UN PERSONAJE FUERA DE LO COMÚN

 

Por Verónique Laurent)[1]

 

Algunos hombres dejaron a la posteridad una impresión tan fuerte, que las creencias del pueblo los asemejaron a los dioses; como por ejemplo Amen-Hotep, el hijo de Hapu, el arquitecto del faraón Amen-Hotep III. Sus capacidades, su sabiduría y su gran experiencia le valieron los favores del rey, quien lo llenó de honores y títulos.

El dijo “Yo soy un verdadero ser de élite en medio de la masa de los humanos”. ¿Quién es entonces este hombre que habla de si mismo con tanta modestia?. Nació en Athribis, ciudad provincial situada al este del delta, fue hijo de un hombre llamado Hapu, que no llevó más título que el de “Sap”, que significa dignatario y su madre llamada Itou, tenía únicamente el título de “Per-Nebt”, Señora de la Casa; por lo tanto fue de familia de origen relativamente modesto. El mismo llevó un nombre muy común; en esa época cuatro faraones lo llevaron y es por eso sin duda que su filiación es específica sobre todos sus monumentos importantes como “Amen-Hotep el hijo de Hapu”. Tenía un apodo que era muy poco usado, Houy.

Si bien muchos autores se han enfocado a este personaje, nuestro propósito es simplemente demostrar a través de la evidencia, que él ha dejado, si se pueden retrasar fácilmente las etapas de su carrera, pocos hechos que explican su renombre en vida y éstos que sin duda fueron muy importantes, son menos perdurables que los que se le concedieron después de su muerte. Esta notoriedad está sin duda apoyada en los elementos que no surgiendo de las evidencias escritas, escapándoseles así a los arqueólogos, de todas formas se pueden ver en evocaciones de los pequeños indicios.

Amen-Hotep, el hijo de Hapu, ha dejado un gran número de estatuas, la mayoría conservadas en el Museo de El Cairo, cuatro descubiertas en el Templo de Amon: dos estatuas de escriba, una de forma cúbica en la que se le representa como un hombre viejo en el Templo de Mut y otra en donde está representado de pie en el Templo de Khonsu; a éstas se aumenta una más fragmentada que se encuentra en el Museo Británico donde la inscripción muestra que viene de Tebas. Otra escultura fue encontrada en Athribis y por último, en el Museo de El Cairo se conserva un fragmento de procedencia desconocida. Todas ellas a excepción de la estatua cúbica de Karnak, son de granito extremadamente pulido como se usaba en los tiempos del faraón Amen-Hotep III.

 

TITULOS Y CARRERA.

Dejemos hablar a este hombre a través del hallazgo de la estatua en piedra calcárea encontrada en Karnak dentro del gran Templo de Amón al pie del VII pilono.

Contenía un extenso texto autobiográfico que nos da luz sobre tres etapas de su carrera: “El Buen Dios, el rey del alto y el bajo Egipto Neb-Maat-Ra (Amen-Hotep III), el hijo primogénito de Horakhty habla en mi favor y él me nombre Escriba Real”. Es a partir de esta denominación que Amen-Hotep el hijo de Hapu, estudia los textos sagrados y penetra en los secretos de Thot, dios de la escritura y la magia, y se convierte en un ser digno de una exagerada confianza al cual todos consultaban voluntariamente.

Después mi maestro, el rey del alto y el bajo Egipto, renueva sus favores y me nombra “Escriba de los Reclutas” y pone bajo mi autoridad a numerosas personas para re-censarlas y colocarlas en los puestos apropiados. El tuvo el poder de patrullar el país tanto en la tierra como en el agua.

Por último dice: “Mi maestro me renovó por tercera vez sus favores y me nombró Jefe de Todos los Trabajos”. Es entonces cuando el servidor fiel alcanza su máximo punto de honor y sobrepasa todo lo que había hecho antes para la gloria de su soberano, realizando monumentos incomparables. Es además de un servidor fiel un amante “Yo actúo con el amor de mi corazón poniendo en obra la realización de su réplica”; él precisa que se trata de estatuas inmensas que sobrepasan la altura de los pilonos. Las piedras habían sido extraídas de la “Prodigiosa Montaña de Gres”, en Djebel Ahmar, situada al noreste de El Cairo, donde ejerció su actividad como jefe de trabajos de la montaña de gres. El construyó una gran barca para remontar el río e instalar las estatuas en Tebas; se llevaron entre otras los grandes colosos de Mennon que se encuentran en la ribera oeste que aún guardan aquel que fue el dominio funerario de Amen-Hotep III.

Es de llamar la atención que su autobiografía no marque un momento del inicio de su carrera hasta el reinado de Amen-Hotep III; todos estos honores fueron cuando ascendió al trono este faraón, y Amen-Hotep, el hijo de Hapu, era ya un hombre maduro.

Se sabe en efecto que tenía 80 años, alrededor del año 30 del reinado de Amen-Hotep III y que murió poco después, entonces debió tener unos 50 años cuando el soberano lo distinguió por primera vez. Se ignora todo sobre su carrera en los reinados precedentes; nacido durante el reinado de Tutmes III, el realiza su aprendizaje de escriba durante el reinado de Amen-Hotep III.

La estatua de piedra calcárea que se encontró en Karnak no contiene los tres títulos que se evocan; esto parece extraño, mientras que lleva una larga inscripción con un ardiente panegírico de cualidades morales de Amen-Hotep el hijo de Hapu: perspicacia, complacencia a su prójimo, leal confidente de su maestro, quien parecía amarlo particularmente.

En efecto este hombre no tuvo sólo estos aparentemente modestos, con la excepción del de “Jefe de Trabajos”, llevado por renombradas personalidades, como los visires Ptahmes, Ramose y otros Amen-Hotep.

La inscripción en la estatua cúbica descubierta en Karnak, en el templo de Mut, está esencialmente asociada por la lista de sus importantes títulos. Ahí se encuentran naturalmente los tres anteriores a los que se les adjuntó los de: noble, principal, canciller del rey del norte, portabanico a la derecha del rey, profeta de Amón, jefe de los sacerdotes de Horus, intendente de la gran hija real, Sitamón, sacerdote Sem (principal) de la casa de oro de Amón, aquel que está a la cabeza de grandes tropas. Sobre la escultura en que se le representaba como a un hombre anciano, se encuentran los mismos títulos  pero los dos últimos desaparecieron y fueron reemplazados por jefe de trabajos del rey para todos sus monumentos y jefe de ganado de Amón.

Es un poco peligroso sacar información precisa de estos títulos ya que todavía no se conoce su significado exacto. Amen-Hotep, el hijo de Hapu, parece haber ejercido en el norte la función de canciller del rey del norte y una función sacerdotal en su pueblo natal: jefe de los sacerdotes de Horus, Señor de Kem Our, pero estas funciones no cuentan como las más importantes. El título más elevado que recibió, y que fue el único en llevarlo, fue el de intendente de la gran hija real Sitamón.

Sin embargo, las dos funciones que parecen haber sido esenciales ante sus ojos fueron las de “Escriba Real” y “Escriba de los Reclutas”. Estos dos títulos aparecen sin excepción en todas sus estatuas.

Posiblemente significaban a los ojos de la época, una distinción del rey y así él se vuelve cada vez más importante.

 

EL FAVORITO DEL FARAÓN.

 

Es claro que el favorito del soberano Amen-Hotep III, siguió a su maestro al palacio de Malkata, sobre la ribera oeste de Tebas, pero jamás olvidó a su pueblo natal, lo que demuestra su reputación de fidelidad que nunca estuvo en duda. No solamente porta su título sobre la estatua que lo representa como un hombre de edad, sino él, en ella, narra sus acciones y aquellas de su soberano: “yo soy un hombre que convierte a su pueblo en Estado y quien hace que desaparezca la pobreza en todo el lugar. Mi maestro hace cosas útiles para mi dios Khenty-Khety e hizo una morada para el dios local......Mi maestro agrandó mucho mi ciudad”. (Traducción de P. Vernus).

Sobre la figura de piedra calcárea él añade que había dado una nueva sepultura a su padre y enterrado a su madre, prueba de amor filial obligatoria en el Antiguo Egipto. Pero se sobreentiende que su soberano le daba los recursos suficientes para enfrentar el gasto considerable que implicaban estas obras arquitectónicas: pintura, mobiliario, etc, sin contar con los gastos considerables necesarios para establecer un culto a perpetuidad.

Sabemos que Amen-Hotep III celebró tres fiestas de jubileo al final de su reinado; la primera en el año XXX, la segunda en el XXXIV y la última en el año XXXVII. El confidente y amigo único del rey participa en ellas. Efectivamente sobre un fragmento de su sarcófago conservado en Grenoble, nosotros encontramos pruebas de que tomó una parte activa en la organización de la fiesta Sed: él es nombrado “legatario del rey por la ocasión de las fiestas de jubileo”.

Nosotros nos vemos tentados a decir que era el representante del rey y que él fue quien dirigió la organización de las fiestas, pero su papel y sus atribuciones no están definidas. Sin embargo, él fue recompensado por sus actividades como lo demuestra un fragmento en la pintura de su templo funerario acompañada del siguiente texto: “En el año 30, en el tercer mes del verano, el décimo día, el verdadero escriba del rey a quien él ama.... Amen-Hotep, adjetivo Mer (título honorífico) por la celebración del primer jubileo de su majestad, recibe ornamentos de oro. Un collar de oro y de todas las piedras preciosas fue colocado en su cuello; él estaba sentado sobre un cojín de oro enfrente del estrado, sus miembros envueltos en telas delicadas, de un lino de primera calidad”.

Amen-Hotep III mandó construir en Soleb, al nivel de la segunda catarata, un templo dedicado a Amón y a su propia imagen divinizada. El lo hace consagrar por su primera fiesta de jubileo; sin duda Amen-Hotep, el hijo de Hapu, toma una parte activa en su construcción ya que estuvo representado en numerosas escenas; en una de ellas aparece consagrando una puerta golpeándola con una maza al lado del rey. Los favores reales nos e detienen en las siete estatuas descubiertas en Karnak; sobre cuatro de ellas se lee la mención “Colocada por el favor del rey en el templo de Amón, Ipet Sout (Karnak). Este favor no era tan especial. Amen-Hotep III hizo lo mismo con otro Amen-Hotep, gran intendente de Memfis; sin embargo otorgar este favor cuatro veces al mismo personaje no era usual y dos de ellas, las del décimo pilono, fueron colocadas en un lugar muy importante, a la entrada del templo, al pie mismo del coloso de Amen-Hotep III (donde fueron encontradas junto con dos estatuas del visir Paramesus, el futuro Ramses I).

En fin, como favor único, el rey gratifica a su servidor fiel con un templo funerario sobre la ribera oeste, un poco al norte de su propio templo funerario, pero no se trata de una simple capilla, sino de un edificio de dimensiones respetables conteniendo todos los elementos de un verdadero templo. Descubierto en 1934, fue estudiado por C. Robichon y A. Varille. La puerta de entrada se abre sobre un patio o sala con un estanque central con árboles cultivados en 20 pozos excavados en la roca y rellenados con tierra vegetal; también se encontró una terraza en el segundo pilono, en donde se guardaba el templo propiamente dicho y se abría sobre otro patio bordeado de columnas al cual el pueblo podía acceder, dado que se había hecho una amplia gama de relieves con invocaciones. Bajo estos pórticos se abrían cuatro capillas decoradas con pinturas murales. Una de ellas permite entrar a la parte escondida del templo, compuesta de una gran sala abovedada que da acceso a tres santuarios. El primer patio central que contiene el estanque rodeado de árboles, es sin duda el elemento más original del templo; puede ser que jugara el papel de lago sagrado, donde las aguas puras eran necesarias para el culto diario, o que también la sala central y el estanque representaran el embarcadero o canal utilizado por la barca sagrada.

Es especialmente digno de interés el plano del complejo y la presencia de una bóveda, elemento raro en la arquitectura egipcia. Se trata del templo funerario de un hombre que había concebido una gran parte de las construcciones de su soberano.  Aparentemente, el faraón había acordado darle por sus méritos un último favor insigne, que no era tanto de orden material sino que así introducía a su fiel consejero a la posteridad. El faraón lo pone como un intercesor entre el pueblo y el dios del Imperio, Amón. Es todavía dentro de las estatuas del décimo pilono en donde se reconoce el papel de intercesor.

Esas dos estatuas lo representan en actitud de escriba, sentado con las piernas cruzadas, el papiro desenrollado sostenido en la mano izquierda lista para escribir, ellas son muy parecidas: Amen-Hotep en una figura de joven, sin arrugas usa una peluca bipartida compuesta de mechones y bucles, sobre el hombro izquierdo le cuelga la paleta de escriba y sobre el derecho el cartucho de su soberano. La hechura muy cuidada del estilo de los rostros y las cejas delgadas con los párpados marcados salientes, la boca generosa remarcada por un reborde, evocan la estatuaria real de Amen-Hotep III y de numerosos dignatarios del régimen. Sin embargo, las cabezas agachadas hacia el frente de estas dos estatuas ilustran maravillosamente por su expresión calmada y atenta, a aquel que debe escuchar. Sobre una de ellas él cuenta que ha sido nombrado “Jefe de trabajos de la montaña de Gres” y que ha realizado monumentos bellos y grandes en la Heliópolis del norte y en la del sur (Tebas).

Sobre la base dice “Oh gente del Karnak que desea ver a Amón, venid a mi y yo transmitiré vuestras súplicas, yo soy el heraldo de este dios, el mismo Neb-Maat-Ra me ha designado para transmitir sus palabras a las dos tierras. (Traducción J. Yoyote).

Es decir, que así aquel que era el confidente del rey, era el que trasmitía las súplicas de sus contemporáneos, autorizado para ocupar eternamente el mismo papel al lado del dios, ya que por ellas, sus estatuas, su cuerpo y también toda su personalidad estereotipada fijada eternamente sobre la piedra habitaba para siempre en el templo de su dios Amón.

Estas dos estatuas han debido ser objeto de fervor de los fieles, ya que los papiros desenrollados presentan importantes trazos de un uso de devoción, del cual ellas han sido objeto.

 

UNA FIGURA CASI LEGENDARIA

 

Antes de examinar algunos testimonios de lo que se volvió Amen-Hotep, el hijo de Hapu, después de su muerte, hay que examinar dos estatuas que difieren de las otras: la de pie descubierta en el templo de Khonsu y la que representa como un hombre de edad. Estas dos esculturas impresionan por su arcaísmo, sin duda ellas indujeron el tipo de estatuaria del Imperio Medio, con una cierta rigidez y hieratismo. Los rasgos de juventud en la estatua de pie se reconocen también perfectamente en la de cuclillas. Ambas portan la misma peluca excepto que la del hombre de edad estaba dividida por una raya. Este está vestido con una falda que termina bajo el pecho en un nudo, las manos estaban posadas sobre los muslos, los párpados cubrían la mitad del ojo, las órbitas estaban hundidas, dos arrugar paralelas encuadran su nariz, la boca saliente está delimitada, el mentón es de buen gusto.

Esa cara marcada recuerda la cara de Sen-Usert III, (Sesostris III), representada a una edad muy avanzada, pero se agrega aquí una expresión meditativa. El parecido es tal que para algunos autores podría ser una estatua rehusada o usurpada. H. Sourouzian que ha estudiado minuciosamente esta estatua concluyó que a él le recuerda las de la dinastía XIII, con características de las dinastías XII y XVIII.

Como quiera que sea, piensa que estas estatuas recuerdan al pasado. A los ojos de los antiguos egipcios todo lo antiguo es sagrado; sin duda la erudición de Amen-Hotep, el hijo de Hapu, le ha permitido conocer las riquezas y los secretos de ese pasado. El supo beneficiarse a su rey y a sus contemporáneos con sus conocimientos, lo cual ha contribuido a establecer su renombre.

Falleció después del primer jubileo. Su templo funerario debió haber sido terminado en el año treinta y uno. En la época amarniense estas estatuas fueron dejadas intactas, sólo la del nombre de Amón fue ligeramente martillada. En la época ramésida se conservan rastros de existencia de servidores en su templo funerario. Un decreto grabado sobre una estela conservada en el Museo Británico, fechada en la dinastía XXI, pretende haber sido redactado en el año 31 del reinado de Amen-Hotep III. El establece la fundación del templo funerario. Este documento, sin fecha, prueba que el culto de Amen-Hotep, el hijo de Hapu, encontró un aumento de fervor. ¿En aquella época se convierte el sabio en médico para el fervor popular?. Nadie lo sabe, pero ocho siglos más tarde, una princesa hija de Psammético Y, clama a él: “Oh noble Amen-Hotep hijo de Hapu, el justificado, ven oh! buen médico, mira yo sufro de los ojos. Así tu puedes hacer que yo sane inmediatamente”. (traducción H. Wild).

En la época grecorromana se han encontrado indicios de la veneración de la que fue objeto: relieves en los templos, una capilla en Deir-El-Bahari, una estatua colosal en Karnak sobre ostracas.... Su culto alcanza el más alto nivel puesto que él fue deificado.

Hay que precisar que en ciertos monumentos, mucho tiempo después de su muerte, están puestos los títulos de “escriba real” y “escriba de reclutas”, ambos mencionados de manera importante, dándosele preferencia al primero y siendo más resaltados que aquel de “jefe de trabajos”. Aunque en estos monumentos tardíos tenga como compañero a uno de sus grandes predecesores: Inhotep, el arquitecto de la pirámide de Zoser, que es conocido con la misma celebridad. No es a sus talentos de constructor que Amen-Hotep el hijo de Hapu debe el fervor de sus fieles, sino a la ciencia que supo adquirir como escriba real, función aparentemente oscura que su talento llevó al más alto nivel permitiéndole ascender al rango de divinidad.

 

B I B L I O G R A F I A

 

C. ROBICHON Y A. VARILLE.  El Templo del Escriba Real A-Hotep, Hijo de Hapu.

                                                      Edit. Ifao II, 1936

A. VARILLE. Inscripciones Concernientes al Arquitecto Amenhotep Hijo de Hapu.

                     Biblioteca de estudios T. XVI. Edit: Ifao 1968.

D. WILDUNG, Imhotep y Amen-Hotep. Bérlín 1977.

 



[1] Secretaria del Comité Ejecutivo de la “Socciété Fançaise D’Egyptologie”, en Paris Francia. Este artículo fue escrito para la revista “Les Dossier D’Arqueologie”, número 180, correspondiente al mes de Marzo de 1993. Ella es también autora de diversos libros sobre el tema.

Traducción Lic. Gabriela Arrache V.