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LOS ORIGENES DEL HOMBRE EGIPCIO.

Caracter�sticas �tnicas, aspectos hist�ricos y ling��sticos.

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Por Francisco Mart�n Valent�n.

Director del I.E.A.E.

La llamada raza din�stica:

La determinaci�n de la raza a la que pertenecieron los pobladores del Antiguo Egipto constituye uno de los tema preferidos de discusi�n entre especialistas.

Desafortunadamente todas las cuestiones �tnicas o antropol�gicas est�n siempre tenidas y contaminadas por el �utilitarismo pol�tico� de turno. Por esa raz�n este tema ha sido deliberadamente manipulado a conveniencia de cada cual en seg�n que momento de nuestra historia mas reciente. Las �ltimas corrientes investigadoras quieren ver en la civilizaci�n egipcia la expresi�n m�s elevada de una civilizaci�n africana negra.

La egiptolog�a actual tiene, no obstante, la obligaci�n cient�fica de investigar objetivamente esta cuesti�n. Ello debe hacerse desde la prudencia, la independencia y el rigor. Se trata b�sicamente de reivindicar la aut�ntica naturaleza de la personalidad y esencia del antiguo pueblo egipcio, del cual es heredera toda la humanidad. Podemos afirmar de modo somero la configuraci�n de la geograf�a f�sica de Egipto para entender la l�gica planteada.

Egipto se desenvuelve desde siempre en torno y a lo largo de la arteria vital que constituye el r�o Nilo. Este r�o cuya longitud alcanza los 6.711 kil�metros desde el coraz�n de la actual Uganda, en el centro de �frica, hasta el Mediterr�neo, ha sido y es, el camino de descenso hacia el mar, no solo de los nutrientes limo inundatorios, sino de las sangres y las culturas africanas que han bajado desde el sur hacia el norte, a lo largo de sus orillas, desde el principio de los tiempos durante toda la historia de Egipto. Cada una de las dos orillas del r�o, supuso, a su vez, una especie de ventana o puerta de acceso a otros dos mundos diferentes. Por Occidente, en el desierto libio y a lo largo de la ribera mar�tima del mar Mediterr�neo una concurrencia de pueblos que se vieron acosados por la progresiva desecaci�n del Sahara, vino a asentarse en oleadas sucesivas desde las altas mesetas rocosas hasta la misma orilla pantanosa del r�o. De la parte de oriente, se produjeron infiltraciones permanentes a trav�s de dos v�as b�sicas: el Delta oriental y la prolongaci�n natural del pasillo sirio, a lo largo del Mediterr�neo, puerta abierta a todas las razas y pueblos cuya procedencia �ltima tendr�a su origen, de una parte, en el Asia central y las �reas mesopot�micas y, de otra, en las orillas ribere�as con el Mar Rojo a las que acced�an gentes a trav�s de la pen�nsula del Sina�, procedentes de la actual pen�nsula ar�biga. El valle y el delta fueron el crisol donde todas estas aportaciones sangu�neas de origen kamito-Jchadiano-Berebero-Sem�tico, se amalgamaron formando un nuevo genotipo: la raza egipcia.

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El nacimiento de la lengua y la escritura.

En la mezcla resultante del encuentro de los dos grupos africanos, sem�ticos y ber�beres, el grupo humano del este, veros�milmente el mas importante, parece que dio a la lengua egipcia una fuerte coloraci�n sem�tica tanto en su estructura como en su vocabulario. Sin embargo tambi�n posee grandes elementos que lo emparientan con lenguas africanas empleadas en el �mbito nil�tico y sudan�s, tales como el somal�, el gala, el saho o el afar. Si las razas se mezclaron en el valle, tambi�n lo hicieron sus lenguas, nada mas natural. La creaci�n del sistema jerogl�fico no result� como consecuencia de un proceso lineal. Se trat� de un sistema que prevaleci� sobre otros que se intentaron. Sin duda es heredero de los pictogramas que se ven sobre ciertas cer�micas de la �poca prehist�rica.

La escritura jerogl�fica fue el soporte para integrar s�lidamente ente s�, en una solo lengua, las diferentes aportaciones ling��sticas de los pueblos que acudieron a poblar el valle del Nilo. Una sola cultura, una solo escritura, un solo pueblo eran las premisas de los reyes de la unificaci�n. La ausencia de las vocales en la escritura y la presencia de los determinativos permit�an a cualquier escriba fuera oriundo del norte o del sur, descifrar una texto oficial.

Los aspectos hist�ricos.

Los testimonios de la vida humana en el valle del Nilo se remontan al Paleol�tico Inferior, como atestiguan los hallazgos de �tiles de piedra. Hacia el quinto milenio aparecen en Egipto los primeros grupos de cultura neol�tica que parecen haberse mezclado o superpuesto a los grupos ya existentes en el valle. Solo esta posibilidad permitir�a comprender los aspectos heterog�neos del neol�tico egipcio.

En un proceso de colonizaci�n interna y de fusi�n de componentes culturales dispares surgi� una cultura propia, realmente egipcia. En los umbrales del cuarto al tercer milenio se produjo la formaci�n del estado fara�nico y el surgimiento de la civilizaci�n egipcia. El yacimiento de Merimde Beni-Salam�, en el Bajo Egipto, situado en el v�rtice sur del borde occidental del Delta del Nilo, constituye el mas antiguo del neol�tico egipcio. Su periodo cronol�gico abarca desde el sexto al quinto milenio antes de Cristo.

Hay otros yacimientos en el Omar� y en Kelu�n, cerca de El Cairo que se corresponden con el periodo cronol�gico de Merind�. Los asentamiento de �poca m�s reciente en el Bajo Egipto se han encontrado en la localidad de Maadi, tambi�n al sudeste de El Cairo. Los materiales hallados en Maadi, incluidos restos de mineral de cobre para uso cosm�tico, parecen indicar la posibilidad de un gran entramado comercial y pol�tico de esta zona con el sur de Palestina y el Oriente Pr�ximo. Pero la gente de Maadi tambi�n se relacionaba con los habitantes del sur del valle en el Alto Egipto. Por ejemplo esto se nota en la cer�mica roja, primero importada y luego fabricada y las paletas de esquisto, tambi�n tra�das del Alto Egipto. As� pues, este lugar era un punto de transito en las relaciones comerciales entre el Alto Egipto y los pueblos del Oriente Medio. En el sur se daban en estos momentos (hacia el 4400 a.de C) focos culturales representados b�sicamente por el Badariense, cuyos yacimientos se han encontrado en las inmediaciones de Assiut en el Egipto Medio. A la cultura de Badari le sucede, en el Alto Egipto la de Nagada, la mas importante de las culturas prehist�ricas en el sur.

Convencionalmente dividida en tres grandes fases (I a III) nos ofrece el hilo conductor que nos lleva directamente a la fundaci�n del Estado Egipcio. Una caracter�stica decisiva de la cultura de Nagada es su din�mica geogr�fica. Partiendo de su foco geogr�fico situado en el meandro que el r�o hace a la altura de la actual ciudad de Quena, en principio se fue expandiendo hacia el norte hasta la actual Assiut y hacia el sur, hasta m�s all� de la primera catarata.

Las distintas fases de la cultura nagadiense van mostrando la evoluci�n cultural de sus integrantes. Asentamientos regulares, cementerios, �tiles cer�micos rojos con boca negra, esculturas vinculadas con la fertilidad, paletas de esquisto con formas de animales, vasijas de marga con representaciones de barcos que discurren por el r�o nos muestran el avance cultural de los pobladores del Alto Egipto. Se advierte la creaci�n de una �lite del periodo Nagada II que funda ciudades amuralladas que controlan grandes superficies con asentamientos agr�colas. Tambi�n se han descubierto espacios ceremoniales que recuerdan a las primeras instalaciones din�sticas para la celebraci�n de los festivales Sed. En Hierac�mpolis, al sur de Luxor, se encontr� una hermosa tumba privada pintada (la llamada n� 100), en la que se ven representadas escenas de navegaci�n, caza y lucha entre hombres que proclaman abiertamente el anuncio de los tiempos hist�ricos.

De esta manera entramos en lo que la memoria hist�rica del pueblo egipcio identific� como �la �poca legendaria� que fue previa a la hist�rica y que constituye un banco nebuloso donde parece que arranca todo lo fara�nico. Se trata de la idea del inicio mismo de la raza din�stica. Los textos no cuentan nada y tampoco nos hablan de los Shemsu Hor (Seguidores de Horus), t�rmino que sirve para designar a los reyes m�ticos que, al parecer, precedieron a las dinast�as hist�ricas. Se trata de relatos orales, transmitidos entre los sacerdotes que hablan de que los primeros reyes de Egipto fueron los propios dioses, los creadores del mundo, conforme nos relata el ciclo heliopolitano. Despu�s intervinieron los semi-dioses, hijos de los anteriores . Despu�s de las dinast�as divinas y las semi-divinas, se contabilizaban por los sacerdotes una serie de reyes no determinados, a los que segu�an treinta reyes menfitas y despu�s de ellos, diez reyes tinitas. El documento que recoge los anales reales mas antiguos que conocemos, el Papiro de Tur�n , varia ligeramente esta descripci�n.

En suma, para los egipcios el conjunto de los semi-dioses, los esp�ritus ancestrales y los hombres que reinaron antes de la dinast�a I formaron el conjunto de los llamados � seguidores de Horus �. El �nico documento precioso que se refiere al final del periodo legendario, la llamada Piedra de Palermo , representa a una serie de personajes que llevan la corona roja del Bajo Egipto de los que nos facilita los nombres que para nada se parecen a los nombres egipcios habituales, tales son Seka, Jaau, Tiu, Tchesh, Neheb, Uadyined y Mehe.

Quiz�s estos formaron parte de la lista manetoniana de los reyes menfitas y, en tal caso, los tinitas deber�an ser identificados con algunos de los propietarios de los monumentos de Abidos que habitualmente han sido integrados dentro de la dinast�a I , y que, en puridad, deber�an ser considerados como los inmediatos antecesores de Menes, el unificador.

Conclusiones.

No se puede negar que la aportaci�n de sangre extranjera a la poblaci�n egipcia no ces� a lo largo de toda su historia, igual que hoy mismo sigue sucediendo. La afluencia de invasores, ya fueran estos asi�ticos o negros del sur, sigui� marcando las modificaciones gen�ticas del pueblo de los faraones pero no se puede ignorar que aquellos rostros antiguos siguen poblando los d�as y las noches de Egipto. Esto es v�lido tanto en el caso del actual pueblo copto, que se reputa ser el mas directamente descendiente de los antiguos egipcios, cuanto en el de la poblaci�n campesina del valle y el delta. No es exagerado, pues, afirmar a guisa de conclusi�n final que el hombre egipcio no fue nada especialmente diferente del que, en rasgos generales, se puede ver hoy en d�a en Egipto. Para hablar con propiedad se ha de considerar que Egipto esta poblado hoy una masa de Coptos islamizados que si bien ha soportado a lo largo de siglos, tras la invasi�n �rabe, las mezclas con razas venidas de Asia, �frica o el Mediterr�neo, han mantenido estable un prototipo de hombre que fue la materia prima con que se construy� una de las civilizaciones m�s esplendentes de la humanidad. Ellos son los herederos de aquellos que descubrieron antes que nadie la inmortalidad y los dioses, los que inventaron la vida a las orillas del Nilo eterno.

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