciones, el Director de Museos emprende todos los años un viaje al Alto Egipto, llegando generalmente hasta la primera catarata del Nilo, en las fronteras de la Nubia..; el día 7 de Enero de 1886, a las doce de la mañana el Bulaq largaba las amarras y penosamente subía contra la corriente”. Después enumera a los componentes de la expedición (Gaston Maspero, Charles Wilbour, Eugene Grébaut y Urbain Bouriant), para continuar diciendo: “Mis relaciones personales con el profesor Maspero me valieron su cariñosa invitación para unirme a los expedicionarios, recibiendo a bordo del Bulaq la más franca y cordial acogida.... en Luxor se reunión con nosotros el Sr. J.H. Insinger.

 

La expedición, dirigida por Maspero, recorrió las ruinas de Memphis y Sakara, las pirámides de Licht, las tumbas de Beni Hassan, las cuevas de Asiut y los templos de Dendera, deteniéndose algunos días en las llanuras de Tebas con motivo de las excavaciones del templo de Luxor y el hallazgo del sepulcro de Son Notem, descubierto cerd de Deir-el-Medineh. Yo seguí con el Bulaq hasta Nubia, volví luego a Luxor, y el día 5 de marzo me despedí de mis compañeros, regresando al Bajo Egipto, para volver a Europa, después de once años de casi no interrumpida ausencia”.

 

De este modo podemos afirmar que Toda bajaría del barco en Mallaui para visitar a la colonia española y justificar su viaje como Cónsul General de España en Egipto (26). El Bulaq, naturalmente siguió su camino realizando las visitas de inspección que describe y a las que Toda no se unió por imposibilidad de tiempo y lugar. Eduardo Toda se embarcaría de nuevo en el Bulaq en Asiut, de ahí las imprecisiones en la descripción de esta parte de su viaje. Quizás estos pequeños detalles pudieran restar seriedad a su legado, pero conviene hacer una elemental concesión a la naciente vocación egiptológica de Toda que le hace incurrir en algunas inexactitudes, con tal de defender su mayor integración como “miembro de facto” de la misión del servicio de Antigüedades, en lugar de admitir su simple condición de amigo de Maspero, invitado en el viaje, y con obligaciones profesionales que no podía soslayar.

 

Al parecer Toda ya había visitado Luxor en el año 1885 (27), de modo que demuestra conocer muy bien este lugar. Explica el estado de las excavaciones del templo de Luxor, que en aquellas fechas se estaba desescombrando aún. Sus fotografías, son documentos reveladores del estado de ese edificio con anterioridad a su definitiva limpieza. El poema de Pentaur y la batalla de Kadesh, representadas en el Pilono de Ramsés II, llaman vivamente su atención. En el templo de Karnak, hace una descripción minuciosa de la Gran Sala Hipóstila entre el segundo y el tercer pilonos. Repara en la inscripción de Sheshonk I del pórtico bubástida, referida a la derrota del Rey de Judá, Roboam, y hace un breve resumen del tratado de paz entre hititas y egipcios de Ramsés II.

 

Su recorrido por Karnak concluye con la visita del recinto de Mut y las inmediaciones del templo de Khonsu, donde queda impresionado por el pilono de Ptolomeo III, Evergete.

 

En la orilla Occidental, en Kom El Heittan visita los Colosos de Amenofis III, llamados de Memnón, el Ramesseum, el templo de Sethy I en Gurnah y el de Hathor en Deir el Medina. De las necrópolis sólo menciona el Valle de los Reyes donde visita las tumbas de Sethy I, y la de Ramsés III, sin hacer especiales observaciones al respecto.

 

El acontecimiento arqueológico que le unirá indisolublemente a la egiptología, y por el que se le conoce en todo el mundo, es el descubrimiento y apertura de una tumba intacta, lo que sucedió en el mes de Febrero de 1886; se trataba de la tumba de Sennedyem (TT1), en la necrópolis de la ciudad obrera situada en Deir el Medina (28). El relato del descubrimiento, se encontrará en la monografía dedicada a la tumba, en la serie Estudios Egiptológicos citada más arriba y en el Capítulo XXV de “A través del Egipto”, por lo que entrar en los detalles de dicho asunto se hace improcedente en este lugar. Lo que sí interesa es poner de manifiesto la labor arqueológica que, al parecer, desempeñó en dicha excavación.

 

Después del día 2 de febrero le confía Gaston Maspero toda la responsabilidad de vaciar la tumba, lo que se lleva a cabo en tres días, con siete obreros. Redacta el inventario a bordo del Bulaq, y tomo las fotografías a partir de las cuales, el excelente artista que fue José Riudavets elaboró las planchas de grabado que ilustrarían la publicación (29); igualmente copia los textos que traducirá ayudado por Bouriant (30). El contenido de la tumba, excepto las piezas que Toda trajo a España consigo, (hoy forman parte de los fondos del Museo Arqueológico Nacional y del Museo Balaguer), están albergadas y expuestas en la Sala 17 del Museo Egipcio de El Cairo (31).

 

Toda proseguirá sus visitas en la orilla Occidental; en el templo de Ramsés III en Medinet Habu, admira y comenta las inscripciones referidas a los pueblos vencidos por el faraón en sus campañas.

 

Concluída su estancia en Luxor, reemprende el viaje a bordo del Bulaq, y visita, remontando el Nilo, Armant, Esnah, donde estudia el templo del dios Khmum; todavía hoy pendiente de ser desenterrado como cuando él lo vio. El Kab, el Guebel Silsilah, Kom-Ombo y Asuán son las siguientes y finales etapas de su viaje. En Asuán llega a tiempo de ver como descubren dos tumbas en la necrópolis de los nomarcas de Elefantina en la cornisa líbica. Al parecer se trataba de las pertenecientes a Sarenput I y II (nº 36y 31), nobles de la Dinastía XII.

 

Su visita al templo de Isis en Filé, cierra el relato arqueológico de este viaje. Eduardo Toda regresará a España y el 16 de mayo del mismo año de 1886, concluye el contenido de su conferencia en el Museo Balaguer con un párrafo que condensa y resume el reto y realidad de la egiptología española en estos momentos: “...No permanezcamos tan atrasados en el estudio de la ciencia egiptológica. En siglos pasados nuestro espíritu investigador traspasó las fronteras de la patria y acometimos grandes  empresas. Hoy, por desgracia, nuestra visible decadencia casi nos ha reservado el último lugar de las naciones en la vía de los descubrimientos científicos, y trabajamos muy poco, ¡Quiera Dios que pronto veamos más extensos horizontes!. (32).

 

 

LAS POSTRIMERÍAS DEL SIGLO XIX.

 

En enero del año 1891, se produjo un hallazgo arqueológico que también tendría vinculaciones con la naciente egiptología española. Mohammed Abd el Rassul, el mayor de los hermanos de esta célebre familia de Gurnah, entonces gafir al servicio de la inspección de antigüedades, puso en conocimiento de Eugène Grebaut, la existencia de un escondite de momias en el recinto del templo de la reina Hatshepsut en Deir el Bahari. Se trataba de una gran tumba colectiva, la segunda que se descubría en este lugar (33), y en esta ocasión albergaba los cuerpos, sarcófagos y ajuares funerarios de los Sumos Sacerdotes de Amón, sus familias y otros sacerdotes de órdenes inferiores, también del Templo de Amón, de la Dinastía XXI (1070-945 a. de C.).

 

Se encontraron cerca de ciento sesenta cuerpos, de los que ciento seis estaban en sus sarcófagos, y todos ellos abundantemente dotados de ajuar funerario, consistente en papiros y ushebtis depositados en sus cajas, o sueltos.

 

El Gobierno egipcio ofreció y donó en el año 1894, parte de estos hallazgos a diferentes países entre los que se encontraba España (34), a quién le correspondió el conjunto de piezas que, incluídas en el lote nº  13, vinieron a nuestro país en el año 1895 e ingresaron en los fondos del Museo Arqueológico Nacional de Madrid. (35)

 

En relación con el panorama de producción de trabajos de egiptología en España en estos años hay que citar algunas iniciativas aisladas tales como “BIBLIA Y EGIPTOLOGIA” del Padre Félix Rougier, Profesor de Sagrada Escritura y Hebreo, obra presentada en el Congreso Católico Nacional de Sevilla, (Barcelona 1893), que trata de buscar comprobaciones del Antiguo Testamento en los hallazgos de la arqueología en Egipto. La obra no carece de interés y posee las características de originalidad y método científico que la hacen merecedora de contarse entre los trabajos que comentamos, aunque sus conclusiones no siempre sean aceptables.

 

En el año 1893 se publica en Madrid en la Revista de Legislación y Jurisprudencia un pequeño, pero interesante, trabajo bajo el título “Consideraciones acerca del Derecho Egipcio”, del que es autor Francisco Gómez del Campillo. En esta obra; (con base en los textos Griegos y los trabajos de juristas egiptólogos como Eugène Revillout),  el autor lleva a cabo un análisis de la estructura social, el derecho de propiedad, el régimen jurídico de la persona, el derecho de familia, las leyes y procedimientos penales, la organización judicial, el gobierno y la administración, y los impuestos del Egipto faraónico.

 

 

LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

 

En este punto se hace mencionar la existencia de un claro inicio de madurez en la evolución de la ciencia egiptológica en España. Cuando los trabajos de investigación llegan a un nivel determinado, éstos exigen la necesidad de conocer la lengua egipcia en sus diversas escrituras para poder progresar por medios  propios en su desarrollo. Entonces surge inevitablemente la necesidad de resolver cuestiones fonéticas para poder transcribir los sonidos de la lengua egipcia a los equivalentes de la lengua del autor en concreto.

 

De esta manera en España se plantea esta cuestión por primera vez conocida, a través de la obra “La Escritura Egipcia y su Transcripción Castellana en Caracteres Neo-latinos”, publicada en Madrid en el año 1909, y de la que es autor Don Manuel Treviño y Villa. Treviño, de profunda formación orientalista, manifiesta en el prólogo de su obra lo siguiente: “La transcripción en letras latinas de los signos alfabéticos empleados por los egipcios en la antigüedad, es un asunto aún no resuelto definitivamente. El problema quedó planteado cuando Champollion publicó en 1836, su gramática, en la que presenta la primera transcripción, que ha sido rectificada después por los que continuaron sus estudios, hasta que en el Congreso celebrado en Londres en el año 1874 se admitieron unas equivalencias, que han  sido respetadas hasta hoy por casi todos los egiptólogos. Al iniciar nosotros estos estudios en España hemos tropezado también con la dificultad de transcribir dichos signos jeroglíficos con letras latinas que pudieran representar, aproximadamente, sonidos equivalentes a los que debieron tener para los egipcios.... El dato más importante y necesario para llegar a una transcripción exacta sería el de averiguar cómo pronunciaban los egipcios y qué valor daban a cada uno de los signos alfabéticos por ellos usados; pero nosotros desconocemos todo esto casi en absoluto, pues sólo disponemos, para establecer los fundamentos de la fonética egipcia, de ls voces conservadas en las palabras coptas y el resultado de la comparación de los nombres propios y algunas palabras encontradas en las inscripciones bilingües y en las transcripciones semíticas, griegas y romanas...” (36).

 

El autor prosigue en sus consideraciones conviniendo que existen en castellano signos simples que podrían sustituir a dígrafos como kh, th o ph, que son utilizados en otras lenguas modernas para transcribir sonidos egipcios. En definitiva plantea la necesidad e importancia de fijar una transcripción castellana, para lo que formula el resultado de sus trabajos en esta obra.

 

La necesidad fue sentida ya por el propio Toda, quien manifestó por escrito en su versión española del libro de Rawlinson. “Historia del antiguo Egipto”, que: “...Para evitar confusión a los lectores que puedan conocer el texto original de esta obra, el traductor ha conservado, en el libro inglés, la transcripción extranjera de los nombres egipcios, algo distinta de la que suele usarse en España. Es de sentir que no se haya aún adoptado una versión uniforme de aquellos nombres en las lenguas europeas”. (37).

 

Treviño propone como resumen de sus fundamentadas conclusiones los siguientes principios:

 

“El intentar una transcripción castellana, precisa hacerlo teniendo en cuenta: 1º que esta transcripción conserve en lo posible el valor fonético que hasta hoy se ha reconocido en cada signo; 2º que no se diferencie de las transcripciones propuestas por los egiptólogos, para que la forma en que se presenten las voces egipcias resulte inteligible para todos los que a estos estudios de dedican; 3º que cada signo se presente con una sola letra evitando de este modo la confusión a que dan lugar las transcripciones hasta hoy usadas...”. (38)

 

Al término de sus explicaciones, Treviño concluye proponiendo la tabla de equivalencias del llamado seudoalfabeto de signos jeroglíficos con los caracteres neolatinos de sonido castellano, que a continuación se reproduce:

 

Transcripcion Castellana

 

*................A          .......................F          ó .................Ch

*....................À         ó    ……M          ..............................Q

..............         ........................N         …....…...............K  

  * ó  .........I         ó ………..R          ......…...................G

 ó  .........U           ó    ...................H           ,    ó  ..............T     

 .................B           ............…….......J           .................…......D

...................P             ó   ...........…....S            .....................…...Z

 

(De Treviño y Villa, Op. Cit., página 53).

 

Además incluye en su obra un cuadro paleográfico (sic) de los signos jeroglíficos “que hacen el oficio de signos alfabéticos con sus principales variantes y su equivalencia en signos hieráticos y demóticos” (39). Este meritorio trabajo es, sin duda, el primer intento válido para solucionar el problema de la transcripción al español de las palabras egipcias. Su consulta se hace necesaria, y sus propias conclusiones, dignas de ser reflexionadas para ser, en lo posible, objeto de aplicación en los trabajos egiptológicos en lengua española. (40).

 

La labor de los estudiosos de la egiptología en sus más diversas ramas seguirá produciendo resultados tales como la monografía sobre  La Química y la Farmacia entre los egipcios, publicada en las Memorias de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona (Vol. VII, nº 10), por D. Antonio Murúa y Valerdi en el año 1910.

 

Don José Ramón Mélida, publicará su Historia de El Arte Egipcio en Madrid, por estas mismas fechas y sin que conste en el libro el año concreto de edición. En esta obra, Mélida vierte “la materia que por espacio de veinte años ha constituido su estudio predilecto, y ahora está desarrollando en un curso en la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo de Madrid” (41), lo cual indica que, de algún modo, estaba institucionalizada la enseñanza de disciplinas de contenido egiptológico en estos momentos en nuestro país.

 

Otro manual de principios del arte egipcio ve la luz en estos años: se trata de La Historia, Teoría y Técnica Ornamental y decorativa en Egipto de Ricardo Agrasot, Madrid 1909.

 

Llegados a este momento, resulta evidente el innegable progreso de la egiptología en España a principios de siglo.

 

En Noviembre del año 1924, Madrid recibe a Howard Carter, quién fue invitado por el Comité Hispano-Inglés, para dar dos conferencias sobre las excavaciones arqueológicas que en compañía de Lord Carnarvon había realizado en el Valle de los Reyes y sobre el descubrimiento de la tumba de Tutankhamon, ocurrido el 4 de Noviembre de 1922 (42). Esta visita se repetiría en el año 1928, y en ambos casos, resultaron actos del más alto nivel científico, tanto por los temas expuestos como por la expectación que despertaron en los medios culturales de Madrid.

 

En este panorama de creciente sensibilidad ante el  conocimiento de la egiptología se producen trabajos cuidados y de nivel científico tales como el interesante estudio de la escultura de Nectanebo I, hoy en el Museo Arqueológico Nacional (Museo del Prado 412-B) de R. Blanco y Caro, publicado en Madrid en 1924 (43). Dicho estudio que, por cierto, atribuye la estatua a Nectanebo II, publica la traducción de la inscripción jeroglífica de la escultura, bajo la supervisión del célebre egiptólogo inglés E.A. Wallis Budge.

 

En estos años se ordenó sacerdote otra persona que por méritos propios constará en las páginas de la egiptología española como autoridad científica consagrada. Se trata del Padre D. Benito Celada Abad. Nos cuenta de sí mismo (44) que el nacimiento de su vocación de egiptólogo tuvo lugar tras una conversación con su profesor el Padre Colunga, quien también se dedicaba al estudio de la lengua egipcias, y a quien prometió dedicarse “toda la vida a estudiar egipcio”. (sic.).

 

Celada sería enviado  por sus superiores a Roma para formarse en la lengua egipcia jeroglífica con el Profesor Belga Padre Emile Suys, prestigioso egiptólogo de la Fondation Égyptologique Reine Elisabeth, y más tarde a El Cairo, donde trabó relaciones con egiptólogos de la época y “bebió la egiptología en sus fuentes”.

 

Mantuvo relaciones profesionales entre otros, con Jaroslav Çerny y con Sir Alan Gardiner, por quien sentía  una enorme admiración. Doctorado en egiptología por el Instituto Pontificio Bíblico de Roma, se dedicó, entre los años 1941 a 1945, a dar clases de Historia y Arqueología del Próximo Oriente en la Universidad Complutense, tarea que tuvo que abandonar por la escasez de alumnos.

 

Posteriormente pasó al Consejo Superior de Investigaciones Científicas donde fundó el Instituto “Arias Montano” en el que fue encargado de las clases de egipcio durante los años 1965 a 1969.

 

Con justicia se puede decir que algunas de las personas que hoy ostentan puestos relevantes en la egiptología española iniciaron su formación en la lengua egipcia de la mano del Padre Celada, en el Instituto de Estudios Orientales y Africanos que también fundó; entre sus aportaciones a la egiptología constan numerosos artículos en revistas especializadas (45), de los que cabría entresacar “Egipto y la Biblia”, “Concepto de Dios en Egipto” (1968); además elaboró el  elenco de las revistas de egiptología para la revista SEFARAD.  El Padre Celada formó, también, una de las primeras bibliotecas especializadas de egiptología y coptología en España, hoy depositada en el Convento de San Esteban de Salamanca (46). Si la historia no fuese tan injusta como suele con los grandes hombre que la forjan, el Padre Celada, habría credo su propia escuela de filología egipcia en España: las circunstancias adversas y nuestra propia idiosincrasia no permitieron tal feliz acontecimiento. El Padre Celada fallecía en Madrid el 12 de diciembre de 1988, sin que nadie reconociese públicamente su meritoria labor de extraordinario hombre de ciencia.

 

Dentro de esta saga de pioneros no se debería olvidar a un discípulo de Treviño, el Dr. D. Eduardo Alfonso Hernán, fallecido hace pocos años, a quien se debe la primera gramática jeroglífica Egipcia, publicada en castellano (47). Esta obra, con todos los defectos y carencias que se quiera, cierra de un modo simbólico la etapa heroica de nuestra historia egiptológica. España se había incorporado al mundo egiptológico internacional en el año 1960, cuando el Gobierno español se hizo eco del llamamiento de las autoridades egipcias y de la UNESCO para proceder al salvamento de los templos de Nubia. 

 

 

LA CREACIÓN DEL COMITÉ ESPAÑOL PARA EL SALVAMENTO DE LOS TEMPLOS DE NUBIA.

 

De este modo, se crea el “Comité Español para el salvamento de los tesoros arqueológicos de Nubia”, cuya dirección técnica se encomendó al Profesor D. Martín Almagro Basch. Como consecuencia de todo ello España colabora en esta tarea internacional excavando en yacimientos de la Nubia Sudanesa y Egipcia. Primero se otorga una concesión en la fortaleza de Sheik Daud, cerca del poblado de Tumas, en la Nubia egipcia. “Fue aquella la primera obligación contraída por España con la UNESCO y con el Gobierno de Egipto” (48). Luego se concedería a España la excavación de una necrópolis, la de Masmás en el Alto Egipto, del llamado grupo X, que resultó estar casi completamente saqueada.

 

En 1962 los Profesores F. J. Presedo Velo y M. Pellicer, excavaron una interesante necrópolis del llamado grupo C de Nubia, que proporcionó importantes hallazgos de cerámica tipo Kerma.

 

Dentro de las campañas de los años 1961 a 1964, se excavaron entre Mirmad y Nag Sakoli, en la Nubia Sudnesa, otras necrópolis del grupo C, esta vez bajo la dirección de Rafael Blanco Caro. En estas campañas, se descubrieron algunas tumbas de época faraónica, todas ellas violadas, aunque entregaron una interesante serie de objetos  ornamentales de la época del Imperio Nuevo; en el año 1962, la misión española también excavó una necrópolis meroítica (49).

 

Nombres geográficos como el de Nag  Shayeg o Nag el Arab quedarán unidos para siempre a la egiptología española por la importancia de las excavaciones que nuestro país desarrolla en la zona de Argin de la Nubia Sudanesa (50).

 

Dentro del Sudán, la Misión Arqueológica Española, a través del Comité Español para el Salvamento de los monumentos de Nubia, solicitó y obtuvo la concesión de las excavaciones de las islas de Kasr Ico y Abk Anarti, en la segunda catarata del Nilo, lugares donde trabajaron diversos equipos bajo la dirección del Profesor Presedo.

 

España participó, igualmente, y de forma directa, en el salvamento de los famosos teplos de Abu Simbel. Como es sabido, se trataba de salvar de las aguas a los templos de Ramsés II y su esposa la reina Nefertari construidos en dicho lugar. En este caso la participación española se vio materializada en el pago en concepto de ayuda de la suma de 325.000.- dólares americanos. De igual modo España contribuyó a la campaña de salvamento del templo de Filé, para la que se aportó la suma de otros 200.000 dólares americanos (51). Fruto de las mencionadas colaboraciones en las campañas de salvamento llevadas a cabo por nuestro país en Egipto y Sudán fue la aportación de valiosos materiales que hoy forman parte de los fondos del Museo Arqueológico Nacional (cerca de 3.000 piezas tienen su procedencia en las excavaciones nubias) (52).

 

EL TEMPLO DE DEBOD

 

El donativo más generoso del Gobierno egipcio, en agradecimiento a los trabajos de salvamento efectuados por la misión española fue el Templo de DEBOD. Este monumento estaba situado a 15 kilómetros al Sur de la Isla de Filé sobre la orilla izquierda del Nilo. La construcción del templo duró más de doscientos años y fue iniciada por el rey Adijlamani de Meroe (hacia el 200 a. de C.) construyendo la capilla central del Santuario. El conjunto templario fue adicionado posteriormente con otras dependencias por cuenta de diversos Ptolomeo (están documentados con certidumbre Prolomeio VI Filómetor, 181-145 a. de C. Y Ptolomeo XIII Neos Dionisos 51-48 a. de C.), la decoración del templo debió ser concluida bajo el mandato de los emperadores romanos Augusto y Tiberio (30 a. de C. –17 d. De C.).

 

El templo de Debod estaba dedicado principalmente al culto del dios Amón y de la diosa  Isis, así como a los dioses Shu y Tefnut, Uadyet, y Nekhbet, Re Horakhty, Thot, Min, Apset, Mut, Horus, Hathor, Osiris, Neftis, Anukis, Satis, Khnum y hay referencias directas a dos dioses leoninos, específicos de Meroe: Mahesa y Apedemak (53). También está presente en este templo como personaje divinizado que recibe culto, el mítico Inhotep  arquitecto del Horus Netcherijet (Dyeser), rey de la Dinastía III.

 

Al principio fue más importante el culto que allí recibía el dios Amón bajo la forma de Amón de Debod, y a lo largo del tiempo fue la diosa Isis quien cobró mayor importancia en este templo, considerado como una parada en la peregrinación de la diosa por el norte de la baja Nubia para dar salud y fuerza al país. No obstante ambos dioses, Amón de Debod e Isis, se repartían a medias su influencia, pues se observa siguiendo el eje de simetría del templo que el sur parece estar dedicado a Isis mientras que el norte lo sería a Amón (54).

 

El templo de Debod fue el primero de los templos de Nubia en desmontarse por ser el más amenazado por la crecida de las aguas como consecuencia de la retención producida por las obras de la Gran Presa. En el año 1960 se llevó a cabo su desmonte, trasladándose todos sus bloques a la Isla de Elefantina en 1961 (55), allí permanecieron hasta el año 1970, en que fueron trasladados a España.

 

El proceso de adjudicación a España de este templo, el más grande monumento faraónico fuera de Egipto, es poco o nada conocido.

 

El Profesor Almagro Basch solicitó en nombre de las autoridades españolas al Gobierno egipcio su donación en Febrero de 1964. Tras dura oposición por parte de otros países que lo querían para sí, el 2 de Safar de 1388 de la Hégira, (30 de abril de 1968), el Presidente de la entonces República Arabe Unida, Gamal Abdel Nasser, dictó un decreto, el nº 589 de 1968, por el que se ofrecía el Templo de Debod: “al Gobierno español y a su pueblo, en consideración a sus esfuerzos en la contribución a la salvaguardia de los Templos de Abu Simbel” (56). La presencia de este monumento en España supone que nuestro país debería ocupar un señalado puesto entre los que dedican grandes esfuerzos a la egiptología. Piénsese que instituciones como el Metropolitan Museum de Nueva York, el Museo de Turín o el de Leyden, tan sólo poseen templos nubios de inferior tamaño y calidad como los de Dendur, Ellessya o Taffa.  Buena pruea de la trascendencia de esta cuestión es que se ha operado un cambio en la toponimia del lugar, de modo que un desaparecido rincón de la Nubia egipcia ha superpuesto su nombre sobre otro de una ciudad europea: hoy nadie habla ya de la montaña del Príncipe Pío de Madrid, sino del Templo de Debod de Madrid.

 

 

LA CONCESIÓN DEL YACIMIENTO DE HERACLEOPOLIS MAGNA.

 

Concluidas las campañas arqueológicas españolas dentro del programa de salvamento de los monumentos de Nubia, en el año 1966, la Misión Española solicitó a través del Gobierno a las autoridades egipcias la concesión de un yacimiento arqueológico en el interior de Egipto. Entre las posibilidades existentes se consideró el yacimiento de Heracleópolis Magna, actual Ensaya el Medina, que en egipcio recibió el nombre de Nn Nsw, capital del Bajo Egipto durante las Dinastías IX y X, en el llamado Primer Período Intermedio (+ 2200 a. de C.). El lugar, situado a ciento treinta kilómetros al Sur de El Cairo, en la orilla Oeste del Nilo y muy cerca del Canal de José (Bahr El Yusuf) fue la capital del Nomo XX del Alto Egipto.

 

Este yacimiento había sido excavado anteriormente por el arqueólogo suizo Edouard Naville en las campañas de los años 1881 y 1882, y por el insigne egiptólogo inglés Sir Flinders Petrie en 1903 (58). Posteriormente el propio Servicio de antigüedades realizó trabajos de excavación en el área de época greco-romana. Como se decía más arriba, en el año 1966 la Misión arqueológica española en Egipto se hace cargo del yacimiento, bajo la dirección del Profesor Almagro Basch, iniciando sus trabajos en el templo de Herisherf, el dios local de nn nsw, siguiendo los antiguos hallazgos de Naville y Petrie (59).

 

En 1968 se realizan los primeros hallazgos importantes por el profesor Jesús López, quien descubre la necrópolis de la ciudad en la época del Primer Período Intermedio (60), en esta tumba se encontró una de las primeras versiones conocidas de los “Textos de los Sarcófagos”.

 

Al Profesor López le sucedió como director de Campo, el Profesor Presedo Velo durante las campañas de los años 1969-1979 (61). El Profesor Presedo nos cuenta (62) que las excavaciones iniciadas en 1969 debieron interrumpirse por razones de la guerra árabe-israelí. Firmado el armisticio vuelve para continuar los trabajos de campo, en la campaña de los años 1975-1976.

 

Durante estos años se descubrieron restos en diferentes niveles pertenecientes al Imperio Nuevo, Primer Período Intermedio y finales del Imperio Antiguo.

 

Parte de los hallazgos, fruto de estas campañas de excavación, pasaron a los fondos del Museo Arqueológico Nacional de Madrid donde hoy se exhiben.

 

En el año 1977, siendo director de campo en esa sola campaña, Fernando Fernández, surgieron por primera vez, materiales de la Dinastía XXII, es decir, del Tercer Período Intermedio (1085-715 a. de C.). Uno de los hallazgos más importante de los realizados en esta campaña fue el dintel de una puerta que contenía una inscripción referida a un alto personaje de ascendencia libia llamado Osorkon que, a la vez que Comandante en la Guarnición local, era Primer Profeta del dios Herishef, lo que ha permitido formular la hipótesis del origen Heracleopolitano de los faraones de la Dinastía XXII (63).

 

Al concluirse la campaña del año 1979, se abre un paréntesis de seis años, hasta 1984, en el que el yacimiento no fue excavado. En el citado año se hace cargo de la dirección de la Misión Arqueológica Española en Ensaya el Medina, María del Carmen Pérez Díe, quien aún sigue al frente de la misma (64).

 

La importancia de este yacimiento es de gran relieve, pues permite empezar a conocer dos períodos de la historia de Egipto, acerca de los cuales no se sabía demasiado. El desarrollo de los hechos históricos acaecidos durante los llamados Primeros y Terceros Períodos Intermedios tuvo uno de sus principales centros políticos y religiosos en Heracleópolis por lo que la investigación española en esta zona arqueológica de Egipto está suponiendo la consagración de nuestra egiptología a niveles internacionales y al mismo tiempo permitiendo la formación de jóvenes promociones de egiptólogos que aseguren el futuro de nuestra ciencia en España.

 

 

COLABORACIONES EN TRABAJOS DE CAMPO DE OTROS EQUIPOS ESPAÑOLES EN EGIPTO.

 

Desde el 14 de noviembre de 1991, otra Misión española, esta vez, subvencionada por una institución comercial, trabaja en el Bañase, a unos doscientos kilómetros al Sur de El Cairo. El yacimiento de Oxyrrincos, lugar donde se llevan a cabo las labores de excavación ya fue explorado en diversas ocasiones anteriormente. Como Directores de la Misión figuraban el Dr. Mahmud Hamza de la O.E.A. y José Padró Parcerisa de la Universidad Central de Barcelona.

 

Esta nueva actividad de la egiptología de campo española se lleva a cabo en un novedoso  (para nosotros), sistema de colaboración con otra Misión arqueológica, en este caso de la Organisation of Egyptian Antiquities de Egipto. Los trabajos iniciales se han llevado a cabo en áreas de época saíta (65).

 

 

LAS INSTITUCIONES EGIPTOLÓGICAS EN ESPAÑA

 

El Museo Arqueológico Nacional de Madrid, posee la más importante colección pública de antigüedades egipcias de España, la cual es objeto de exhibición parcial permanente en la Sala XIII de Egipto.

 

El origen primero del núcleo de la actual colección egipcia del M.A.N. fue la de Don Pedro Francisco Dávila, donada al Rey de España Carlos III en el año 1770 (67).

 

A esta colección debieron unirse las existentes en la Biblioteca Nacional y el Museo de Ciencias Naturales.

 

Cuando en el año 1867 se funda el Museo Arqueológico Nacional se reúnen todos estos fondos egipcios junto con los entonces existentes en la Escuela Superior de Diplomática y el Gabinete de Historia Natural.

 

La colección se fue aumentando posteriormente: en 1976 se adquirieron diversas antigüedades pertenecientes a D. Tomás de Asensi. En el año 1879 Don Víctor Abargues vende su colección adquirida en el Alto Egipto y en 1881, D. Eduardo Toda facilita al Museo que la adquiere, la mayor colección que hasta ese momento había entrada en España de piezas egipcias.

 

En el año 1895, como ya se dijo anteriormente, las colecciones del M.A.N. se enriquecieron con las donaciones del Gobierno Egipcio, procedentes del descubrimiento de la Segunda Cachette de Deir-el-Bahari.

 

Diversas compras y donaciones han seguido enriqueciendo la colección egipcia. Pero es a partir de la obtención de las concesiones de excavaciones en Nubia y Egipto, cuando más sensiblemente se han incrementado los fondos egipcios del M.A.N., como consecuencia de la entrega de materiales a España procedentes de dichas excavaciones (68).

 

En Cataluña existen colecciones públicas de antigüedades egipcias en el Museo Arqueológico de Barcelona, en el Museo del Oriente Bíblico de Montserrat, en el Museo Episcopal de Vich y en el Museo Biblioteca Víctor Balaguer de Villanueva y la Geltrú. (69).

 

En Galicia en el Museo Arqueológico de la Coruña. En Baleares, en el Museo Bíblico del Seminario Diocesano de Palma de Mallorca y en el Museo Arqueológico de Ibiza, (70).

 

En Aragón, en el Museo de Huesca, y en Murcia en el Museo de Cartagena, constituyen parte de la serie de instituciones museísticas que poseen y exhiben piezas de arqueología egipcia en nuestro país (71).

 

 

INSTITUCIONES PRIVADAS.

 

El 24 de diciembre de 1986, se crea en Madrid La Asociación Española de Egiptología. El acto fundacional se desarrolló en la sede del Museo Arqueológico Nacional, en la calle Serrano nº 13. (72).

 

Esta institución, la primera dedicada en nuestro país de modo exclusivo al estudio y defensa de la civilización faraónica del Antiguo Egipto, tiene como objetivos la salvaguardia del Patrimonio Cultural Egipcio; la exploración e investigación del material  disponible sobre dicha civilización; el fomento dentro del ámbito territorial del Estado español de la divulgación y difusión de los conocimientos egiptológicos; la defensa y promoción de la cultura faraónica en su más amplio aspecto y la colaboración con cuantas sociedades nacionales e internacionales existen dedicadas al estudio de la egiptología.

 

La creación de esta institución privada, inauguró otra etapa en la historia de nuestra ciencia en España. Esta entidad, que agrupa en su seno a la inmensa mayoría de los egiptólogos españoles, publica la primera revista periódica científica en materia exclusiva de egiptología en nuestro país: El Boletín de la Asociación Española de Egiptología (B.A.E.D.E.). Entre las actividades permanentes institucionalizadas de la Asociación Española de Egiptología, figuran la organización de cursos de formación egiptológica con la enseñanza de las diferentes disciplinas que integran dicha ciencia: la historia, arqueología, religión, arte, filología y epigrafía (73).

 

Algunas Universidades españolas (74) han propiciado la creación de Institutos Interuniversitarios, que contemplan en su amplia estructura de estudios orientales, sectores de investigación del Egipto faraónico (recientemente en Enero de 1992, se ha creado el Instituto de Estudios Orientales de Barcelona). Estas iniciativas tratan de paliar la casi completa ausencia de la Universidad española en el mundo de la egiptología, a pesar de los meritorios esfuerzos realizados en esta materia, a exclusivo título personal por algunas personalidades del profesorado universitario.

 

El fenómeno sociológico que supone la creación de otras instituciones privadas dedicadas al estudio y promoción de la egiptología se han desatado en nuestro país por otros rincones de la península (75), como un prometedor acontecimiento que asegura la expansión de nuestra ciencia a todos los lugares de España en tiempos muy cercanos.

 

Concluyendo este intento de recopilación de lo que la egiptología ha sido y es en nuestra país, nos parece oportuno señalar dos cuestiones: la primera, una realidad específica en el contexto de los países europeos y occidentales, ciertamente más avanzados que España en el desarrollo y práctica de la ciencia egiptológica. Nuestro país es junto con Italia y Grecia el único de Europa que posee yacimientos arqueológicos en su propio territorio que han entregado y seguirán haciéndolo, piezas egipcias que forman parte de nuestra Historia Antigua (76). Piénsese, por ejemplo que las excavaciones realizadas en Almuñecar en los últimos años “...han revelado que es en esta ciudad (de Andalucía) donde se encontró el más grande conjunto de vasos egipcios en piedra jamás hallados fuera de Egipto” . (77).

 

La Segunda, es la creciente sensibilización con esta realidad derivada de nuestra situación estratégica que convierte a las costas españolas de Levante, en lugar de obligado paso entre el Mediterráneo y el Atlántico. En el primer tercio del siglo XIX, un barco inglés que transportaba diversos restos arqueológicos desde Egipto a Londres, naufragó en la zona de Cartagena, en aguas territoriales españolas. Entre su carga figuraba el sarcófago de piedra del faraón Mikerinos de la Dinastía IV , extraído de su pirámide de Guiza.

 

La posible existencia de este importantísimo vestigio del Imperio Antiguo en aguas territoriales españolas ha originado la declaración del Gobierno de la Nación de 28 de noviembre de 1984 por la que: “...debe considerarse a todos los efectos, iniciada la tarea de dicha recuperación por la Ciencia y la Administración españolas para el incremento del Patrimonio Nacional” (78). En fin, para completar este vivo panorama de auge cultural que las capas sociales de todo nivel interesadas en el conocimiento del Egipto de los faraones, bastará con mencionar la celebración en nuestro país de tres importantes exposiciones de arqueología faraónica en el plazo de poco menos de veinte años (1975-1992). Nos referimos a la muestra “ARTE FARAÓNICO” que se llevó a cabo con piezas venidas del Museo egipcio de El Cairo y con otras procedentes de los fondos del Museo Arqueológico Nacional, desde Octubre de 1975 a Mayo de 1976. Dicha muestra que recogía importantísimas piezas de arqueología egipcia fue exhibida en Madrid, Zaragoza y Barcelona (79).

 

De igual modo, constituyeron un acontecimiento de enorme importancia en el ámbito cultural español las celebraciones de la exposición  de arqueología egipcia “NOFRET-LA BELLA (La mujer en el Antiguo Egipto)”, organizada por la “Organización de Antigüedades Egipcias” y la “Staatliche Sammlung Ägyptischer Kunst” de Munich, bajo la dirección técnica del Profesor Dietrich Wildung, que se celebró en Barcelona y en Madrid desde el 23 de marzo de 1986 hasta el 3 de a gusto del mismo año, (80), y de la que bajo el título “EGIPTO CREADOR DE LA CIVILIZACIÓN” se expuso en el Pabellón de la República Árabe de Egipto en el marco de la EXPO’92 de SEVILLA, durante los meses de abril a octubre del año 1991. (81).

 

La egiptología española sigue escribiendo diariamente las páginas del libro de su historia y profundamente anhelamos que ésta discurra por los más altos caminos con la leal participación de todos cuantos en España amamos al Antiguo Egipto.

 

 

 

 

N O T A S

(1)   TODA Y GÜELL. E.  A través del Egipto. Madrid 1889, 433-444. Toda remite al legajo nº 3.013 de los papeles de Estado entonces depositados en el Archivo General Central del Reino de Alcalá de Henares.

(2)   Se trataba, ni más ni menos, que de una operación de conquista basada en la vulneración de los más elementales principios del derecho internacional. Ver en Toda, Op. Cit, 435-436; descripción de la Memoria del Proyecto formulado por el Conde de Esneval al Rey de España.

(3)   La obra originalmente está editada en francés y en la ciudad de París en 1814. Para este trabajo se ha consultado la edición española de 1982 preparada por Juan Barceló. (Madrid 1982).

(4)   Tercera parte J. BARCELO: Op. Cit. 289-323.

(5)   BARCELO, J. Op. Cit. 289.

(6)   BARCELO, J. Op. Cit. 298.

(7)   HABACHI, L. The obelisks of Egypt: Skyscrapers of the Past. El Cairo 1984; 165.

(8)   BARCELO, J. Op. Cit. 298.

(9)   BARCELO, J. Op. Cit. 299.

           (10) BARCELO, J. Op. Cit.

(11) BARCELO, J. Op. Cit. 328.

(12) LOPEZ, J. “Dos Estatuas Egipcias del Museo Arqueológico Nacional” en   Ampurias XXV (1963). Noticiario Arqueológico 211-214.

(13) SALES FERRE, M. Compendio de Historia Universal.- Edad Prehistórica y Período Oriental: I; IX, (Madrid 1883). Ello no obstante, existen otros trabajos anteriores, reseñables también, como “El Discurso Inaugural del Año Académico de 1865” leído ante la Real Academia Española de Arqueología y Geografía, por el Académico DON ANTONIO BALBÍN DE UNQUERA sobre Arqueología Egipcia, Madrid, 1965. De igual modo se tendrá en cuenta la INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA Y NOCIONES GENERALES DE HISTORIA DE ORIENTE, del Profesor de la Universidad Central de Madrid, D. A. García Moreno, cuyo capítulo VI, págs. 198-247. está dedicado al antiguo Egipto. Madrid, 1878.

(14) MORAYTA, M. “Discurso Leído en la Universidad Central en la Solemne inauguración del Curso Académico de 1884 a 1885”. Madrid, 1884.

(15)MELIDA, J.R.. La Religión Egipcia. Madrid 1884. (Octubre 1888); 34. Sobre las actividades realizadas en relación con la Egiptología por Don José Ramón Mélida, se consultará LARA PEINADO, F.: “Un cultivador de la Egiptología: José Ramón Mélida”. Boletín de la Asociación Española de Egiptología (BAEDE), 3, (1992), 188-193.

(16)DE LA RADA Y DELGADO, J. D. “Las Estatuas de divinidades egipcias (bronces que se conservan en el Museo Arqueológico Nacional”. (Madrid, sin fecha), pag. 623.

(17)PADRO, J. “Eduard Toda, Diplomate Espagnol, Erudit Catalan et Egyptologue du XIX Siècle”. Bulletin de la Societé Française d’Égyptologie nº 113 (Octobre 1988); 34.

También se cosultará MONTERO, T. L’Antic Egipte. Documentació manuscrita de Eduard Toda. Orientalia Barcinonensia, 8. Barcelona 1990.

(18) TODA Y GÜELL, E. Catálogo de la Colección Egipcia. Biblioteca Museo Balaguer. Villanueva y Geltrú, 2ª Ed. 1916; 15, “...Es sólo mi intento, y con lograrlo quedarán recompensaos mis afanes, que esta serie arqueológica que hoy inauguramos pueda servir de estímulo a nuestra estudiosa juventud”.

(19)Esta monografía está incluida en la obra Historia del Antiguo Egipto de RAWLISON, G., Madrid, 1889, que fue adaptada a la lengua española por D. EDUARDO TODA.

(20)TODA Y GÜELL, E. Op. Cit. 1889, 304-305.

(21)PADRO, J. Op. Cit. 35.

(22)TODA Y GÜELL, E. Op. Cit. 1889, 329.

(23)TODA Y GÜELL, E. Op. Cit. 1889, 334.

(24)TODA Y GÜELL, E. Op. Cit. 1889, 338.

(25)TODA Y GÜELL, E. Son Notem en Tebas, Madrid 1887. 12-14.

(26)TODA Y GÜELL, E. Op. Cit. 1889, 332.

(27)TODA Y GÜELL, E. Op. Cit. 1889, 349.

(28)TODA Y GÜELL, E. Op. Cit. 1887,  14-21.

(29)PADRO, J. Op. Cit. 37.

(30)TODA Y GÜELL, E. Op. Cit. 1887, 63.

(31)Una Bibliografía completa sobre la tumba de Sennedyem y sobre E. Toda y Güell, se encuenrra en PORTER B. Y MOSS R. Topographical Bibliography of Ancient Egyptian Hieroglyphic Texts, Reliefs and Paintings. Oxford 1960. Tomo I, Parte I; 1-5; y en PADRO J. Op. Cit. 40-41.

(32)TODA Y GÜELL, E. Op. Cit. 1916;  15-16

(33)La primera fue descubierta en el año 1871 por la familia Abd El Rassul, y en 1881.

(34)DARESSY, G. “Les Cercueils des Prêtres D’Ammon (Deuxiéme trouvaille de Deir-el-Bahari)”. A.S.A.E. Tomo 8 (1907), 20.

(35)Según DARESSY, G. Op. Cit. serían   los sarcófagos (cuatro en total), de: anx.f.n.xnsw (nº 3)

-pA.ir.shrw. (nº 13)

I(i)y. (nº 58) y otro anónimo (nº 128).

Además debieron entrar otras piezas como la caja para Ushebtis de Nes-Nab-Tauy y diversos Ushebtis de esta Cantora de Amon. Ver Martínez Zubía C. “Caja Para Ushebtis del M.A.N.”, en Trabajos de Prehistoria, Vol.31 (1974), 371-380.

(36)TREVIÑO Y VILLA, M. La Escritura Egipcia y su transcripción Castellana en caracteres Neo-latinos. (Misceláneas Egiptológicas nº 1). Madrid 1909. VII-IX.

(37)RAWLINSON, G. Historia del Antiguo Egipto. Madrid 1889. Nota 423.

(38)TREVIÑO Y VILLA, M. Op. Cit. 1909, 51-52.

(39)TREVIÑO Y VILLA, M. Op. Cit. 19091, 65-67.

(40)El otro intento para resolver esta árida cuestión es obra de José Padró de la Universidad Central de Barcelona, quien ha vertido sus conclusiones en el artículo  “La transcripción castellana de los nombres propios egipcios”, en Aula Orientalis, 5  (1987); 107-124.

(41).MELIDA, J.R. Historia de El Arte Egipcio. Madrid, sin fecha; VI-VII. Ver LARA PEINADO, F. Op. Cit., 1992, 191. El Profesor Lara, en su excelente artículo sobre D. José Ramón Mélida, facilita una relación bibliográfica de su obra egiptológica en la que consta como fecha de edición en la Biblioteca Nacional la del año 1897.

(42)RUEDA MUÑOZ DE S. PEDRO G. “1924 y 1928 Las Dos Estancias de “Howard Carter en España”. Boletín de la Asociación Española de Egiptología (BAEDE), 3 (1992). 172-182.

Las conferencias se impartieron el 24 y el 26 de Noviembre de 1924 y el 20  y el 22 de mayo de 1928.

(43)BLANCO Y CARO, R. Un recuerdo del último faraón en el Museo del Prado. Madrid, 1924.

Curiosamente el ejemplar que figura en mi biblioteca, procede de la de José Ramón Mélida, a quién Blanco y Caro lo dedica con estas significativas palabras: “A mi querido maestro D. José Ramón Mélida precursos de los estudios de egiptología en España...”

(44)SEN MONTERO, F. “Semblanza de D. Benito Celada”, en BAEDE. 3 (1992), 3-5, número especial “Homenaje al Padre D. Benito Celada”. El Sr. Sen Montero fue alumno del Padre Celada durante más de treinta años en la Sede del Instituto Arias Montano en el C.S.I.C. de Madrid, y amablemente me ha comunicado diversas notas sobre la biografía de su maestro que se vierten en este trabajo.

(45)Se encontrará la bibliografía completa de la obra del Padre Celada en ARANGÜENA, P. “Bibliografía del Rev. P. Dr. D.Benito Celada Abad”. BAEDE. 3 (1992), número especial “Homenaje al Padre D. Benito Celada”. 6-11-

(46)SEN MONTERO, F. Op. Cit.

(47)ALFONSO HERNAN, E. Compendio de Gramática Jeroglífica del Egipto Clásico. Barcelona 1973.

(48)ALMAGRO BASCH, M. Et alii. Las Necrópolis de Masmas, Alto Egipto. Madrid, 1964, 5. Esta concesión de excavación española en Egipto, la primera de nuestra historia, se otorgó el 28 de Octubre de 1962 por el Gobierno Egipcio.

(49)La Necrópolis meroítica de Nag Gamús (Masmas Egipto). Madrid, 1965.

(50)PELLICER, M. et alii.. Las necropolis Meroíticas del Grupo “X” y Cristianas de Nag el Arab. Madrid, 1965.

(51) The International Rescue campaign at Abu Simbel, Philae and other sites. G. Ed. SÄVE-SODËRBËRGH T. “Temples and tombs af Ancient Nubia”. UNESCO 1987. Annex IV 233-234.

(52)Con carácter general se consultarán para conocer las campañas españolas en Egipto y Nubia, las Memorias de la Misión Arqueológica Española en Egipto y Sudán. Tomos I-IX; 1963-1970.

(53)JARAMAGO CANORA, M. “Dioses leones en el Templo de Debod”. Revista de Arqueología nº 65. (Septiembre 1986), 14-24.

(54)MARTIN FLORES, A. “Templo de Debod”. Museos Especializados. Madrid 1991; 12.

(55)ALMAGRO BASCH, M. “El Templo de Debod”. Madrid 1971. 30-32.

(56)Artículo Primero del Decreto de la Presidencia de la República nº 589/68 de 30 de abril. (Archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores. Dirección General del Servicio Exterior).

(57)Se encontrará una completa bibliografía en PORTER B. Y MOSS, R.L.B. Topographical Bibliography, etc.. Prt. VII, Nubia The Deserts and Outside Egypt. Oxford, 1975, 1-5 y en JARAMAGO CANORA, M. Op. Cit 1988, 34-43). Los textos completos del Templo de Debod y su descripción arqueológica encontraron en DAUMAS, F. et alii. “Debod, Textes Hiéroglyphiques et description archéologique”. C.D.E. Cairo 1960.

(58)NAVILLE, E.  Ahnas el Medineh (Heracleópolis Magna). Egypt Exploration Fund. London 1894.

PETRIE, F. Roman Ehnasya. London 1925. Ehnasya 1904 E.E.F. London 1905.

(59)LOPEZ, J. “Rapport préliminaire sur les fouilles d’Heracléopolis” (1966). Oriens Antiquus, XIII, 1974; 299-316.

(60)LOPEZ, J. “Rapport préliminaire sur les fouilles d’Heracléopolis” (1968). Oriens Antiquus, XIV, 1975; 57-78..

(61)PRESEDO VELO, F.J. “Les dérnières découvertes à Heracleopolis Magna” (1976) Acts of the First International Congress of Egyptology, Berlín, 1979, 525-532.

(62)PRESEDO VELO, F.J. “Heracleópolis Magna” Historia 16 nº 12. 1977. 105-111.

(63)PEREZ DIE, M.C. “Heracleópolis Magna et ses nécropoles. La Troisième Periode Intermédiaire”. Anuuaire de l’École Pratique des Hautes Études. V. Section. Vol XCVII. 1988-1989, 160.

(64)PEREZ DIE, M.C. Y VERNUS, P. “Excavaciones en Ehnassya El Medina” (Heracleópolis Magna). Informes Arqueológicos, Egipto 1. Madrid, 1992. Esta es la primera memoria de excavaciones publicada respecto de las llevadas a cabo por la Misión Arqueológica Española en Egipto. En ella se encontrarán los datos generales de personas que han intervenido en las diferentes campañas, así como una exhaustiva bibliografía de los diferentes informes preliminares y comunicaciones de los responsables en relación a los trabajos realizados desde 1966. Ver pags. 18-19.

(65)Hoja Informativa de la A.E.D.E. nº 11/1993. 4-5. Madrid, 1993.

(66)Archivos de la Asociación Española de Egiptología. Sobre el Yacimiento se consultará “The Nile Delta in Transition 4TH-3RD Millenium B.C.” Proceedings of the Seminar held in Cairo 21-24 October 1990 at the N.I.A.R.E and A.S.”.

(67)Catalogue sistematique et raisonné des curiosités de la nature et de l’art qui composent le cabinet de M. Dávila. París 1767.

(68)A propósito de la colección Egipcia del Museo Arqueológico Nacional se consultarán: MELIDA, J. R. “La Escultura Egipcia en el Museo e Arqueológico Nacional”. (Revista de Archivos, Museos y Bibliotecas). Tomo XVII. Madrid, 1907.

ALMAGRO BASCH et alii. Arte Faraónico. Catálogo de la exposición de Arte Faraónico, Octubre 1975-Mayo 1976. Madrid 1975.

LLAGOSTERA CUENCA, E. Estudio Radiológico de las momias egipcias del Museo Arqueológico Nacional de Madrid. M.A.N. Monografías Arqueológicas nº 5. Madrid 1978.

PEREZ DIE, M.C. Egipto. Guía Didáctica (M.A.N.) Madrid 1985.

PEREZ DIE, M.C. Egipto y Próximo Oriente. ( Sala XXIII y XIV). 1991.

PEREZ DIE, M.C. Historia de la Colección Egipcia de M.A.N. en AEGYPTIACA COMPLUTENSIA I, 17-26. Alcalá de Henares. 1991

No obstante, se echa en falta la publicación de catálogo general que ponga en conocimiento del mundo científico interesado el contenido real de los fondos de la Sección de Egipto y Oriente.

(69)BAQUES ESTAPE, L. “Catálogo Inventario de las Piezas Egipcias del Museo Episcopal de Fich”. Ampurias 33-34 (1972).

“Escarabeos Egipcios de Ibiza”. Ampurias 36-37 (19741979).

“Las Colecciones de Antigüedades Egipcias en los Museos de Cataluña y Baleares”. Comunicación personal. Barcelona 1976.

“Escarabeos egipcios y sellos del Museo Bíblico del Seminario Diocesano de Palma (Mallorca)”. Boletín de la Asociación Española de Orientalistas XXII (1976). 132-149.

(70)JORGE, H. FERNÁNDEZ et alii. Escarabeos del Museo Arqueológico de Ibiza. Madrid 1982. Amuletos de Tipo Egipcio del Museo Arqueológico de Ibiza. Ibiza 1986.

(71)LIZANA SALAFRANCA, J.G. Catálogo de la Colección Egipcia del Museo de Huesca. Huesca 1980. La existencia de piezas egipcias o egiptizantes en otros museos o instituciones públicos como la Real Academia de la Historia, está siendo objeto de investigación por parte de estudiosos como D. Miguel Jaramago Canora. La A.E.D.E. tiene pendiente de publicar el censo de estas instituciones.

(72)Acta constitucional de la Asociación Española de Egiptología (Archivos de A.E.D.E.).

Fueron Socios Fundadores: Dª María del Carmen Pérez Die; D. Francisco J. Martín Valentín; D. Jorge Rubio Campos; D. Miguel Jaramago Canora; D. Fernando Quesada Sanz; Dª Elisa Castel Ronda; Dª María  José Lopez Grande; D. José Angel Gutiérrez Sánchez; Dª Margarita Segarra Muñoz; Dª Isabel Muñoz Romano; D. Juan Rodríguez Lázaro; Dª Concepción Cifredo Egea; D José Segarra Pitarch; D. Antonio Pérez Largacha; D. Miguel Angel Molinero Polo y D. Enrique Francesch Díaz.

(73)Desde su fundación la AEDE, enmarca su trabajo para la formación egiptológica en estrecha colaboración con la Agregaduría Cultural de la Embajada de la República Arabe de Egipto en España.

Ver también “Nouvelles de l’Egyptologie” en el Bulletin de la Société Française d’Egyptologie, nº 111 (Abril, 1988); 3-4

(74)La Central de Barcelona, la de Murcia, la de Salamanca, o la de Sevilla. En otra línea de trabajo la Universidad de Alcalá de Henares (Departamento de Historia Antigua) edita en colaboración con la Asociación Española de Egiptología, la serie “Aegyptiaca Complutensia”, publicación de investigaciones egiptológicas.

(75)En Barcelona se fundó la Societat Catalana de Egiptología, en 1988. Más recientemente, el pasado 23 de marzo de 1994, se inauguró en Barcelona, el Museo Egipcio de Barcelona, bajo el patrocinio de la FUNDACIÓN ARQUEOLÓGICA CLOS, que alberga casi cuatrocientas piezas faraónicas, de la Colección Jordi Clos- Se consultará la obra Los Tesoros del Claris, V.V. A.A., Barcelona, 1994.

(76)Véanse BLÁZQUEZ, J.M. “Los más antiguos objetos egipcios de la Península Ibérica”. Boletín de la Asociación Española de Egiptología. (BAEDE), 3, (1992), 82-83, y PADRO J. Egyptian-type Documents from the Mediterranean Litoral of the Iberian Península before the Roman Conquest (3 Volúmenes). Leiden 1980-1985 y Ops. Cits. 1982 y 1986.

(77)PADRO, J. “Le Rôle de l’Égypte dans les relations commerciales d’Orient et d’Occident au premier Millénaire”.  En A.S.A.E. LXXI (1987). 213-222.

(78)Contestación del Gobierno a la interpelación parlamentaria, formulada por la Diputación Dª Victoria Fernández-España, perteneciente al grupo Parlamentario Popular, relativa al rescate de restos arqueológicos egipcios, en aguas españolas.

(79)ALMAGRO BASCHA et alii. Op. Cit. 1975-1976 y

BAQUES ESTAPE, H. “Crónica de la exposición “Arte Faraónico”. Información arqueológica. Boletín informativo del Instituto de Prehistoria y Arqueología de la Diputación Provincial de Barcelona, nº 22. (1976).

(80)Ver WILDUNG, D. Catálogo de la Exposición Nofret la Bella, la mujer en el Antiguo Egipto. El Cairo 1986, y MARTIN VALENTIN, F.J. “Nofret la Bella”, en información cultural de Coiné, Revista del Patrimonio Histótico nº 4. Julio  1986; 16-19.

(81)ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE EGIPTOLOGIA: Catálogo del Pabellón de Egipto en la Expo’92”. Egipto. Madrid, 1992. Esta muestra comprendía medio centenar de piezas de arte faraónico de todas las épocas, incluyéndose espléndidas obras de joyería, esculturas y relieves.