LOS CORTESANOS DE AMEN-HOTEP III.

 

Por D. Francisco Martín Valentín

Director del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto

Conferencia impartida en el Museo Etnológico Nacional de Madrid.
Madrid, 21 de Abril de 1992.
Correo: [email protected]

 

Al ascender Amen-Hotep III, al trono de Egipto, aproximadamente, en el año 1364 a. de. J.C., la civilización egipcia ha llegado a su apogeo. Las fronteras del Imperio Asiático alcanzan Mitanni en el Eúfrates, en tanto que por el Sur van hasta más allá de la 5ª Catarata, en el corazón de la Nubia. Las expresiones de organización política, de cultura, en suma, de refinamiento, habían alcanzado las cotas más altas jamás superadas antes, ni emuladas con éxito después de esta gloriosa época.

El Imperio Nuevo alcanza su clímax en este momento histórico en el que las postrimerías de la Dinastía XVIII, nos dejan perplejos al contemplar hoy los bellísimos y delicados restos que nos acercan a ese punto prodigioso del pasado faraónico.

El reinado de Amen-Hotep III, tuvo una duración de 39 años, durante los cuales su fastuosa Corte, en Tebas, Capital del Sur, y en Menfis, gran urbe del Norte, estuvo integrada por una serie de personajes, tan íntimamente unidos a la vida del monarca y su familia, que, en gran medida se puede decir que los frutos esplendorosos de este reinado fueron el reflejo de algunos de los grandes hombres que integraron las escalas funcionariales y la nobleza palaciega del momento.

El Imperio Nuevo alcanza su clímax en este momento histórico en el que las postrimerías de la Dinastía XVIII, nos dejan perplejos al contemplar hoy los bellísimos y delicados restos que nos acercan a ese punto prodigioso del pasado faraónico.

El reinado de Amen-Hotep III, tuvo una duración de 39 años, durante los cuales su fastuosa Corte, en Tebas, Capital del Sur, y en Menfis, gran urbe del Norte, estuvo integrada por una serie de personajes, tan íntimamente unidos a la vida del monarca y su familia, que, en gran medida se puede decir que los frutos esplendorosos de este reinado fueron el reflejo de algunos de los grandes hombres que integraron las escalas funcionariales y la nobleza palaciega del momento. La ciudad de Tebas, capital del mundo, era sin embargo un lugar donde el polvo y las moscas se mezclaban con gentes llegadas de todos los países. A sus muelles amarraban barcos venidos de todas las partes del mundo conocido. Todas las lenguas el Imperio se oían en sus calles. Los Templos de los dioses, los palacios magníficos, las villas de los nobles con sus frescos y verdes jardines, marcaban el aspecto de esta ciudad que también tenía sus barrios populares de callejas estrechas y malolientes.  

Esta ciudad y sus gentes nos son cercanas en la medida que conocemos las tumbas y otros restos de la época. En sus pinturas y relieves se nos ofrecen los nobles señores y sus esposas e hijos, en un perfecto orden de clase dirigente, pero también el pueblo llano, hombres de todos los oficios y profesiones, sacerdotes de grados menores, artesanos, pequeños funcionarios, agricultores, obreros, etc...

  De ellos sabemos nada y... todo. Sin embargo, este reinado de Amen-Hotep III nos ha proporcionado el conocimiento de una serie de personajes, sus cortesanos, sus hombres sabios, sus altos funcionarios militares y civiles que ilustran mejor que otras muchas consideraciones sobre la época, el glorioso momento en el que este rey era el Señor de las dos Tierras y el dominador de los Nueve Arcos. Es decir, del mundo entero.  

LOS GOBERNANTES

Como es sabido, el gobierno del país en nombre del Faraón, estaba encomendado a personalidades del más alto  rango que poseían, entre otros muchos títulos el de Visir. Del reinado de Amen-Hotep III, conocemos a un Visir del Sur  y a otros dos del Note, de uno de los cuales se he encontrado la tumba en la necrópolis de Sakara por A. Zivie. Se trata del Visir del Norte Aper-El.

Este personaje de indudable ascendencia asiática, y que es objeto en estos momentos de un detallado estudio a partir de los únicos restos conocidos, hallados en su tumba, gobernó desde Menfis, la capital del Norte, en las postrimerías del reinado de nuestro Faraón.

Otro Visir del Norte conocido a través de diversos documentos e inscripciones rupestres, el Visir Amen-Hotep, ocupó dicho cargo durante gran parte del reinado y luego, el de Visir del Sur, a partir del año 31 de Amen-Hotep III.  

De cualquier modo, el personaje mejor conocido que ocupó el Visirato del Sur, con capital en Tebas, fue Ramose. Su memoria ha llegado hasta nosotros, fundamentalmente, a partir de la magnífica capilla funeraria de su tumba en Gurnah (la nº 55 de la Necrópolis tebana). Ramose procedía del Norte, donde su padre, Nebi ostentaba el cargo de Administrador de los ganados y de los graneros de Amón. Debió subir al visirato alrededor del año 28 de Amen-Hotep III, y su gobierno duró escasamente tres años. Estos tres años fueron de una importancia vital por los acontecimientos que debieron acaecer, tales como la ruptura del Corregente Amen-Hotep IV con el Clero de Amón de Tebas y el inicio del Cisma Amarniense.

Ramose, hombre muy bien relacionado, probablemente familiar de influyentes personajes como Amen-Hotep, hijo de Hapu, del que más tarde hablaremos, fue sin duda, el eje de todo un cuerpo de cortesanos que rodeaban al Faraón Amen-Hotep III en su grandioso palacio, construido en la orilla occidental, en el lugar hoy llamado Malkata.  

Por lo que sabemos, Ramose fue un fiel servidor, tanto de Amen-Hotep III como de Amen-Hotep IV, y su tumba recoge la primera representación conocida en el llamado estilo heterodoxo o amarniense, junto al resto de su decoración, de exquisito nivel artístico dentro del clásico canon tebano.

Ramose trató de ajustarse a los nuevos vientos revolucionarios que amenazaban con arrasarlo todo pero, sin duda, pereció en el intento junto con otra serie de funcionarios que, representativos del viejo sistema bajo la influencia del Amón tebano, debieron ser igualmente aniquilados, como veremos más adelante.  

Oigamos ahora la hermosa plegaria que Ramose dirige en su tumba al dios Osiris, dios de los muertos, junto con su amada esposa la Cantora de Amón, Merit Ptah:

            “Vengo ahora en paz, habiendo terminado mi tiempo de vida en los favores del dios perfecto. He hecho aquello que deseaban los hombres con lo que se alegran los dioses. También he hecho lo que ama el Rey durante el tiempo que he vivido; no he transgredido sus órdenes, no he cometido ninguna mala acción contra el pueblo. He practicado la justicia sobre la tierra, pues conozco que no cesas de alabar al hombre cuyo corazón vive en la verdad y no ha cometido actos impíos...”.  

LOS PONTÍFICES DE AMON.

Otro importante colectivo de la aristocracia palatina eran, a pesar de las continuas luchas por dominar el poder, los intrigantes y poderosos Sumos Sacerdotes de Amón.

Desde los tiempos de Thutmosis III, el Sumo Sacerdote de Amón de Tebas, intervenía en el ejercicio de la soberanía del Señor de las dos Tierras. En cierto modo, daban y quitaban el trono de Egipto.

Las personas que ejercían este cargo que llevaba consigo el de “Inspector de todos los Templos de Egipto”, eran tan influyentes y poderosos como difícilmente podamos imaginar. El enfrentamiento entre la casa real y el clero de Amón fue una constante lucha política desde los tiempos en que el oráculo de Amón designó al príncipe Thutmosis (luego Thutmosis III) como heredero legítimo del trono en una procesión ritual del dios en su Templo de Tebas.

Por esas razones, los faraones Amen-Hotep II y Thutmosis IV, habían hecho cuanto les fue posible por apartar del poder político al sacerdocio de Amón. Durante muchos años, el  Sumo Pontífice de Amón, fue esencialmente tan solo una alta personalidad religiosa de Tebas. Sin embargo, durante el reinado de Amen-Hotep III se produce un nuevo intento del Clero de Amón por tomar las riendas del poder político, lo que no sucedía desde los tiempos de la reina Hatshepsut unos cien años antes.  

Durante el reinado de Amen-Hotep III, conocemos a los Sumos Sacerdotes Amen-em-hat, Bak-en-jonsu, Meri-Ptah y posteriormente al año 20 y antes del año 28 a Ptah-mose. Con este último, los Pontífices de Amón vuelven a convertirse en hombres de Estado como lo fueron antes de Hapu-seneb y Men-Jeper-Re-seneb, en tanto nuestro hombre alcanzó el Visirato del Sur al mismo tiempo que el Sumo Pontificado.

Sabemos que era “Director de todos los trabajos del Rey”. Su esposa se llamaba Ipeny “Superiora de las concubinas de Amón”, y debió ejercer el Visirato del Sur hasta el momento en que Ramose le sucedió en el cargo.

Los únicos restos conocidos de Ptah-mose son la estela nº 88 del Museo de Lyon y un precioso shauabti procedente de Abydos, existente en el Museo de El Cairo. Su tumba aún no se ha encontrado. Con Ptah-mose se cierra gloriosamente la lista de los Sumos Sacerdotes de Amón de la Dinastía XVIII. Jefe de todos los sacerdotes del país, Visir del Sur, ministro de los trabajos del Rey, era sin duda el personaje más poderoso del Estado y el Clero que dirigía formaba el cuerpo más poderosamente constituido y más rico del reino. Los Faraones, obligados cada día a recompensar a sus servidores, no conservaban nunca mucho tiempo el beneficio de sus empresas: el oro y la plata, las tierras, las piedras preciosas, los esclavos, salían todos de su control apenas habían sido conquistados... El dios Amón al contrario, recibía todo a perpetuidad y no entregaba jamás nada: acumulaba los metales preciosos, añadía los viñedos y los prados, los estanques con peces y los bosques de palmeras, las granjas y los poblados y en cada reinado que pasaba añadía más hojas a la larga lista de sus propiedades sacras.  

Esta situación no podía sino atraer la reacción del Palacio Real. A pesar de proclamarse hijo carnal de Amón y haber elevado al dios monumentos tan extraordinarios como el Templo de Luxor, Amen-Hotep III intentó, sin duda, restar influencia al poder espiritual. La elección sucesiva de los tres Sumos Sacerdotes de Amón, Amen-em-Hat, Bak-en-Jonsu y Meri-Ptah “Pontífices Religiosos” que fueron exclusivamente ministros de su dios es un dato significativo. El brillante pontificado de Ptah-mose no indica más que una pasajera reacción del poderío de Amón, para tratar de controlar de nuevo todo el poder del Estado.

Cuando Ptah-mose desaparezca de la escena pública estaremos en presencia de la gran crisis político-religiosa del reinado de Amen-Hotep III; Amen-Hotep IV, el futuro Aj-en-Aton, propiciaría una ruptura total con el Clero de Amón y una intolerancia y persecución de los demás dioses a favor del dios Aton.

 

“LOS HIJOS REALES DE KUSH”:

Otra institución importante del Imperio Nuevo, son los llamados Virreyes de Nubia. Hasta Thutmosis IV, ostentaban el título de “Hijos Reales”, “Jefes del País del Sur” y a partir de este Faraón se llamarán “Hijo Real de Kush”.  

Pues bien, estos gobernadores reales de la Nubia egipcianizada eran fundamentales en la estructura del poder real. Normalmente eran personas muy allegadas a la casa del Faraón cuando no directamente emparentados con la familia real. Su título así parece indicarlo. De hecho en los reinados de Thutmosis IV y Amen-Hotep III, los “Hijos reales de Kush” llevan también el título de “Flabelífero a la derecha del Rey”, lo que indica las relaciones íntimas y personales establecidas entre el Faraón y su Gobernador de las tierras del Sur de Egipto.  

   

LOS FAVORITOS DEL REY:

Los Cortesanos de Palacio eran gentes todas ellas relacionadas muy directamente con la familia Real, ya lo hemos visto. Pero aunque los cargos de Gobierno y la Administración estaban ocupados por personas de confianza con cometidos concretos dentro de sus ámbitos respectivos de poder, existió otro tipo de “cargo”, si así lo podemos llamar, puesto que se trataba de una situación específicamente personal e irrepetible, en función de la alta confianza que merecía a Amen-Hotep III la persona en cuestión.  

Esta persona, en la cual concurrían todas “la claves auténticas” del poder, más allá de las concretas competencias de los demás, fue el gran Amen-Hotep hijo de Hapu. Podríamos decir sin temor a equivocarnos que, mientras vivió sirviendo a su faraón, Amen-Hotep hijo de Hapu, familiarmente llamada Huy, fue un auténtico “Alter Ego” de Amen-Hotep III. Su voluntad era la de su Señor, él decidía la marcha de los asuntos del Estado y de la Casa Real: él, en suma, fue la persona que llevó las riendas del poder en Egipto hasta el año 31 de Amen-Hotep III, en que falleció. Su muerte propició sin duda la gran catarata de cambios que desembocaron en la ruptura de Aj-en-Aton.  

Su desaparición trajo consigo el terror de los funcionarios y cortesanos fieles a Amen-Hotep III, comprometidos con el poder tradicional. Todos ellos fueron desapareciendo de la escena política, y podríamos decir, de la vida misma, en un plazo de 7 años siendo unos desposeídos de sus funciones otros desterrados y otros, probablemente asesinados.

Pero volvamos a nuestro hombre. ¿Qué importancia pudo tener para, trascendiendo a su propia época, ser divinizado en tiempos de Ptolomeo Evergetes II, mil años después de su muerte?. ¿Qué nivel alcanzó su gran reputación de habilidad y sabiduría para que Manetón lo incluyera entre los dioses mejor que entre los hombres?.  

Sabemos que era originario de Athribis en el Delta, y que sus antecesores ostentaron ciertos cargos administrativos y sacerdotales locales a favor de su dios el Horus Jent-Jety.

Su carrera, su ascenso al poder, nos son conocidos a través de la inscripción biográfica del personaje existente en una de sus estatuas (hoy en el Museo de El Cairo) y que fue encontrada delante del tercer pilono de Karnak junto a la cara Oeste del Obelisco de Thutmosis I. Refiriéndose a sí mismo, Amen-Hotep hijo de Hapu nos dice:  

“El escriba del Rey, su amado, Amen-Hotep, dice: Yo fui un Grande, colocado a la cabeza de los Grandes, aquél cuyo espíritu abarca el conocimiento de las palabras divinas según el consejo del corazón, aquél que sigue los designios del Rey, aquél a quien el Faraón ha distinguido colocando su Ka, el primero.

El dios bueno, el Rey del Alto y Bajo Egipto, Neb-Maat-Ra, primogénito de Hor-Ajty me, testimonió a su favor. Me promovió al cargo de Jefe de los Escribas Reales; fui iniciado en el conocimiento del libro divino y conocí los actos benéficos del Thot, estando desde entonces protegido por el conocimiento de sus secretos (iniciado). Superé y resolví todas las dificultades. Se podía hablar conmigo de todas las cuestiones de este conocimiento.

Entonces, el Rey renovó sus favores hacia mí. Puso bajo mis órdenes a todos los hombres en tanto que yo era el Escriba Real Jefe, encargado de las reclutas (de personal).

Yo hacía las levas (de los hombres necesarios para los trabajos) de mi Señor. Mi cálamo hacía, por miles el computo de su número. Yo colocaba a los jóvenes en sustitución de los viejos, puesto que el apoyo de la vejez es el hijo mayor. Yo fijaba las obligaciones (de aportación de personal para el trabajo) de cada casa según el número de personas que las habitaban, dejando aparte a los artesanos.

Yo reemplazaba a los servidores por medio de los mejores prisioneros de guerra que Su Majestad había capturado sobre el Campo de Batalla.  

Inspeccionaba todos los grupos de trabajo, así constituidos y dirigía las reclutas. Coloqué a las tropas en las fronteras para rechazar a los extranjeros a sus países, lejos de las Dos Orillas, mientras que un cuerpo de vigilancia recorría el país de los nómadas del desierto.

Hice lo mismo delante de las playas, de las bocas del Río, protegidas por mis tropas....

Fui el guía de sus actos, todos se inclinaban ante mis ordenes....

Por tercera vez, mi Señor me testimonió su favor, el hijo de Ra, Amen-Hotep Heka- Uaset... Mi Señor me nombró Intendente de todos los trabajos. De este modo hice duradero el nombre de mi Rey para toda la eternidad. No imité lo que se había hecho antes. Para él mandé hacer una verdadera montaña de piedra roja, pues El es el heredero de Atum... Conduje los trabajos de su estatua; era muy grande, más alta que su pilar (posterior), su belleza “eclipsaba” la del pilono (donde fue puesta). Construí un barco y navegué en él, remontando la corriente (de Heliópolis a Tebas) para colocar la estatua en su gran Templo (duradero como el Cielo).

¡Vosotros los que vendréis detrás de mí, seréis los testigos de mi obra!...”.

De esta extensa inscripción autobiográfica, se ve claramente que la carrera de Amen-Hotep hijo de Hapu, comienza con el conocimiento de los principios iniciáticos de los libros divinos, y sigue con la organización del ejército y recluta de las tropas hasta acabar dirigiendo las obras reales.

Amen-Hotep hijo de Hapu, fue un auténtico Cortesano, un gran favorito, cuyo poder se extendió a todos los dominios importantes de la vida del Estado.  

Para testimoniar su devoción y favor, Amen-Hotep III, le concedió por un Decreto, fechado en el año 31 de su reinado la institución de una fundación funeraria y un Templo de culto personal de su Ka. Este privilegio era algo inusual (tanto por el tamaño del edificio, más grande que el del propio Faraón Amen-Hotep II, abuelo de su Señor), como por el lugar en que se erigió, reservado a templos funerarios de los Reyes, nunca antes de particulares.

Otro privilegio inusual que disfrutó Amen-Hotep hijo de Hapu fue el derecho a colocar, nada menos que siete estatuas suyas en el recinto del dios Amón de Karnak.  

Esta circunstancia nos ilustra, junto con las inscripciones de dichos monumentos, acerca de su situación política, hasta tal punto, que podemos afirmar que Amen-Hotep hijo de Hapu, fue el muro de contención de las maniobras del poder laico contra los intereses del dios Amón. Al mismo tiempo él era el hombre que protegía a su Soberano de las voraces apetencias del Clero de Amón hacia la Casa Real.

Su influencia fue tal que se convierte por arte de sus estatuas en el intermediario del dios Amón y los demás dioses, el Rey y el resto de los hombres.  

Ya hemos dicho que las funciones de Amen-Hotep hijo de Hapu, pasan con creces las de un simple arquitecto, como en ocasiones se le designa. Sin duda fue el personaje central del reinado de Amen-Hotep III, hacía las leyes y despachaba todos los asuntos del gobierno con el Faraón por encima de sus propios Visires o primeros ministros; al mismo tiempo “gobernaba” dentro del Clero de Karnak del Amón Tebano. Su poder podría venirle en algún modo de su profundo conocimiento de las artes mágicas y religiosas que le convertían en un temido y poderoso personaje.

Nuestro hombre alcanzó la edad de 80 años, y con motivo de este importante acontecimiento hizo un balance de su vida que nos ha llegado en su séptima estatua de Karnak.

Escuchémosle:

“Yo vengo a ti, oh Amón, para alimentar a tu Ka y morar en tu templo, Señor de las Dos Tierras.

Tu eres el Señor de lo que hay bajo el cielo puesto que tú eres el dios del pueblo.

Lo que hay en el cielo confirma TU ESPLENDOR, pues tú eres más grande que ningún otro dios.

Oye a quien te invoca: Tú eres Ra, y no existe otro que no seas tú.

Has hecho que esté entre los hombres respetados que practican el Maat (Justicia).

Yo soy un hombre justo, nunca actué con parcialidad y nunca frecuenté al que hizo el mal..... No hay hombre que habiendo sido llamado a mi presencia no haya sido escuchado, pero yo rechazo al que ha actuado contra mí.

Nunca presté oídos a la mentira (dicha) para perjudicar a alguien en sus bienes.

Esta es mi naturaleza. Ello demuestra la justicia de lo que ha sido ejecutado por mí en presencia de todos. El que me conoce deseará ser como yo. ¡Tan grandes cosas me han acaecido!.

La vejez es el testimonio de una vida justa. He alcanzado vivir ochenta años y mi favor es grande cerca de mi Soberano.

Yo cumpliré ciento diez años”.

 

 

INTENDENTES DEL FARAÓN Y LA FAMILIA REAL:

Otros nobles de importancia en la Corte de Amen-Hotep III, fueron en un escalón inferior los llamados Intendentes de dominios reales.

Eran éstas, personas de toda la confianza de los altos funcionarios que rodeaban al propio faraón y cuyas relaciones de familia eran la razón de su encumbramiento en el desempeño de unas funciones que suponían al tiempo que una responsabilidad, un poder fáctico importante.

Entre ellos sabemos de Amen-Hotep “Gran Intendente del dominio real en Memfis”. Este alto dignatario era pariente de Ramose el Visir del Sur, al que nos hemos referido más arriba. De hecho Ramose estaba casado con una hija de Amen-Hotep, y cabe dentro de lo posible que además ambos personajes fuesen medio hermanos.

Amen-Hotep jugó un importante papel, al igual que otros funcionarios en la celebración del primer Jubileo Real de Amen-Hotep III en el año 30 del Faraón.

Este hombre fue el responsable de la construcción y administración de un conjunto funerario dedicado a Amen-Hotep III, en Memfis, en cierto modo paralelo al soberbio conjunto que se construyó a tal fin en Tebas.

La ubicación del monumento no se ha encontrado, aunque podría estar enterrado bajo los tells existentes en las inmediaciones de la actual Mit-Rahina, hoy extrarradio meridional de El Cairo.

Una estatua procedente de dicho lugar recoge los datos autobiográficos de Amen-Hotep y ciertas referencias al monumento en cuestión; veamos cómo nos lo describe:

“...Entonces (el Rey) me encargó de la dirección de los trabajos en su templo de millones de años, que se había hecho recientemente en un terreno cultivable, al Oeste de Memfis, en el distrito de Ankh-Taui... Un monumento para su padre Ptah, construcción duradera por todo el infinito, en bella piedra blanca de Tura; su belleza era semejante a la del horizonte del Cielo.

Todas sus puertas estaban hechas en cedro, incrustado de oro verdadero de los desiertos, de oro fino y de toda clase de piedras preciosas.... Un lago fue excavado y plantado de árboles, convertido en algo espléndido gracias  a todas las ricas esencias escogidas entre aquellas del país del dios”.

 

Se proveyó al templo de vajilla y mobiliario de oro y de plata y llevará por siempre el nombre de “Casa de Neb-Maat-Ra que está unido a Ptah”.

Este personaje desaparecerá de la historia y de la escena política en el mismo momento que su hermano Ramose, y otros funcionarios como Amen-Hotep hijo de Hapu. En el año 31 de Amen-Hotep III, su hijo Ipy ocupará su cargo y le dedicará una estela funeraria que hoy se encuentra en el Museo de Florencia, que en forma de oración dice como sigue:

“Que sea abierto el cielo para ti, que sea abierta para ti la tierra, que sea abierto para ti el camino en la necrópolis.

Puedas salir y entrar con Ra, puedas marchar a grandes pasos, como los dueños de la eternidad. Puedas coger los panes de ofrendas puras que te da el dios Ptah sobre el altar.

Pueda tu ba vivir, tus músculos ser sólidos. Que tu rostro sea luminoso en el camino de las tinieblas. Hapy te dará agua. Nepri, pan. Hat-Hor, cerveza, y la Vaca divina, leche. Lavarás tus pies sobre una jofaina de plata junto a una fuente de turquesa. Se te darán cuatro panes en Busiris, ocho en Abydos, doce en el distrito de Peker, una jarra de cerveza en el templo del sol. Para el Osiris, escriba real. Gran Intendente en Memfis. Amen-Hotep. Justo de voz”.

Otro “Gran Intendente del Rey” fue Amen-em-Hat, llamado Surero. Sabemos que ejerció múltiples cargos temporales (no religiosos) en relación con el Templo de Amón de Carnal.

Parece haber tenido gran devoción por su soberano, Amen-Hotep III, a quien tiene dedicadas dos preces en sendas estatuas suyas.

Es otro de los casos de aparente persecución en torno al primer Jubileo del Faraón (año 30 de Amen-Hotep III).

En efecto, su tumba tebana (la TT 48 situdada en Joja), está mutilada, en un acto de persecución para la eternidad que debe coincidir en el tiempo con su cese como “Gran Intendente del Rey”, en cuyo cargo es sucedido por el otro Intendente, Amen-Hotep al que ya hemos hecho referencia más arriba.

Esta persecución se renovará bajo el reinado de Aj-en-Aten, unos cuatro o cinco años después. ¿Qué sucedería realmente?. Estamos en presencia de una verdadera “purga” de funcionarios leales al dios Amón. Los monumentos nos indican que entre los años 28 al 31 de Amen-Hotep III, y aún en los años 37 al 39 de dicho Faraón, se desató una terrible persecución por parte de los partidarios de Aton contra los fieles servidores de Amen-Hotep III. Personajes que habían mostrado su lealtad a la casa Real, y más concretamente, vinculados al gran hombre de estado que fuera Amen-Hotep, hijo de Hapu, fueron desposeídos de sus cargos, perseguidos, asesinados y lo que es mucho pero, condenados según las creencias egipcias a ser privados de sus casas de eternidad para poder sobrevivir en el más allá. ¡Terribles tiempos éstos que les tocó vivir!.

Otro insigne personaje víctima de las circunstancias políticas reseñadas, fue Jeruef. “Intendente del dominio de la Gran Esposa Real Tiy. Confidente del rey. Amigo único. Protector del pueblo”.

Este noble personaje era procedente del Egipto Medio, puede que de Hermópolis, dada su especial devoción por el dios de la sabiduría Thot.

Su tumba (nº 192 de la necrópolis tebana) nos informa que era un hombre muy unido a la pareja real. Sabemos que Jeruef intervino en, al menos, dos de los tres Jubileos celebrados por Amen-Hotep III. Sin embargo, al final de su carrera fue destituido del cargo de Intendente de la reina que había ejercido durante toda su vida.

En su tumba se encuentran representados el faraón Amen-Hotep III, y la reina Tiy, en la celebración de uno o varios de los jubileos reales y además también tenemos la presencia del joven Amen-Hotep IV.

Veamos ahora la TT 57 de otro Cortesano célebre. Se trata en este caso de Ja-em-Hat “Intendente del Doble Granero del Alto y Bajo Egipto”. Era éste un cargo equivalente a nuestros ministros de agricultura.

Ja-em-Hat era un hombre culto y sabio. Las representaciones de su tumba nos lo muestran en su vida diaria dando cuentas al Faraón de su gestión y rindiendo culto a los dioses de la Duat pero también tienen estas imágenes algún sentido simbólico, que no eran capaces de comprender todos los que visitaban su capilla.

A ellos se dirige la inscripción que hay entre la 1ª y 2ª Salas. Dice así:

            “El noble, el Príncipe, grande por su función en el Palacio real, Jefe del secreto de los graneros, que aplaca el corazón de Horus con la verdad. El Consejero secreto cuando se fijan los impuestos. El Escriba real, favorito de su Señor, Intendente del doble granero, del Señor de las dos Tierras, Ja-em-Hat justo de voz, él dice a los hombres que vendrán al mundo y que estarán sobre la tierra (después de su muerte), tanto importantes como humildes:

            ¡Oh vosotros, los escribas que desentrañáis la lengua escrita, que comprendéis las palabras divinas (los jeroglíficos), cuyo corazón se regocija penetrando en la sabiduría; oh vosotros que pasaréis delante de este monumento que me he mandado construir para que sea un lugar de reposo para los bienaventurados. Vosotros que contemplaréis mis muros y que pronunciaréis en alta voz las palabras que he escrito. (Si hacéis esto) el Rey del Alto Egipto os alabará y el Rey del Bajo Egipto os amará, pasaréis en paz al estado de venerables (tras la muerte) sin miedo y sin espanto. Durante el curso de cada día estaréis unidos a la alegría y a la felicidad. Los dioses oirán vuestras peticiones, si hacéis que mi recuerdo permanezca junto al de Horus Perfecto y pronunciáis mi nombre a causa de lo que he hecho!.

Pronunciad la formula de ofrendas reales para Amón, Atum, Ra-Hor-Ajti, Ptah-Sokar-Osiris, Anubis y los Santuarios del Sur y del Norte, para beneficio del Ka del confidente del dios bueno, el escriba real, Intendente del doble granero del Señor de las Dos Tierras, Ja-em-Hat Justo de Voz...

Sigue después: ‘Oh Glorioso Aton, Señor de la luz, que brillas en el horizonte, Sol Real, puedas ti billar, también sobre el rostro del escriba real Ja-em-Hat. El te adora desde el alba, y te da culto por la tarde. Permite también que el ba del escriba real Ja-em-Hat suba contigo al cielo. Que se le permita subir a la barca nocturna cuando su viaje en la barca diurna haya terminado; que se una a las estrellas eternas y las otras estrellas que están en el cielo’....”

De este modo Ja-em-Hat llamaba, y nos llama aún hoy en día al cumplimiento del piadoso deber de los visitantes de las necrópolis de Egipto, a fin de garantizar a los difuntos aquello que tanto anhelaban igual que nosotros mismos lo anhelamos: la inmortalidad tras la muerte en este mundo.

Hemos dicho al inicio de esta conferencia que, sin duda, el fruto de un reinado como el de Amen-Hotep III, sea la consecuencia en gran medida de la obra de los hombres que le asistieron y gobernaron para él.

Ahora podemos concluir afirmando que en efecto, el esplendor del reinado del poderoso Monarca debió su fuerza al elenco de personalidades que compartieron con él las tareas del Gobierno del mundo entonces conocido.

En la misma medida en que los embajadores de Egipto y de los pueblos asiáticos creaban ex novo un marco de regulación de las relaciones internacionales a través del comercio y la diplomacia, se construían en Egipto monumentos arquitectónicos nunca antes realizados y las manifestaciones estéticas alcanzaban una delicadeza y, una finura tales que realmente suponían en sí mismas el límite de perfección imposible de ser franqueado.

La sociedad egipcia, impregnada del refinamiento y la opulencia que otorgan la conciencia y realidad de ser rectores del mundo, llegó a su más alto nivel y en un momento dado cayó de improvisto al polvo, haciéndose mil añicos el espejo que reflejaba tan maravillosa imagen.

Esto sucedió también en el punto en que los hombres que gozaban del favor del Faraón (elegidos sin duda entre las noblezas locales, aunque fueren de bajo nivel, y en función de sus capacidades y lealtad, más que por otros inconfesables motivos) fueron implacablemente apartados de su Señor, y del gobierno de Egipto, arrastrando en su caída el increíble mundo de belleza y orden que ellos habían ayudado a crear.

Tras este trágico momento, la anarquía, la guerra y el caos se implantaron en el Valle del Nilo, amenazando con acabar con la propia civilización ya milenaria del Egipto Faraónico.

Extinta la Dinastía XVIII, la historia posterior de Egipto, será un lento deslizamiento en la pendiente de la decadencia hacia la descomposición final.