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MIS EXCAVACIONES ARQUEOL�GICAS EN NUBIA� (1961-1963) |
� � � Por. Profesor Dr. D. Manuel Pellicer Catal�n. |
Profesor Em�rito de la Universidad de Sevilla. � � |
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ANTECEDENTES
En los a�os sesenta del siglo XX, como consecuencia de la� construcci�n de la gigantesca presa de Sadd el Ali en Asu�n (fig1, A), Egipto y Sud�n fueron testigos de una serie de fen�menos de trascendencia tal importancia en el valle del Nilo.� (Nota: Las fotos del presente articulo no son de excesiva calidad, pero han sido proporcionadas por el propio Profesor Pellicer y como documento de �poca hemos considerado oportuno incluirlas).
La
presa de Asu�n tendr�a
como efectos positivos proporcionar�
20.000.000.000 Kw. de energ�a el�ctrica a las dos naciones;
con una capacidad de agua de 15.000.000 ms. C�bicos, y, por otra
parte, 3.000.000 Has. De regad�o a Egipto. Como efectos negativos o
secundarios estaban previstos la desaparici�n de la Baja Nubia con
sus restos arqueol�gicos y la consiguiente deportaci�n de la poblaci�n
sudanesa hac�a el sur y de la egipcia hacia el norte del Nilo.�
La zona inundada por el lago Naser, donde el agua alcanzar�a
la cota 60 sobre el cauce, se extender�a unos 500 Kms., a lo largo
del Nilo, con anchuras m�ximas de 100 Kms. Y medias de 20/10 kms.,
desde Asu�n hasta cerca de 100 Kms. Al sur de la segunda catarata del
r�o, llamada �Batn el Haggar� o vientre de piedra, donde aflora
el granito erosionado por la corriente, formando innumerables islotes.
Pero
antes� de la inundaci�n prevista para 1966, era necesario rescatar
los inmensos yacimientos con sus materiales y los suntuosos
monumentos, lo que dio lugar a unas investigaciones intensas y sin
precedentes en la historia.
La
Nubia se extiende por
el Nilo medio desde la primera catarata de Asu�n hasta la quinta,
dividida en dos regiones, la Baja Nubia o Septentrional, desde Asu�n�
a Wadi Halfa� en la
segunda catarata hasta la Alta Nubia, meridional o Pa�s de Kush,
desde la segunda catarata hasta M�roe, entre la quinta y la sexta
catarata, formando el r�o una� gran
S de casi 1.000 Kms.
Las
culturas antiguas de Nubia se vieron profundamente afectadas pro las
influencias septentrionales fara�nica, helen�stica, y
romano-bizantina, por las penetraciones orientales y occidentales de
los pueblos pastores del desierto y por las corrientes meridionales
puramente africanas y eti�picas.�
La Nubia se convirti� en un corredor y cruce de culturas entre
el Mediterr�neo y �frica (B.C. Trigger, 1965).
Para
paliar los efectos negativos de la destrucci�n de los monumentos y
yacimientos arqueol�gicos de la Baja Nubia egipcia y sudanesa, �la
UNESCO� en 1959, a
trav�s del Prof. Vittorino� Veronese,
lanz� un angustiosos SOS, invitando a todos los organismos arqueol�gicos
competentes del mundo, estados, universidades, institutos, museos, a
participar en el salvamente y rescate de � Los tesoros arqueol�gicos
de Nubia�, ofreciendo atractivas ventajas de donar la mitad de los
materiales arqueol�gicos muebles, e incluso�
inmuebles, como templos inundables, a las naciones
participantes (G. Garkill, 1960).
Espa�a,
atendiendo a la llamada, respondi� positivamente con la creaci�n, en
1959, del �Comit� Nacional Espa�ol para el Salvamento de los
Tesoros Arqueol�gicos de Nubia�, presidido por el ex ministro de
Asuntos Exteriores D. Alberto Mart�n Artajo, siendo nombrado Director
General de la�Misi�n Arqueol�gica Espa�ola� D. Mart�n
Almagro Basch, catedr�tico de prehistoria de la Universidad
Complutense, quien organiz� y dirigi� la Misi�n durante 7 a�os,
desde 1960 a 1966 (M. Almagro 1962)
Estando
las universidades espa�olas tradicionalmente desprovistas de
profesores� investigadores
de la arqueolog�a egipcia, el Comit� de literatura del Instituto
Lope de Vega de Madrid y aficionado a la egiptolog�a, por Francisco
Presedo, doctor en historia antigua y secretario de la Comisar�a
General de excavaciones Arqueol�gicas, y por Javier Navascu�s,
arquitecto, quienes formaron el primer equipo, cuya actividad se
desarroll� en Arg�n (Sud�n), donde excavaron 15 tumbas de la necr�polis
6-B-1, de la cultura del grupo X, y en Cheik Daud (Egipto), donde
iniciaron la excavaci�n de la fortaleza cristiana�
(M. Almagro, 1962). Esta primera campa�a de 1960-61, result�
poco fruct�fera por su car�cter experimental, de tanteo del terreno
y de preparaci�n para ulteriores campa�as.
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LAS
CULTURAS NUBIAS
En efecto, en la
campa�a de 1961- 62 (M. Almagro, F. Presedo�
y M. Perllicer, 1963), primera en la que yo particip�, el Pro.
Almagro me aleccion� sobre la nomenclatura y contenido de algunas
culturas nubias, cuyos yacimientos �bamos a excavar.�
Los grupos A, B .C, y X, con nombres creados pro G. A. Reisner
(1910) en sus excavaciones de principios del siglo XX, responder�an a
culturas nuevas para nosotros, fechadas desde el IV milenio a. C.
Hasta el medievo. Los Grupos A y B eran del neol�tico final, el grupo
C Calcol�tico y el grupo X de catalogaci�n incierta pero posterior
al cambio de era. Tambi�n se insinu� con insistencia el Prof.
Almagro que no nos detuvi�ramos en detalles de las excavaciones por
falta de tiempo y que nos concentr�semos en las necr�polis, siempre
m�s rentables en hallazgos, puesto que se trataba de una operaci�n
de rescate de materiales, cuya mitad vendr�a a Espa�a.
Del rico paleol�tico
y epipaleol�tico del cuaternario de las terrazas del Nilo hab�a
que prescindir, aunque E. Aguirre y J. Altuna practicaron alg�n
ensayo, recogi�ndose� materiales
l�ticos en Arg�n.
De la
cultura del grupo A, aunque G.J. Verners (1962), W.Y. Adams
(1963)� y H.A. Nordstr�m
(1962) hab�an localizado e incluso excavado alg�n enterramiento de
Arg�n, nosotros no excavamos ninguno por estar totalmente destruidos.
El grupo A, considerado del neol�tico final y fechado en el V-IV
milenio a. C., corresponde a un pueblo de pastores n�madas de b�vidos
y ovic�pridos� y de
cazadores de gacelas, relacionado�
con las poblaciones del desierto occidental del Nilo, asentado
espor�dica y temporalmente en peque�os poblados de caba�as
perecederas y con necr�polis tumulares.�
Este pueblo de pastores parece influenciado por el neol�tico
final de Khartum� y por el
septentrional calcol�tico� de
Nagada y Badar� (T. S�ve-S�derberg, 1963,1964; F.H.�
Hintze,
1967; H.A. Nordstr�m, 1966,1972; F. Wendorf, 1968).
El grupo B, fue descartado como cultura, por ser una simple evoluci�n del grupo A (H. Smith, 1966).En el III milenio y en los tres primeros cuartos del II milenio a. C., la cultura t�pica nubia corresponde al llamado grupo C (L. P. Kirwan, 1939; F. Hintze 1964; P. Huart, 1967-68; M. Bietak,� 1968; B. Gratien, 1973,1974), calcol�tico y evoluci�n del grupo A, �ntimamente relacionado con los pueblos pastores de los desiertos occidentales del Tibesti (Chad) y Ahaggar (Argelia), sedentarizados� en las m�rgenes del Nilo y fuertemente� influenciados� por las dinast�as fara�nicas de los imperios antiguo, medio e inicios del nuevo. Sus poblados constan de peque�as� caba�as de z�calos de piedra y planta circular, y sus necr�polis, muy abundantes, de tumbas de fosa o pozo (fig. 3, A y B), cubiertas port�mulos circulares, compuestos por un anillo de piedras� y arena, con cabezas de gacela en su periferia en� su fase antigua y por una superestructura turriforme de piedra, rodeada� de cabezas de b�vido en su fase avanzada. En el fondo de los pozos se halla el cad�ver flexionado, acompa�ado de variado ajuar funerario de elegantes cer�micas a mano� de superficie roja� brillante o de Kerma ( fig. 3, C)� o con profusas decoraciones
Nuestra Misi�n excav� dos necr�polis del grupo C en Argin, del periodo medio /cl�sico (SAC), excavada por m�, y del periodo cl�sico/reciente (ANX), excavada pro R. Blanco, ambas in�ditas.�
La
cultura mero�tica se implanta en la
Baja Nubia� tard�amente y,
aunque de origen meridional, se muestra fuertemente influenciada por
corrientes septentrionales ptolem�icas y helen�stico-romanas. En
general el mero�tico se divide tradicionalmente en tres fases: la
antigua, que s�lo afecta a la Alta nubia (700-300 a. C.), la fase media�
(300-0) de influencia helen�stica-ptolem�ica, y la reciente
(0-350 p.C.) de influencia romano-bizantina (P.L. Shinnie,1955; F. Hitze,1959;
L. P. Kiwan , 1960; D. Downham,1963; F. Gadallah; W. Y Adams, 1964, A y
B).
�Frecuentemente� la tumba est� cubierta por una mastaba rectangular de adobes, presidida pro una estela antropomorfa, representativa del �Ba�� o esp�ritu del difunto, y por una tabla de ofrendas. Los abundantes y variados ajuares funerarios se componen de vasos a torno clil�ndricos (fig. 7: A, B, E, F)y globulares con gollete� (fig. 6:A-D; fig.7:D), decorados con motivos ricamente policromados egiptizantes (fig. 6:B,C,D; fig. 7)� y helen�sticos (fig. 6:A), �nforas helen�sticas (fig. 7:C), lucernas (fig. 8:A, 1 y 2 ), vasos met�licos (fig. 8: A, 5-7) vasos de vidrio (fig. 8: A, 3) y de pasta v�trea (fig.� 8:A,4), adornos personales (fig. 8:C), cuentas de pasta v�trea y de piedras semipreciosas, y tobilleras de hierro grabadas.� (fig. 8:B).
Ayudado
por A. Simonet, excav� en Argin 220 tumbas de la necr�polis mero�tica
MAN (fig. 5: A, B) (M. Pellicer, 1963) y 95 tumbas mero�ticas�
de la necr�polis NAX (M. Pellicer y N. Llongueras , 1965).�
La necr�polis mero�tica de�
Nlluah, localizada por nosotros en Argin, fue excavada en la
campa�a 1963-64 por M.A. Garc�a Guinea y J. Teixidor (1965).
La
llamada por G.A. Reisner cultura del grupo X ( 1910) y por W.B.�
Emery cultura de Ballana (W.E.. Emery, 1938; L. P. Kirwan ,1953)
, es t�picamente nubia, arcaizante , enraizada en la anterior mero�tica
e influenciada por la corriente romano-bizantina tard�a, cuya cronolog�a
se extiende desde mediados� del
siglo IV al siglo VI d.C.
Esta
peculiar cultura nubia parece formada, seg�n las fuentes cl�sicas, por
tres etnias o pueblos: los blemiso, oriundos del desierto oriental del
Nilo y asentados en Talmis (Kababsha) distribuidos por Diocleciano a
finales del S. IV al sur de Asu�n, como protecci�n contra los blemiso,
m�s belicosos ; y los noba negros y rojos, oriundos del sur del Kordof�n
.
Estos
pueblos, en parte negroides, de econom�a�
agropecuaria� y de fuerte esp�ritu guerrero, tuvieron su capital en
Ballana-Qustul, situada en la actual frontera egipcio-sudanesa, a unos
25 Kms. al norte de Argin , donde W.B. Emery excav� las tumbas reales
(1938).
Los poblados de las gentes del grupo X han sido muy poco estudiados en comparaci�n con sus abundantes y ricas necr�polis, que constan de grandes t�mulos de planta circular de piedras y tierra, como superestruturas de pozos o fosas con nichos laterales (fig.9), donde se inhuman, individualmente o por parejas, los cad�veres, en � dec�bito supino�, envueltos en sudarios de lana o lino, orientados� hacia el sur y acompa�ados� de ajuares degenerados de tradici�n mero�tica� (fig. 10 y 11).
En
Argin excavamos 77 tumbas de la necr�polis SAX (F. Presedo, R. Blanco y
M. Pellicer, 1970) y� 325
tumbas de la necr�polis NAX ( M. Pellicer y M. Llongueras, 1975).
La
Nubia se cristianiza con Justiniano a mediados del siglo VI,
emergiendo tres reinos, que perduraron hasta la islamizaci�n del
territorio en los siglos XIII-XIV, el de Nobatia, cuya sede epicopal se
sit�a en Faras, el de Macuria con capital�
en D�ngola, entre la 2� y 3��
catarata, y el de Aloa, en Saba, el m�s meridonal ( V. Monneret
de Villard, 1941).
En
toda la Nubia bordeando el Nilo surgen poblados estrat�gicos,
amurallados, con casas� de
adobes, api�adas, disponiendo de peque�as iglesias bizantinas (fig.
13: A),� construidas�
con adobes, dotadas de b�vedas y c�pulas�
y ornadas con frescos pol�cromos, representando escenas del
Antiguo y Nuevo Testamento y del santoral bizantino.
Las grandes necr�polis cristianas, extendidas junto a los poblados, constan de tumbas de fosa y de c�mara, con nichos laterales y superestructuras de plataformas rectangulares o cruciformes, revocadas de cal, con hornacinas en la parte frontal, donde se depositan lucernas o pebeteros ( fig. 13: B, C, E; fig. 14). Los cad�veres, ataviados, en ocasiones, con ricas vestiduras, yacen en �dec�bito supino�.
La cronolog�a de la �poca cristiana se ha determinado a trav�s de los textos y de la cer�mica, que sigue la tradici�n mero�tica y del grupo X, pero de mejor calidad, tanto en la pasta como en los barnices, donde aparecen s�mbolos cristianos (V. Monneret de Villard, 1941; W. Y. Adams, 1962En
Argin excavamos 30 tumbas cristianas de la necr�polis NAX�
(M. Pellicer y M. Llongueras,1965) y, en la segunda catarata, los
poblados� e iglesias de las
islas de Kasrico (fig. 13:A) (F. Presedo , 1963) y de Abkanarti (Fig.
12:B) ( F. Presedo, 1965).
|
Fig.
12. Grupo X, Necr�polis NAX de Nag el Arab (Arg�n).
�������������������������������
A: R�pido de la isla de Kasrico en la 2� catarata del Nilo.
������������������������������� B: Excavaci�n del poblado cristiano de Abkanarti. |
LAS
CAMPA�AS DE 1961 A 1963
�
R. Blanco hab�a contratado en el Cairo un int�rprete, copto, de �rabe, ingl�s y franc�s, para que en Sud�n nos facilitase las gestiones con la burocracia y con los obreros, pero, cuando en enero de 1962 dividimos los equipos, F. Presedo y yo prescindimos del int�rprete por innecesario y por el presupuesto gravoso que supon�a para la Misi�n. Los Kufis o capataces egipcios contratados, provenientes la mayor�a del pueblo kuf, saqueadores de tumbas, fueron Barak Umbarak como reis, hombre de unos 50 a�os, inteligente, correcto y de gran experiencia en arqueolog�a de campo, Ahmed Abubakr, de unos sesenta a�osa, abnegado y fiel, que, unos treinta a�os antes, hab�a participado en las excavaciones dirigidas por W.M. Flinders Petrie, Director de la Egypt Exploration Fund. , y Barberi, joven de unos 25 a�os, jovial y altamente eficaz. (fig. 2:B y C).
Los kuftis Ahmed Abubakr y Barak Umbarak, el cocinero Darha� y� M. Llongueras. |
M. Pellicer,J. Al tuna ,M. Llongueras,Ahmed y Umbarak cruzand el Nilo en la "falucall. |
La primera concesi�n, la necr�polis de Mirmad en Argin, de 1960 se ampli� a todo el t�rmino del pueblo, extendido por la orilla occidental del Nilo a lo largo de 8 Kms. norte-sur, por 500 ms. De ancho en sentido este-oeste, desde un frondoso palmeral hasta el desierto.�
Las
casas , de planta
cuadrada o rectangular, con paredes de tapial, techos de troncos y ramas
de palmera y pavimento de arena , ten�an una superficie entre 200 y 400
ms. Cuadrados, divididas en dos sectores. El principal o anterior
consist�a en un gran patio descubierto, rodeado de habitaciones, y el
sector posterior se compon�a de otro patio, tambi�n rodeado de
estancias adaptadas para los servicios.
Dada
la longitud de Arg�n de casi iun Jms., no svimos obligados a alquilar
viviendas pr�ximas a los yacimientos a excavar.
Cuando
iniciamos las excavaciones de Arg�n, W.�
y� Adams, arque�logo
de la Universidad de Arizona y Director del � Bureau� de Documentaci�n
de la UNESCO en Sud�n, con la colaboraci�n del sueco H.A. Norstr�m y
del americano G. J. Verwers, hab�an realizado tres campa�as de
prospecciones en toda la ribera oeste del Nilo, desde la frontera
egipcia hasta el sur de Argin y la Gozira Dabarosa , habiendo obtenido
una interesante documentaci�n sobre la situaci�n, escala y cultura de
numerosos yacimientos, junto con fotos a�reas a escala 1/3.000, que nos
sirvieron de gran utilidad� (G.J.
verwers, 1962; H. A. Nordstr�m, 1962; W.Y. Adams y H.A. Nordstr�m,
1963). Por otra parte, fueron estos prospectores, profundamente
experimentados en la arqueolog�a nubia, los primeros maestros que nos
instruyeron oportunamente en diferenciar las culturas de nuestros
yacimientos.
En
la campa�a de 1961-62,instalados
en una casas de argin, alquilada con un criado negro, Darhar, esclavo
del arrendador, dirigimos nuestro primer trabajo a la necr�polis
6-B-1, que denominamos (SAX (Sur Argin Grupo X), donde
excavamos durante mes y medio, 80 enterramientos tumulares del grupo X ,
saqueados gran parte de ellos ( F. Presedo, B. Blanco y M.
Pellicer,1970).
Terminada
la excavaci�n de la necr�polis SAX y ante la cantidad y variedad
cultural de los yacimientos de muestras concesiones en Sud�n (Agr�n,
Kasricoy abkanarti) y Egipto� (Cheik
Daud), optamos por dividirnos, formando tres equipos, dirigidos, uno por
R. Blanco en la necr�polis ANX, otro por mi en Kasrico, y otro por F.
Presedo en Cheik Daud, a donde parti� acompa�ado de R. Lucas y V. Vi�asen
febrero de 1962.
R.
Blanco inici� sus trabajos en el sur de Arg�n, en una necr�polis
tumular que denomin� ANX, por creerla del grupo X, continuaci�n
de SAX, pero result� ser del grupo C cl�sico / tard�o (M. Almagro y
otros 1964).
Habiendo sido nombrado F. Preedo director del yacimiento cristiano de la isla de Kasrico, en la 2� catarata del Nilo, a unos kms. Al sur de Arg�n, y debiendo partir a la concesi�n de Cheik Daud en Egipto, se me encarg� iniciar la excavaci�n de aquel� yacimiento, consistente en un peque�o poblado cristiano de media docena de casas y dos iglesias coptas
M.
Almagro, en febrero de 1962, despu�s de acaloradas discusiones con T.
Save-S�derberg, director de la Misi�n Escandinava, cuya concesi�n se
extend�a por toda la ribera este de la 2� catarata del Nilo, donde se
situaban las islas de Kasrico y Abkanarti, hab�a conseguido que la misi�n
Espa�ola excavase los dos yacimientos.
En
kasrico excav� las dos iglesias, utilizadas en los siglos XI-XIII,
trazando la planimetr�a del conjunto con la br�jula y la cinta m�trica.�
En la excavaci�n de Kasrico me sucedi� F. Presedo y, a fines de
marzo de 1962, regres� de nuevo a la isla, acompa�ado del dibujante V.
Vi�as, para calcar y fotografiar las pinturas murales de la iglesia
noreste (F. Presedo, 1963).
En
el mes� de marzo en 1962,
ayudando por Alicia, excav� 220 tumbas de la necr�polis mero�tica
de Nag Shayeg, que denomin� MAN (mero�tica de Arg�n Norte ) (
Fig. 5:A y B), obteniendo abundantes materiales fechados en le mero�tico
reciente (0-350) ( M. Pellicer 1963) (figs. 6-8).
No
recuerdo bien si fue a fines de febrero o principios de abril de 1962,
cuando todav�a tuve tiempo de excavar una peque�a necr�polis con 22
tumbas tumulares del grupo C medio o cl�sico, cultura sobre la que yo
ten�a especial inter�s.� Esta
necr�polis, descubierta por W. Y Adams, estaba situada en el l�mite
del desierto, al sureste de Arg�n, en Nag Saku (6-B-4), d�ndole la
signatura� SAC ( M. Almagro,
F. Presedo y M. Pellicer, 1963). La excavaci�n, que result� altamente
positiva, entreg�� abundante
y variado material, cuya memoria permanece, por haber perdido�
F. Presedo (�)� toda
la documentaci�n que le prest�.
Acosados
por las latas temperaturas del mes de abril y por el agotamiento del
presupuesto, determinamos cerrar la campa�a y regresar a Espa�a.�
Como fruto de esta campa�a 1961-1962, enviamos al Museo Arqueol�gico
Nacional de Madrid en un petrolero procedente del Golfo P�rsico, con
escala en Port Tewfik� en el
Canal de Suez y que se dirig�a a Cartagena, 15 o 20 grandes cajones con
los materiales de las necr�polis� SAX,
MAN, ANX, y SAC, y los de la isla de Kasrico
En
la campa�a 1962-63,
dada la experiencia adquirida en las anteriores y contando con un equipo
m�s amplio y mejor organizado, alquilamos una vivienda m�s espaciosa
en el sector norte de Arg�n, con el fin de estar m�s pr�ximos a las
excavaciones de los yacimientos proyectadas. El nuevo equipo se
compon�a de F. Presedo y yo como directores, L. Monreal, M. Llongueras
y J. Zozaya, estudiantes, como arque�logos ayudantes, y E. de la Vega
como fot�grafo. Contratamos a los mismo Kuftis egipcios de la campa�a
anterior y a unos veinte obreros sudaneses y egipcios.�
Un mes despu�s de iniciadas las excavaciones, el d�a�
8 de diciembre de 1962 se incorpor� el chileno I. V�zquez de
Acu�a, doctor en historia, y el d�a 5 de enero�
de 1963 llegaron los antrop�logos�
E. Aguirre y J. Altuna.
F.
Presedo� con su equipo
compuesto por L. Monreal y E. de la Vega, m�s los kuftis�
Berberi y Musa, se dirigi� al poblado cristiano de la isla de
Abkanarti �a proseguir la excavaci�n que yo hab�a iniciado en la
anterior campa�a ( fig. 12:B).
Yo permanec� en Arg�n con un equipo compuesto por M. Llongueras� y J. Zozaya, el �reis� Barak Umbarak y el Kufti�
Ahme Abubakr, m�s una quincena de obreros nubios para excavar la
gran necr�polis� de Nag
el Arab, cuya signatura era NAX ( Grupo X del Norte de Argin) y, seg�n
la documentaci�n de la UNESCO, 24 �V-1 y 24 �V-5.
Cuadriculamos
el yacimiento observando cierta variedad en la tipolog�a de las tumbas,
a pesar de estar catalogada como del grupo X. Limpiamos toda la
superficie, transportando la arena que cubr�a las tumbas en un n�mero
total de 1.150, de las cuales, terminada la excavaci�n, definimos como
mero�ticas 335, de las que excavamos 95, como del grupo X 495, de las
que excavamos 325 ( fig. 9), y como cristianas 330, de las que excavamos
30 ( fig. 14). Culturalmente la necr�polis NAX se inici� en el siglo I
p.C. como mero�tica, perdurando como del grupo X y cristiana.
La excavaci�n de la necr�polis dur� tres meses desde noviembre de 1962 hasta enero de 1963, habiendo entregado cuantiosos materiales (fig. 10,11, y 15)� ( M. Pellicer y M. Llongueras, 1965).
Fig. 15- Necr�polis NAX de Nag el Arab.Cer�micas cristianas. A (vasos) B (lucernas). |
Ante
tanto material acumulado, dedicamos el mes de febrero a terminar la
planimetr�a y el dibujo del medio millar de tumbas excavadas, a limpiar
y signar todos los ajuares funerarios y a estudiar la necr�polis con la
bibliograf�a, prestada por la selecta biblioteca del� �Antiquity Service� de Wadi Halfa, inexistente en Madrid.
En
todo el l�mite del desierto del Oeste de Arg�n las prospecciones de
W.Y. Adams y H. A.� Nordstr�m
hab�an localizado medio centenar de t�mulos dispersos, catalogados
como fara�nicos, fechados, seg�n sus materiales de superficie, entre
fines del II milenio hasta mediados de los cuales excavamos media docena
( M. Almagro, F. Presedo y M. Pellicer, 1963; M. Almagro y otros, 1964),
resultando ser de tradici�n del grupo C tard�o con fuerte influencia
fara�nica ( fig. 4:A).
En
una reuni�n del comit� Nacional Espa�ol celebrada en Madrid en
octubre en 1962, yo propuse que, en lugar de traer a Espa�a los restos
antropol�gicos, muy abundantes y de costoso, transporte, incompatible
con nuestro escaso presupuesto, era preferible que se integrase en
nuestra Misi�n un antrop�logo� que
estudiase someramente los restos� �in
situ�. El comit� accedi� a mi demanda y en enero de 1963 se
incorporaron en nuestro equipo de Arg�n E. Aguirre�
y� J. Altuna, quienes
analizaron una parte m�nima de la antropolog�a de las cerca de medio
millar de las tumbas excavadas, alternando sus estudios antropol�gicos
con los prehist�ricos� de
la industria l�tica� de la
terraza media y baja a del Nilo en Arg�n.�
Lamentablemente los restos antropol�gicos de la necr�polis de
Nag el Arab y la industria prehist�rica de las terrazas�
de Arg�n quedaron in�ditos.
�
LA
VIDA EN LA MISI�N
La
vida en Nubia nos result� sumamente interesante por la novedad arqueol�gica�
y placentera por su exotismo, aunque siempre salpicada de peque�os
y continuos problemas, prontamente solucionados por nuestro arraigado
sentido de la improvisaci�n.
M�s
penoso era el �hamsin� viento constante, a veces huracanado,
que soplaba en febrero y marzo, cubri�ndolo todo de polvo y arena del
desierto. Terminada la excavaci�n de una tumba, preced�amos
inmediatamente a fotografiarla y dibujarla, porque en minutos era
invadida por la arena. El polvo y la arena eran el gran enemigo de los
aparatos fotogr�ficos� y
del taqu�metro, frecuentemente averiados, siendo diestramente reparados
por nuestro dibujante V. Vi�as.
En
la casa la lluvia continua de arena, filtrada por la techumbre de ramas
y hojas de palmera, nos �sirocaba�� y nos volv�a hist�ricos. Por la noche nos cubr�amos con
las mosquiteras contra estos insectos, produci�ndonos, por otra�
parte, un calor insufrible.
Otro
inconveniente era la fauna. En Madrid nos hab�an aleccionado
sobre este problema, refiri�ndose a la fauna mayor, de serpientes y
cocodrilos, olvidando la fauna menor, de escorpiones, moscas y
mosquitos.� La fauna mayor
no era precisamente problem�tica, porque los obreros eran ciertamente
diestros en reducir una serpiente cuando era localizada en una tumba y,
en cuanto a los cocodrilos del Nilo, apenas los vimos, aunque por
respeto, omitimos el ba�o fluvial.
Nuestra
mayor pesadilla eran los mosquitos nocturnos y las moscas diurnas,
especialmente a la hora de la comida, acudiendo enjambres que cubr�an
los platos y los vasos, al principio, convenientemente protegidos hasta
que nos acostumbramos.
En
Madrid nos entregaron un botiqu�n completo y perfectamente organizado,
con multitud de ant�dotos espec�ficos contra la variedad de serpientes
venenosas, jam�s utilizado. Sin embargo, la aspirina, el remedio m�s
eficaz con analg�sico, pronto desapareci� del botiqu�n ante la
constante e inoportuna demanda de �aspro� por parte de los obreros y
vecinos nubios, que diariamente acud�an a nuestra casa a curiosear,
fingiendo las m�s extra�as dolencias.
Nuestra
casa carec�a del m�s elemental
confort, obligados a permanecer hacinados en la habitaci�n principal,
convertida en �living�, dormitorio, comedor y laboratorio. Cuando se
incorpor� el elemento femenino, Alicia Simoneti y el matrimonio Vi�as-Lucas,
nos vimos en la necesidad de renovar y adaptar para dormitorio el almac�n,
repleto de antropolog�a y de ajuares funerarios.
La
alimentaci�n era realmente mediocre,
aunque nunca afect� gravemente a nuestra salud, ni hizo disminuir
nuestro insaciable apetito. La dieta era mon�tona a base de arroz,
legumbres, pasta, conservas de carne de vacuno, d�tiles secos y �tameias�,
y una especie de bu�uelos de harina de habas con especias y arena.
Intentamos alguna variaci�n del men� con carne de cabra, oveja y
gallina, pero el resultado fue nefasto. La cabra era extremadamente
dura, la oveja desped�a un olor nauseabundo de sebo y, por otra parte,
como hab�a que comprar los animales vivos, era necesario sacrificarlos
y consumirlos r�pidamente. La gallina correosa y con poca carne, por
consejo de V�zquez de Acu�a, hab�a que enterrarla en la arena durante
dos d�as para que se ablandase.�
El
agua del Nilo, por consejo de Madrid era necesario hervirla para evitar
infecciones, pero esa operaci�n pronto dejamos de practicarla por inc�moda,
limit�ndonos a filtrarla� en unas tinajas de tipolog�a�
fara�nica, de las� que
estaban provistas todas las casas de Arg�n.
La
bebida nacional era el t�, de calidad excelente, consumido en
abundancia. Probamos un peculiar � Sherry� sudan�s, fabricado con d�tiles
y de sabor dulz�n de medicina, adquirido en el �Drug Store� de Wadi
Halfa, sin que tuviera demasiado �xito. La cerveza sudanesa era
mediocre y cara., de Espa�a trajimos varias botellas de Whisky, dif�ciles
de pasar por las rigurosas aduanas de Egipto y Sud�n, donde estaba
prohibido el alcohol.� En la
frontera del Cairo F. Presedo tuvo graves problemas por dos botellas de�
Whisky� no
declaradas, permaneciendo unas horas retenido hasta ser rescatado pro el
Sr.� Fronista, canciller de
la Embajada Espa�ola. No obstante, conseguimos traernos a Arg�n un par
de botellas, que fueron ef�meras cuando, en los primeros d�as de
nuestra estancia, recibimos la visita de nuestros vecinos de la misi�n
Americana.
Sorprendentemente
descubrimos la �maritza�, una bebida de alta graduaci�n alcoh�lica
de d�tiles destilados, enteramente prohibida en Sud�n, que, a pesar
del islam, era notoriamente consumida por algunos vecinos de Argin. De
ella nos abastec�a Darhar, nuestro criado y cocinero negro (fig. 2:B),
de quien jam�s averiguamos d�nde la adquir�a en Wadi Halfa, cuando
nos tra�a provisiones.� Esta
p�cima, combinada con agua, sol�a servirnos�
de agradable aperitivo, cuando extenuados y sudorosos, regres�bamos
de la excavaci�n, e, incluso, en alguna ocasi�n supli� al petr�leo
del Petromax para la iluminaci�n nocturna.
Nuestra pobre infraestructura, comprada con la suntuosa de las misiones vecinas, era ciertamente deficiente. Nos deslumbr� la perfecta y completa dotaci�n de la misi�n de la UNESCO, dirigida por nuestro amigo W. Y Adams,� de la Universidad de Arizona, en un lujoso yate, que se desplazaba constantemente� por el Nilo desde su base en Wadi� Halfa. Los de la Misi�n Espa�ola parec�amos mendigos, careciendo de lo m�s elemental de su laboratorio, de grupo� electr�geno para iluminaci�n y para frigor�fico, pero sobre todo no dispon�amos de un coche todo-terreno para desplazarnos por el desierto a nuestra excavaci�n, a las misiones vecinas o al ferry de Wadi-Halfa.� Estos desplazamientos de varios kil�metros los realiz�bamos a pie fatigosamente y, cuando coincid�amos, en la �Arabia� ( fig. 2:A), una especie de cami�n, enrejado como una� jaula y barrocamente policromado, con unos� cuernos de gacela del radiador, repleto de nubios, acompa�ados de cabras, ovejas y gallinas.
CONTACTOS
CON ARQUE�LOGOS
Los
contactos con los colegas de las misiones vecinas nos resultaron
altamente provechosos, con quienes aprendimos esa arqueolog�a tan
peculiar de Nubia, al principio pr�cticamente desconocida para
nosotros; pero tambi�n nuestros colegas aprendieron de nosotros, porque
muchos se encontraban en las mismas circunstancias.
Visitamos
a la Misi�n Polaca, dirigida por el eminente K. Michalowski en Fares,
catedral copta de Pachoras, a unos 25 Kms. Al norte de Arg�n; a la Misi�n
Franco-Argentina, dirigida por A. Rosenwasser en Akasha, a unos 20 Kms.
de Arg�n, en cuyo equipo trabajaba el franc�s�
A. Vila, gran prospector y estudioso de culturas nubias; a la
Misi�n de la Universidad de Gahna, dirigida por el ingles P.L. Shinnie
en Debeira, a unos 10 Kms. de Arg�n, donde excavaba necr�polis del
grupo X y cristianas;� a la
Misi�n Americana donde se reun�an miembros de las universidades de
Colorado, Nuevo M�xico y Arizona, y donde localiz�bamos a W.Y Adams,
que excavaban a varios kil�metros al sur de Argin; y a la Misi�n
inglesa de la �Egypt Exploratio Society�, dirigida por el famoso W.
B. Emery, en la fortaleza del imperio medio egipcio de Buhen, a unos 12
Kms. al sur de Arg�n. Nuestra Misi�n, en cambio, tambi�n recib�a
visitas de todos estos colegas, con los que he continuado conservando
estrecha amistad.
Las cenas en el Nile Hotel, vestidos los comensales correctamente, eran, no s�lo divertidas, sino que se conviv�a y se tramaba amistad con los grandes maestros de la egiptolog�a y de la arqueolog�a en general. All� conocimos a la Princesa Margarita de Dinamarca, la actual Reina, integrada en la Misi�n Escandinava, dirigida por el prestigioso T. S�ve-S�derberg. La sobremesa frecuentemente se convert�a en un improvisado congreso de arqueolog�a nubia, en el que los eximios maestros discut�an acaloradamente temas de gran inter�s para nosotros.
En
febrero de 1962 hubo una reuni�n de las misiones en el Nile Hotel,
donde el prof. M. Almagro, participante, peror� acaloradamente,
mezclando frases y palabras en alem�n, espa�ol y franc�s, y exigiendo
para la Misi�n Espa�ola las islas de Kasrico y Abkanarti, en cuyo
entorno ten�an concesiones las misiones de Escandinavia y de Alemania
Oriental. El discurso de Prof. Almagro no lo entendi� nadie, pero le
concedieron las dos islas.
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RESULTADOS
DE LA MISI�N ESPA�OLA EN NUBIA
La
actividad desarrollada por la Misi�n Arqueol�gica Espa�ola en Nubia
desde 1960 a 1966 fue la gesta cient�ficamente m�s rentable asumida
por la arqueolog�a espa�ola. Los arque�logos de las primeras campa�as
se enfrentaron con una arqueolog�a nueva, que, al finalizar la tercera
campa�a en 1963, hab�a sido perfectamente asimilada.
La
Misi�n y los equipos espa�oles tuvimos la feliz oportunidad de
contactar, trabajar, dialogar e investigar con los grandes maestros de�
la arqueolog�a egipcia y nubia, de los que mucho aprendimos. En
las seis campa�as nosotros inauguramos las investigaciones de la
arqueolog�a espa�ola en el Nilo. La selecci�n de los miembros de los
equipos por el prof. Almagro, presionado, quiz�s, por motivos pol�ticos
o diplom�ticos, no fue, en ocasiones, la m�s adecuada.
La
diligencia y el rigor cient�fico� de
los primeros informes de nuestras excavaciones (M. Almagro y otros,
1962.1963, y 1964) y de las once memorias correspondientes, dignamente
publicadas en los a�os 1963-1970, han colocado a la arqueolog�a espa�ola
del Nilo en una posici�n de sumo prestigio. Lamentablemente, por el
fallecimiento de algunos miembros, como M. Almagro, R. Blanco y F.
Presedo, o por razones incomprensibles, permanecen todav�a in�ditas
las memorias� de las
excavaciones de Arg�n SAC del grupo C medio/cl�sico ( M.
Pellicer,1962), ANX, del grupo cl�sico/tard�o (R. Blanco,1962), ED,
fara�nica (R. Blanco, M. Pellicer,1962), y los poblados cristianos de
Ad Donga (Argin) (M.A. Garc�a Guinea,1964) y de Nag Gamus (Masm�s,
Egipto) (E. Ballesteros, 1963).
El
contrato, convenido con las autoridades de los Servicios de Antig�edades�
de Egipto y Sud�n, otorgaba a Espa�a la mitad de los hallazgos,
pero, ante el excesivo c�mulo de materiales rescatados, se admiti�,
por mutuo acuerdo, la propiedad espa�ola de todas las piezas, excepto
una peque�a selecci�n de ejemplares muy peculiares, depositada�
en los museos� nacionales
de El Cairo y Jartum.
El museo Arqueol�gico Nacional de Madrid recibi� una riqueza excepcional de fondos por su cantidad, calidad y variedad, form�ndose unas colecciones de millares de piezas de notable valor cient�fico y art�stico, capaces de presentar una secuencia cultural de Nubia desde el grupo C, del II milenio a. C., hasta el cristianismo copto, del S. XII/ XIII
Se salvaron de la inundaci�n dieciocho templos egipcios y, gracias al prestigio adquirido y a las estrechas relaciones pol�ticas, Egipto don� a Espa�a el templo de Debod, el mejor conservado de los cuatro cedidos a naciones participantes en el programa de salvamento Este templo egipcio de �poca ptolem�ica (S. IV-I a. C.) fue dignamente instalado en Madrid
No
cabe duda de que la labor desplegada durante siete a�os por las treinta
misiones arqueol�gicas internacionales participantes en el salvamento
de Nubia, compuestas por arque�logos conocedores de la esencia de la
arqueolog�a y de las �ltimas t�cnicas cient�ficas de investigaci�n,
contribuyeron� poderosamente
a renovar el narcisismo de la arqueolog�a egipcia, estancada y
ensimismada en su monumentalidad y esplendor art�stico.
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