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Los tesoros perdidos de Tutankhamon |
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Nacho Ares |
Director de Revista de Arqueolog�a |
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Desde que fuera descubierta la tumba de este fara�n hace m�s de ocho d�cadas, m�s de cuarenta piezas del tesoro de Tutankham�n han conseguido salir de Egipto. Unas reposan en museos de Estados Unidos y a otras se le ha perdido la pista. Una historia apasionante que mezcla la arqueolog�a con complicadas herencias y la posterior trama de anticuarios desatada a su alrededor.
A pesar del tiempo transcurrido desde el descubrimiento de la tumba de Tutankham�n, todav�a quedan muchos enigmas pendientes alrededor de la KV 62, nombre que recibe esta tumba seg�n el cat�logo del valle. Uno de los m�s interesantes es el de sus tesoros perdidos. Tuvieron que transcurrir m�s de cinco d�cadas para que se conociera la verdadera historia. Siempre se hab�a pensado que el 26 de noviembre de 1922 Howard Carter, lord Carnarvon, su hija Evelyn Herbert, y el tambi�n arque�logo Arthur Callender, despu�s de varios d�as de trabajo vaciando el pasillo de acceso a la tumba, lograban entrar en la antec�mara. Carter perfor� un agujero en la pared sellada y ech� un vistazo al interior.
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Su rostro se palideci� y la voz se le entrecort�. Carnarvon, impaciente por conocer qu� ve�a su compa�ero, le inquiri�: “�Carter! �Ve usted algo?” Fue entonces cuando el arque�logo, cegado por los destellos de oro que se abr�an paso ante su mirada, solamente pudo decir la c�lebre frase “S�. Cosas Su rostro se palideci� y la voz se le entrecort�. Carnarvon, impaciente por conocer qu� ve�a su compa�ero, le inquiri�: “�Carter! �Ve usted algo?” Fue entonces cuando el arque�logo, cegado por los destellos de oro que se abr�an paso ante su mirada, solamente pudo decir la c�lebre frase “S�. Cosas maravillosas. �Cosas maravillosas!”. |
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Y todos pensaron que abandonaron el lugar hasta el d�a siguiente, d�a en el que, acompa�ados por los inspectores del Servicio de Antig�edades, accedieron al interior de la tumba. Pero no fue as�.
El egipt�logo que sac� a la luz el entuerto fue Thomas Hoving del Metropolitan de Nueva York. Despu�s de estudiar las cartas que compon�an la correspondencia entre Carter y Carnarvon con los miembros de la excavaci�n que pertenec�an al museo americano, Hoving descubri� una historia alucinante. �l la describe como “uno de los secretos mejor guardados en la historia de la egiptolog�a”. Y la verdad es que no le falta raz�n.
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De las cartas se deduc�a que esa misma noche los arque�logos volvieron a hurtadillas a la tumba. Entraron en ella y alcanzaron incluso la c�mara funeraria en donde descansaban los restos de Tutankham�n.
Hoy d�a nadie niega esta evidencia. Incluso se entiende como algo l�gico y humano. Pero siempre se tuvo la sospecha de que en esa avanzadilla, Carter y los suyos pudieran haber cogido alguna pieza de la tumba a espaldas de las autoridades egipcias.
Hoving sigui� las pistas que le ofrec�an las cartas y lleg� a una conclusi�n sorprendente. En su libro Tutankhamun. The Untold Story , (New York 1978) el egipt�logo americano habla de un claro “reparto secreto” de algunas de las piezas procedentes de la tumba, muchas de las cuales, seguramente, proced�an de la entrada en aquella noche de noviembre. |
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La mayor parte de las piezas se encuentra en el propio Metropolitan Museum de Nueva York. Son en total 27 objetos de procedencia variada, principalmente de las colecciones privadas de Carter y Carnarvon vendidas tras la muerte de �stos.
Un primer grupo de objetos era en su mayor�a simples anal�ticas. Esto es, muestras de materiales de diferentes objetos de la tumba para que fueran analizados en los laboratorios del museo.
Hoving menciona otras nueve piezas cuya importancia es m�s significativa: dos anillos de fayenza; dos clavos de plata del segundo ata�d; dos clavos m�s, esta vez de oro, del tercer ata�d; una roseta de bronce dorado del pa�o que cubr�a las dos primeras capillas funerarias; un collar de fayenza azul; y un magn�fico perrito de bronce.
El paquete m�s importante est� compuesto por diez piezas de una calidad extraordinaria, inventariadas en el Metropolitan como objetos “posiblemente procedentes de la tumba de Tutankham�n, pero imposibles de identificar en la lista de Carter”. |
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Entre ellos destacan un anillo de oro con el nombre de Tutankham�n; un fragmento de un mango de oro de un cetro; dos cajas de cosm�ticos con representaciones de unos patos de marfil; un juguete de un perro de marfil con la mand�bula articulada; una jarrita de perfume de alabastro de 7,5 cent�metros de altura decorada con figuras de sirvientas; dos paletas de escritura; un caballo brincando de marfil pintado; y una gacela de marfil. |
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No lejos del coraz�n de la Gran Manzana, en Brooklyn, tambi�n encontramos cuatro hermosas piezas asociadas con Howard Carter y la tumba de Tutankham�n. La primera joya de la colecci�n es una figura femenina de marfil sustentada por una base de fayenza; un gran collar en fayenza; una cucharilla de marfil para ung�entos; y un vasito de cristal azul. Todo este primer grupo proced�a de la herencia de Howard Carter cuya colecci�n privada fue vendida por su sobrina Phyllis Walker.
Otra pieza del Museo de Brooklyn que en este caso procede de una donaci�n de la Colecci�n Guennol realizada en 1947, es un magn�fico saltamontes de marfil. Tambi�n procede de la colecci�n privada de Carter, aunque fue adquirida por un anticuario neoyorkino, Joseph Brummer, quien a su vez se la vendi� a dicha colecci�n.
Otros museos de Estados Unidos tambi�n poseen piezas procedentes de la KV 62. El Museo de Arte de Cleveland, al noreste de Ohio, compr� a mediados de los a�os 70 una pieza interesante. Se trataba de un amuleto de un gato hecho en hematita oscura procedente de la KV 62. La William Rockhill Nelson Art Gallery, en Kansas City, conserva varios fragmentos de oro de un collar procedente de la tumba de Tutankham�n. Finalmente el Cincinnati Art Museum acoge una de las piezas m�s ins�litas. Se trata de un pantera de bronce con ojos de cristal en actitud acechante, con la cola levantada y la cabeza vuelta hacia un lado. Al igual que otros objetos, proven�a de la colecci�n de Carter y muy posiblemente se hallara en la c�mara funeraria de la tumba.
La exhibici�n de estas piezas fuera de Egipto puede justificarse achacando el problema a las circunstancias de la �poca. Pero lo que resulta m�s sangrante son los casos de piezas que han desaparecido del propio museo. No es nada nuevo. Hace algunos meses nos hac�amos eco del regreso a Egipto de la parte inferior del mal llamado ata�d de Amenofis IV, Akhenat�n, desaparecido del propio museo en los a�os 30 del siglo pasado.
Algo similar sucedi� cuatro d�cadas despu�s. En los 70 desapareci� del museo uno de lo bastones del tesoro de Tutankham�n; una magn�fica pieza de �bano en la que lo m�s espectacular estaba en el mango. All� hab�a una representaci�n en oro macizo del dios Kheper, el escarabajo pelotero s�mbolo del devenir y del crecimiento, saliendo de una peque�a flor de loto.
En la actualidad no es dif�cil encontrar r�plicas de este bast�n en los mercadillos de Egipto. En las callejuelas de El Cairo se comenta que el art�fice de la desaparici�n no fue otro que el mism�simo Anwar el Sadat (1918-1981), presidente en la �poca de la Rep�blica �rabe de Egipto. El mismo rumor afirma que el pol�mico bast�n de Tutankham�n fue regalado por Sadat a alguien desconocido. Muy importante tuvo que ser ese personaje para merecer tan solemne presente. Me pregunto si habr�a que mirar en la buhardilla de la casa del ex presidente estadounidense Jimmy Carter en su finca de cacahuetes en Plains (EE.UU.), o mejor en el domicilio del antiguo primer ministro israel� Menajem Beguin (1913-1992) con quien Sadat comparti� Premio Nobel de la Paz en 1978.
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Algo parecido sucedi� recientemente con uno de los estandartes del fara�n. En esta ocasi�n el final fue m�s feliz, ya que la pieza acab� apareciendo, aunque nunca se supo qu� hubo realmente detr�s de esta historia. Su ubicaci�n original estaba en el ala oriental de la planta superior del museo, en donde se conserva la mayor parte de los objetos de la tumba de Tutankham�n. All� hay una vitrina en la que se exhiben varias piezas correspondientes a divinidades egipcias encontradas en la KV 62. Una de ellas es un magn�fico halc�n de madera dorada e incrustaciones de pasta v�trea que representa al dios Gemehsu (Carter 283c) y fue descubierta en el interior de uno de los arcones negros hallados en la c�mara del tesoro.
Pues bien, la historia comienza cuando a mediados de los 90 corre el rumor de que la figura de Gemehsu ha desaparecido y que en su lugar han colocado una copia. No se trataba de una simple restauraci�n. En casos como �stos, siempre se deja una nota en la vitrina informando al visitante de que la pieza se encuentra en el laboratorio. L�gicamente en el museo nadie sab�a nada. |
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La situaci�n se tranquiliz� cuando a los pocos meses volvi� a aparecer la pieza y fue devuelta a su vitrina original, retirando desde entonces de igual forma la r�plica con la que la hab�an sustituido.
El tr�fico de antig�edades en Egipto es algo que est� a la orden del d�a incluso en las esferas m�s altas del gobierno. Algunas piezas del tesoro de Tutankham�n pudieron recuperarse con el paso de los meses o de los a�os. Uno de los casos m�s curiosos es el suceso ocurrido con la pol�mica caja de vino de la Fortnun & Mason en donde apareci� la magn�fica cabeza de Tutankham�n de madera estucada saliendo de una flor de loto y que fue descubierta por los inspectores egipcios, sin ning�n tipo de referencia, ni catalogaci�n en la antec�mara de la tumba.
Howard Carter explic� que esta magn�fica cabeza de 30 cent�metros de altura no hab�a sido inventariada por las prisas, pero que efectivamente apareci� en la antec�mara. Si observamos cualquier reconstrucci�n del aspecto de la KV 62 tal y como apareci� en noviembre de 1922, observaremos que la cabeza en cuesti�n se ubica efectivamente en la antec�mara, frente al lecho funerario con cabezas de vaca Hathor. Sin embargo, si nos fijamos en los dibujos hechos por los dibujantes Walter Hauser y Lindsley Foote Hall, as� como las excelentes fotograf�as de Harry Burton, la cabeza no aparece por ning�n sitio.
Lo mismo sucedi� con la famosa cajita doble en forma de cartuchos coronados con las plumas de Am�n, en los que aparec�a la representaci�n de varios personajes sentados. Se trata de un pieza de oro extraordinaria cuyas medidas son 16 cm de altura, 8,8 cm de anchura y 4,3 de profundidad (Carter 240BIS). Fue utilizada para albergar cosm�ticos y seg�n Carter apareci� en el interior de uno de los sarc�fagos, en la c�mara funeraria.
Nada tendr�a de extra�o esta hermosa caja de perfumes si no fuera por un sutil detalle. Cuando Carter afirm� que hab�a aparecido en el interior de uno de los sarc�fagos, m�s de uno se hizo esta pregunta. Si es as� �c�mo es que la caja estaba sobre la mesa del despacho de Carter en su casa del Valle de los Reyes, a los pocos d�as de que la tumba fuera descubierta? Si realmente apareci� en la c�mara funeraria, tal y como as� fue, no tendr�a que haber sido vista hasta pasado el mes de febrero de 1923. Una vez m�s, Carter iba dejando pruebas de su furtiva entrada a la tumba esa excitante noche del 23 de noviembre de 1922.
Adem�s de estas piezas hay que mencionar otra media docena de ellas hoy recuperadas por el Museo de El Cairo. La primera es un adorno de oro procedente de un broche en el que aparece Tutankham�n lanz�ndose en su carro de guerra. El objeto procede de un regalo hecho por lord Carnarvon al rey de Egipto Fuad (1868-1936). En 1952, el hijo de �ste, el entonces rey Faruk (1920-1965) se lo devolvi� al pa�s antes de abdicar y marchar para M�naco.
El mismo Faruk parece haber sido la v�a de devoluci�n de otro pu�ado de piezas, cuatro o cinco anillos de oro y fayenza, que salieron de Egipto hacia Inglaterra. M�s tarde se devolvieron gracias al gesto de la sobrina de Carter. Al parecer, cuando Phyllis Walker descubri� tras la muerte de Carter en 1939 que estos anillos llevaban el nombre de Tutankham�n, se los envi� inmediatamente a Faruk.
Recientemente ha saltado a la palestra otra pieza posiblemente procedente de la tumba de Tutankham�n. En esta ocasi�n se trata de una m�scara de madera. Se conserva en la actualidad en el museo parisino del Louvre y seguramente debi� de formar parte en la Antig�edad de la tapa de alg�n ata�d. Este detalle se deduce de las cuatro pesta�as que posee la pieza por la parte de atr�s y que demuestran que en realidad esta m�scara deb�a colocarse sobre otra pieza de madera. La art�fice del hallazgo es la egipt�loga americana Susan E. James. Seg�n el museo del Louvre, la E 11647, numeraci�n que recibe la pieza, se trata de una m�scara de madera (quiz�s habr�a que escribir “m�scara” tal y como hace la propia Dra. James) con incrustaciones de pasta v�trea que forman ojos y cejas. Sus medidas son 18 cent�metros de alto, 17 de ancho y 8,8 de grueso. En los archivos del museo figura �nicamente como “XVIII dinast�a.” Patricia Rigault, a la saz�n documentalista del museo, afirma que la E 11647 fue adquirida en el mercado de antig�edades por esta instituci�n en el a�o 1921, pocos meses antes del descubrimiento de la tumba de Tutankham�n. �Pudo cambiarse la fecha de compra para evitar sospechas sobre su posible procedencia?
La Dra. James insiste en el hecho de que al igual que la gran mayor�a de las piezas extra�das de la tumba de Tutankham�n, esta misteriosa m�scara de madera no posee ning�n texto que la identifique. �Procede realmente este tesoro del Louvre de la KV 62? No lo sabemos. Posiblemente s�, pero tampoco hay que dar la espada a un hecho evidente. Si realmente procede de este lugar por fuerza debi� de haber estado ensamblada en alg�n ata�d, m�scara o escultura. Pero todas las piezas de madera de la KV 62 susceptibles de haber albergado la E 11647 no encajan con esta posibilidad. Tanto el maniqu�, como los ata�des y el resto de figuras de la tumba est�n al completo. Tambi�n es posible que fuera dejada sobre el suelo de la Antec�mara o de la C�mara del Sarc�fago por los sacerdotes que reorganizaron de forma precipitada el cierre y nuevo sellado del sepulcro despu�s de que seguramente, fueran apresados in fraganti los autores del robo, cuando el ata�d en cuesti�n o la escultura desapareciera. Pero tambi�n es posible que el conjunto se vendiera completo y que todav�a ronde en cualquier colecci�n privada o en alg�n museo, hoy perdido, el resto de la obra de arte, algo parecido a lo que ha sucedido con el ata�d descubierto en la KV 55. |
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Hace m�s de una d�cada la prensa de todo el mundo se hizo eco de una noticia estremecedora. Realizando el inventario de algunas piezas arqueol�gicas en el castillo de Highclere, propiedad de lord Carnarvon, aparecieron en dobles fondos de las paredes algunas piezas egipcias de cuya existencia se hab�an olvidado para siempre todos los miembros de la casa a excepci�n de uno de los mayordomos. Esta historia que parece de pel�cula, sucedi� en la primavera del a�o 1988. Sirvi� para volver a hablar de Tutankham�n y c�mo no, de la controvertida maldici�n que siempre rode� a la figura del Quinto Conde de Carnarvon y al Fara�n Ni�o. Pero en Highclere nadie se acordaba de esas piezas egipcias porque tras la muerte del conde en 1923, parece que todo vestigio egipcio se quiso cubrir con el insondable velo del olvido. Y el tiempo hizo el resto. |
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La mayor parte de la prensa, desinformada, habl� del descubrimiento de los tesoros perdidos de Tutankham�n. Sin embargo, todas las piezas que aparecieron en Highclere detr�s de paredes falsas, al mejor estilo de las pel�culas brit�nicas de terror, eran realmente fragmentos de figuras y vasos de �poca sa�ta y ptolemaica, y alg�n trozo de la dinast�a XVIII, del per�odo de Amenofis III o posterior. Pues bien, es imposible que en el castillo mansi�n de los Carnarvon apareciera algo de Tutankham�n, por la sencilla raz�n de que todo lo que ten�an de este rey ya hab�a sido vendido hac�a mucho tiempo. |
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Descripci�n |
Instituci�n |
n� |
Procedencia |
1 |
Frag. cuarcita del sarc�fago |
Metropolitan |
1 |
HC An�lisis |
2 |
Copa con restos fluido de la momificaci�n |
Metropolitan |
1 |
HC An�lisis |
3 |
Frag. madera dorada de la cuarta capilla |
Metropolitan |
2 |
HC An�lisis |
4 |
Trozo de lino del sudario |
Metropolitan |
1 |
HC An�lisis |
5 |
Frags. esterillas de la c�mara funeraria |
Metropolitan |
2 |
HC An�lisis |
6 |
Frag. lino entre capilla ext. y segunda |
Metropolitan |
1 |
HC An�lisis |
7 |
Anillos fayenza Nebkheperura |
Metropolitan |
2 |
Col. LC |
8 |
Clavos plata segundo ata�d |
Metropolitan |
2 |
Col. LC |
9 |
Clavos oro tercer ata�d |
Metropolitan |
2 |
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10 |
Roseta bronce dorado pa�o funerario |
Metropolitan |
1 |
HC |
11 |
Collar fayenza azul antec�mara |
Metropolitan |
1 |
|
12 |
Perrito de bronce de la antec�mara |
Metropolitan |
1 |
|
13 |
Anillo de oro |
Metropolitan |
1 |
�HC o LC? |
14 |
Mango de oro de un cetro |
Metropolitan |
1 |
|
15 |
Cajas de cosm�ticos con patos de marfil |
Metropolitan |
2 |
Col. HC |
16 |
Juguete de un perro de marfil |
Metropolitan |
1 |
Col. HC |
17 |
Jarra de perfume de alabastro |
Metropolitan |
1 |
Col. HC |
18 |
Paletas de escritura |
Metropolitan |
2 |
Col. LC |
19 |
Fig. de un caballo de marfil pintado |
Metropolitan |
1 |
Col. LC |
20 |
Fig. gacela de marfil |
Metropolitan |
1 |
Col. LC |
21 |
Fig. femenina de marfil con base de fayenza |
Brooklyn |
1 |
Col. HC |
22 |
Collar amplio de fayenza |
Brooklyn |
1 |
Col. HC |
23 |
Cuchara de marfil para aceites |
Brooklyn |
1 |
Col. HC |
24 |
Vaso de cristal azul |
Brooklyn |
1 |
Col. HC |
25 |
Saltamontes de marfil |
Brooklyn |
1 |
Col. HC |
26 |
Amuleto de un gato |
Cleveland |
1 |
Col. HC |
27 |
Frags. collar de oro |
Kansas |
�? |
M�dico HC |
28 |
Pantera de bronce con ojos de cristal |
Cincinnati |
1 |
Col. HC |
29 |
Ornamento de oro del rey sobre un carro |
Cairo |
1 |
Fuad de LC |
30 |
Anillos de oro y fayenza |
|
5 |
Fuad de HC |
|
N�MERO TOTAL PIEZAS |
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42 |
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BIBLIOGRAF�A |
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Nacho Ares, Tutankham�n. El �ltimo hijo del sol , Madrid 2002. |
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Howard Carter, La tumba de Tutankham�n , Barcelona 1988. |
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Howard Carter, Tut-Ankh-Amen. The Politics of Discovery , London 1997. |
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Susan James, “A Lost ‘Mask' of Tutankhamen?”, KMT vol. 13 n� 1, spring 2002, 62-66 |
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Thomas Hoving, Tutankhamun: The Untold Story , New York & Harmondsworth 1978. |
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